lunes, 29 de junio de 2020

La candidatura que se hunde



Por Carlos Macusaya

Cuando Áñez fue posesionada (por un militar) como presidente de Bolivia, era aún “cara no conocida”. Era una senadora mediocre de la que la mayoría de los bolivianos no sabía nadan y que pasó a dirigir el país militarizándolo con la Biblia en la mano (dudo que la haya leído). La manera que tuvo para afianzarse fue mandando a “descansar en paz” a decenas de “ciudadanos de segunda”. El mensaje era claro y se dirigía a esa población: “si no agachan la cabeza los baleamos”.

Poco después pasó de “presidente transitoria” a ser “presidente candidata”. El ser “cara no conocida” y su inclinación por el show del fanatismo religioso le permitieron generar cierta expectativa en varios segmentos poblacionales medios. Además, quienes la empujaron a lanzar su candidatura tenían claro que, en su situación de poder, les era posible sacar ventaja con los recursos del Estado.

Sin embargo, a estas alturas, en tiempos de crisis e intensidad política, Áñez ha formado su imagen. Ya es “cara conocida”, no solo por las masacres, sino también por los escándalos de corrupción en su gobierno y porque ha tratado de usar, sínicamente, la pandemia para prorrogarse, dejando la salud de los habitantes del país en último lugar.

El momento político es otro respecto de cuando empezó su gobierno. El bloque de poder que la puso en ese cargo está dividido y su gobierno tiene rechazo, no solo entre sectores identificados como “masistas”, sino también entre muchos “no masistas”. Esta situación de decadencia desespera al gobierno de Áñez y por ello, en varias ocasiones, se han preocupado por atacar al TSE con la intención de posponer las elecciones.

Y es que la candidatura de Áñez se está hundiendo gracias a las acciones de su gobierno. Contrariamente a lo que habían calculado, la administración gubernamental y el cálculo político sobre la pandemia, con un “gran equipo” de ineptos y "rabiosos" ministros, además de las masacres y los escándalos de corrupción, le van pasando factura. Su política de enviar policías y militares a distintos barrios periurbanos, y no así, médicos o insumos para enfrentar la pandemia, solo remacha su decadencia.

A ello se suma su “estrategia” de cautivar al electorado culpando de todo lo que hacen mal (que es lo único que saben hacer) al MAS. La población, en una situación de alta sensibilidad frente a los problemas de salud y corrupción, no va inclinar su apoyo por personas que, ejerciendo el gobierno, no se hacen responsables de sus actos y solo saben culpar a otros.

Sin embrago, no es descabellado pensar que, a toda costa, vayan a intentar hacer “un milagro” electoral en base a la coerción y a las prebendas. Empero, en la situación en la que el país se encuentra, eso sería explosivo. De hecho, pasar de la cuarentena rígida a la dinámica le significó al gobierno de Áñez cierto oxigenamiento, pues la bronca que se ha acumulado y que estaba entrando a una fase de “tentativa de movilización”, quedó en el congelador porque las personas están priorizando ganarse el pan de cada día, pero con la idea clara de que este gobierno es un problema para salir de la crisis.

En esa situación, la disyuntiva entre derecho a votar y derecho a la salud es falsa porque, de hecho, la permanencia del gobierno de Áñez es ya un atentado contra la salud. Esto está muy claro en varios segmentos de la población. Pero así como su candidatura se está hundiendo, por mérito propio, su gobierno también está hundiendo al país.