Carlos
Macusaya
Si el indianismo es
una corriente muy poco estudiada, y en buena medida “escondida” por “los
abuelos”, uno de los capítulos más ricos de esta corriente, de la que acá
hablaremos, es casi un misterio. Más aun, quienes se presentan como portavoces
de lo “ancestral”, muchas veces no tienen ni idea de la significación y de los
avatares de quienes fueron promotores de esta corriente, desconociendo así la
importancia de los movimientos indianistas. En específico me refiero aquel
indianismo que se desarrolló en lo que fue la Plaza de los Héroes de la ciudad
de La Paz y en lugares similares de otras ciudades de Bolivia entre los años
2000 y 2005. El indianismo por aquellos años se propaló desde este tipo de
espacios y logró influir en las movilizaciones que en ese periodo se dieron y a
la vez se diferenció de los anteriores antecedentes indianistas.
La ex Plaza de los
Héroes en La Paz, la Plaza de la Revolución en la Ceja de El Alto y otras
plazas en pueblos cercanos en las que se realizaban ferias, fueron espacios de
discusión política en vía pública en los momentos de mayor efervescencia en
Bolivia. En estos espacios, el discurso dominante, no único, era el indianismo.
Hablamos de lugares en los que varios activistas y personas interesadas en
discutir o simplemente oír reflexiones sobre historia, coyuntura y temas
relacionados, se concentraban. Entre los “oyentes” y los “ponentes” se podía
encontrar a artesanos, lustrabotas, albañiles, carpinteros, zapateros, alguno
que otro abogado y muy ocasionalmente, algún universitario de la UMSA. Fueron
espacios en los que los partidos y organizaciones que se presentan como
revolucionarias, y que en algunos casos aún sobreviven en las universidades, no
tuvieron ninguna influencia.
Quienes dinamizaban
estos lugares eran aquellos activistas que instalaban un nylon en el piso y
sobre este colocaban varios libros y fotocopias. Algunos de esos materiales
estaban en venta y otros no. Quienes armaban “su qhatu”[1]
animaban el debate exponiendo algún tema que previamente habían preparado, sea
relacionado a la coyuntura política o relacionado a temas históricos. Para
respaldar sus aseveraciones los expositores usaban los materiales que exhibían,
tratando de darle autoridad a sus afirmaciones con tales materiales, los que
estaban relacionados la temática planteada. Concluían la exposición preguntando
si alguien tenía alguna duda u observación, lo que conducía a entablar una
discusión, en algunos casos áspera, con parte del público. Dadas las
características de estos espacios, los debates se desarrollaban al calor de las
circunstancias y por ello sin ningún trabajo metódico y riguroso sobre el tema
de discusión, así que con facilidad se podía dejar el asunto y pasar a otro. Por
lo general, el final de una polémica se establecía cuando el expositor
terminaba vendiendo algunas fotocopias que contenían parte de lo que había
expuesto, aunque no faltaban quienes seguían con la polémica. Así era el
desenvolvimiento cotidiano en La Plaza de los Héroes.
Pero la cosa no se
reducía a los debates, sin negar la importancia de este aspecto, sino que en
estos espacios se planteaban la necesidad de movilizaciones, y de hecho se las
realizaba. La Universidad Pública de El Alto, en los momentos en los que
luchaba por ser autónoma, recibió apoyo de los activistas y personas
relacionadas a la Plaza de la Revolución de la Ceja de El Alto. Esto no es de
extrañar, pues algunos de los activistas en esos espacios eran estudiantes de
la UPEA. Así, por medio de estos personajes, la lucha universitaria específica
de la UPEA se articulaba con otro espacio no académico, pero de intercambio de
ideas[2].
Otro ejemplo que se puede citar es la movilización que se dio por parte de la
gente que se concentraba en La Plaza de los Héroes en contra del llamado
“impuestazo” el año 2003, como también en “la guerra del gas”. Se trataba de
una combinación de movilización y discusión en un tiempo de crisis política y
económica en el país.
Debe resaltarse que
los bloqueos llevados adelante por la CSUTCB, a la cabeza de Felipe Quispe, el
año 2000 y 2001, lograron posicionar el discurso indianista como el discurso
interpelador más potente en ese entonces y donde pudo dársele continuidad y
mantener su vigencia, más allá del momento glorioso del indianismo (los
bloqueos ya mencionados) fue en los espacios como La Plaza de los Héroes. En
tales lugares, la búsqueda de referentes histórico-culturales, mediante
lecturas políticas, para darle algún sentido a lo que se vivía hacía de esos
mismos espacios el lugar por excelencia de debate y análisis político de los
“indios”. Los libros de Fausto Reinaga, que no se encontraban en librerías y que
aún no habían sido pirateados[3],
tuvieron su lugar de difusión en tales lugares y de hecho, el indianismo
forjado en estos espacios tuvo más relación con las obras de Reinaga que con
las organizaciones indianistas o personajes relacionados al MITKA, por ejemplo.
Pero, ¿qué haría
diferente a esta corriente indianista de las anteriores?
Recordemos que el
indianismo, en términos ideológicos, tuvo un gran hito con las obras de
Reinaga, en especial La Revolución India,
y que adquirió cuerpo en forma de varios partidos, empezando con el Partido
Agrario Nacional (PAN), en 1960, pasando por el Partido de Aymaras y Kechuas
(PIAK), en 1962, que luego se volvió en el Partido Indio de Bolivia (PIB); años
después, en 1978, nació el Movimiento Indio Tupaj Katari (MITKA), organización
que se fracturó y perdió vigencia en los 80. El más cercano de los partidos
indianistas, en términos temporales, es el Movimiento Indígena Pachakuti (MIP),
que fue encabezado por Felipe Quispe, quien en su momento militó en el MITKA[4].
En general, se puede decir que una de las preocupaciones de los movimientos
indianistas “clásicos”, fue la de articular una organización político
partidaria, lo que implicaba el problema nada menudo de quien debería
dirigirla. En términos de posicionamiento ideológico, desde La Revolución India de Fausto Reinaga, y
por la influencia de la idea de Lenin sobre la relación entre espontaneidad y
conciencia, el indianismo planteó la necesidad de formar un partido a partir de
la condición de los “indios” como sujetos racializados.
En La Plaza de los
Héroes, la urgencia de realizar movilizaciones, por la forma en que la dinámica
social se daba en medio de la crisis que se vivía en Bolivia, no iba de la mano
con la idea de formar un partido político, como en el indianismo “clásico”.
Esto no quiere decir que no haya habido intentos de esa naturaleza. Por
ejemplo, cabe mencionar que en la Plaza de los Héroes se formó una organización
pequeña, pero muy activa, que se llamó Movimiento Originario Popular de
Liberación (MOP-L) y que estaba encabezada por Carlos Jofré, activista muy
conocido en la plaza mencionada[5] y
uno de los que más empeño puso en difundir los libros de Reinaga; lo secundaba
Cleto Choque, que en varias ocasiones reiteraba ser alumno de Jofré. Sin
embargo, esta organización no repetía los problemas de las anteriores
organizaciones indianistas o por lo menos no en el nivel en el que se dio entre
los “antiguos”: las peleas constantes entre quienes se sentían la resurrección
de Tupaj Katari por ser el “jefe” del partido. Tal vez no había ese problema
porque tal organización no se proyectaba a enfrentar contiendas electorales. La
formación de un partido y la disputa por el liderazgo de tal partido, algo
característico del indianismo “clásico”, no se dio en el indianismo formado en
La Plaza de los Héroes. Esto no quiere decir que en estos espacios no había
conflictos.
Lo que más ocupaba
a la gente identificada con el indianismo en estos lugares, en un contexto muy
agitado, era poder explicar lo que pasaba y lo que podría suceder en adelante.
Lo que interesaba era poder “nutrirse” de información y así, los puestos de
libros “usados”, ubicados muy cerca del lugar (en lo que fue el pasaje de la
Flores), vieron crecer sus ventas y los materiales que en esos puestos se
conseguían eran rápidamente fotocopiados e incluso se los podía ver luego en la
feria de algún pueblo. Así la Plaza de los Héroes era como un centro de acopio
de materiales y difusión de los mismos.
Recuerdo que uno de
los materiales que más se vendió fue el Pukara nº 9 (2006). Al agotarse los
ejemplares de este medio, Carlos Jofré, al ver el interés de la gente que por
ahí pasaba y eventualmente se quedaba, vendió fotocopias de uno de los
artículos de ese número, el que titulaba: Murillo
y la represión a Katari, cuya autoría estaba firmada por Redacción Pukara.
Este mismo material, que cuestionaba la imagen que de Murillo se había
construido, se regó por otros lugares, pues mucha de la gente que lo compraba,
una vez adquirido el producto, lo fotocopiaba y lo llevaba a sus pueblos. Cosa
similar pasaba con otros materiales.
Otro aspecto a
resaltar sobre estos espacios y lo que en esos lugares pasaba, tiene que ver
con algo que hoy es un problema: “los abuelos”. En tales lugares, en esos
espacios de discusión con hegemonía indianista (no orgánica), eran los mayores
(“los abuelos”) quienes buscaban a los jóvenes para poder saber sobre nuestra
historia, sobre lo que fuimos antes de la llegada de los españoles y saber, a
la vez, cómo nos enfrentamos contra la dominación colonial. Eran los jóvenes,
unos más que otros, quienes encarnaban el indianismo y no por herencia de “los
abuelos”, sino por su formación en un proceso de lucha y movilizaciones que se
dieron en aquel entonces. Solo después, y como queriendo desviar la atención de
los “indios”, llegaron las especulaciones de Fernando Huanacuni, quien venderá
el cuento de “los abuelos”. Lo mismo se puede decir de otros temas, por
ejemplo, el suma qamaña, hoy considerado ancestral[6],
no era parte del debate en los procesos de lucha, sólo después será posicionado
en desmedro de la discusión seria sobre la condición colonial en los Andes.
Sobre “los abuelos”
y la Plaza de los Héroes me tocó vivir una experiencia en un viaje a Cusco, a
un evento realizado en año 2008 y organizado por algunas pequeñas agrupaciones
que estaban muy entusiasmadas con lo que pasaba en Bolivia. Asistí a ese evento
con la experiencia que tenía en la Plaza de los Héroes, es decir exponiendo
materiales y vendiéndolos para cubrir con los gastos de pasajes (la
alimentación y el hospedaje los bridaban los organizadores). Al inicio del
evento hubo una ceremonia en el Koricancha y fue entonces que pude ver como
muchos, con una actitud de “aprendices”, se acercaban a un “abuelo” de Bolivia,
quien estaba vestido con poncho y pantalón de bayeta. El “abuelo” de Bolivia
era un Aymara que ya pasaba los 60 años y que conocí un par de años antes en la
Plaza de los Héroes, él, como muchos otros, asistía a la Plaza… a comparar
folletos y libros, además escuchar los debates y de entablar largas
conversaciones, preguntando sobre historia e identidad. En la Plaza de los
Héroes este señor era un “alumno”, pero en Cusco era “un “abuelo” y por ello un
“sabio”, además venía de Bolivia, lo que tenía mucha fuerza simbólica para
quienes asistieron al evento.
Retomando el
asunto, los indianistas que se forjaron y a la vez forjaron espacios como el de
La Plaza de los Héroes y que respondían a otras condiciones de lucha, no tenían
muy claro el propio proceso indianista del cual eran parte. La mayor referencia
era Fausto Reinaga y su hijo Ramiro “Wankar” Reinaga[7].
Pero casi nada se sabía sobre el MUJA, por ejemplo. No había claridad a la hora
de diferenciar entre indianismo, indigenismo y katarismo. Los libros escritos
por quienes fueron parte del proceso indianista y katarista eran casi
desconocidos para la mayoría. Por lo mismo, no era posible hacer una lectura
del proceso propio de formación, de organización, proyección y limitaciones del
propio indianismo. Aun así, este indianismo fue el más activo en los últimos
años, aunque no fue el más organizado.
Para ir cerrando
este bosquejo a mano alzada, debo hacer notar algo muy importante. El
indianismo que se fraguó en La Plaza de los Héroes y en lugares similares, fue
forjado por personas que no estaban vinculadas a los “cursos de liderazgo
indígena”. Vale decir, no eran beneficiados por la discriminación positiva de
las políticas de la diferencia. Se puede afirmar que hay quienes se forjaron en
los proceso de lucha indianistas entre los 60 y 70 (entre otros: Luciano Tapia,
Constantino Lima, Felipe Quispe), mientras que otros fueron la hechura de las
ONG’s que incursionaron con fuerza desde los 80 (Fernando Huanacuni, Rafael
Quispe, Adolfo Chaves, David Choquehunca, entre otros, son hijos de las
políticas de la diferencia, no son la expresión de la lucha real del “pueblo
indio”). Pero también hay otros que se forjaron en las luchas de los años 2000,
2001, 20003 y 2005 y que no responden al indianismo “clásico”, pero que tampoco
son fruto de las ONG’s. En este último periodo, la única referencia de
organización indianista era el MIP, pero este partido no jugó en rol importante
en la formación de este indianismo. En cierta forma, este indianismo tenía una
formación independiente del “clásico” y del indigenismo de las ONG’s.
Quienes asistían a
la Plaza de los Héroes se curtieron en debates callejeros, en movilizaciones,
en una lucha real que no tenía que ver con esa idea vulgar de “los abuelos”[8],
ni trataban de remedar el pasado; buscaban aprender de ese pasado, pero para
entender el presente, no para esconderse en un pretérito, muchas veces
inventado. Este fue un episodio del cual yo forme parte y muchas de las
personas del grupo MINKA[9]. Creo
que en la tarea de comprender “lo que somos”, no hay que escaparle a nuestra
historia real en nombre de “los ancestros” o lo “ancestral”. Episodios como el
que he relatado, hacen parte de esa historia, que de seguro no se parece a la
idea de “la comunidad” y de los “comunitarios”. Sin embargo, es bueno ver
nuestras huellas en el pasado y no dejarnos llevar por la sombra que sobre ese
pasado proyectan algunas instituciones y “sabios” que “viven bien” estafando a
quienes buscan afirmar una identidad “indígena”.
Nota: el presente artículo es una versión revisada y aumentada de un artículo que se publicó con el mismo título en el periódico Pukara nº 89.
[1] Qhatu en aymara se usa para referirse a un puesto de venta o mercado.
Es normal que cuando alguien quiere vender algo dice por lo general, “me pondré
mi qhatu”.
[2] El caso y el papel que jugaron los activistas indianistas de la UPEA
es particular, pues en la UMSA nunca hubo una relación de tal naturaleza.
[3] Recuerdo que en la segunda mitad del año 2005, salieron las primeras
versiones piratas de La Revolución India. Esto, en buena medida, por la demanda
que se tenía sobre tal obra: el público buscaba ese libro.
[4] En 1980 Felipe Quispe viajó junto, a Jaime Apaza (otro de los
fundadores del MITKA), a Cuba y centro América, recibiendo en esos lugares
formación guerrillera, en 1986, cuando ya retorno al país, junto a varios
militantes del MITKA forman la Ofensiva Roja de Ayllus Tupakataristas (ORAT),
que en 1989 será el Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK). Sobre el EGTK hay
un trabajo escrito por el hijo de Quispe, Eusebio Quispe y titula Los
Tupakataristas Revolucionarios, disponible en: http://grupo-minka.blogspot.com/2015/06/los-tupakataristas-revolucionarios-de.html
[5] Incluso fue invitado para ser candidato a diputado por el MAS (cuando
a este partido le faltaban candidatos), pero rechazó la invitación.
[6] Moisés Gutiérrez, quien militó en el katarismo, nos da una pista para
investigar: «el suma qamaña ha empezado a perfilarse a través de una
consultoría en la GTZ, donde estaban Simón Yampara y Javier Medina, obviamente
era éste último quien dirigía ese proyecto. Entonces suma qamaña lo han
tratado de asimilar a lo quechua, al
guaraní con expresiones equivalentes como sumaj kawsay, ñandereko, y, bueno,
hasta el ámbito mapuche o inclusive algunos lo estiran hasta donde pueden
imaginativamente». Moisés Gutiérrez, El suma qamaña como concepto funcional al
poder colonial, en http://www.periodicopukara.com/archivos/pukara-70.pdf
[7] En noviembre del 2005 —no estoy seguro si el 9 o 10 de ese mes— Ramiro
Reynaga disparó un arma de fuego contra Carlos Jofré en plena plaza de los
héroes y a la luz del casi medio día. Reynaga acusaba a Jofré de haberle
pirateado su libro Tawantinsuyu. Este hecho fue el que puso a luz pública,
mediante los medios de comunicación, los debates que se daban en aquella plaza.
En la primera gestión del MAS, en esta plaza se formó un Comité Cívico Popular
en respuesta a las acciones propiciadas por el Comité Cívico Pro-Santa Cruz.
Algunos miembros de este Comité Cívico Popular, salían por la TV aprovechando
las movilizaciones, aunque no eran parte activa de la dinámica de la plaza,
sólo aprovechan la oportunidad.
[8] Esta idea hoy es asumida como “lo propio” por muchos grupos. Lo he
visto de manera dramática en Argentina. En ese país, mucha gente, que buscar
referentes culturales, ha caído en la trampa del indigenismo y se dedican a
buscar a “los abuelos” o a “cuidar” al “abuelo fuego”. El padre de estos
abuelos es Fernando Huanacuni.
[9] Sobre el grupo MINKA puede verse un artículo mío en el Pukara nº 80. http://www.periodicopukara.com/archivos/pukara-80.pdf
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