lunes, 3 de octubre de 2016

El Willka Pablo Zárate y el nacionalismo Aymara

Por: Marina Ari M.


[Este artículo  ha sido extraído del periódico Pukara nº 5]

Son propósitos de este artículo rendir homenaje al Willka Pablo Zárate, general aymara que definió un importante capítulo de la historia boliviana; mostrar la importancia del tejido de relaciones aymaras que persiste hasta hoy y analizar la política de distorsión y ocultamiento de la participación indígena en la historia boliviana.

Hay quienes afirman que el pueblo aymara no tiene objetivos ni estrategias políticas; que sus formas de organización se conectan al paleolítico o existen sólo bajo forma espontánea e irreflexiva. El episodio Zárate demuestra la persistente política nacionalista; nos emociona (a los originarios del Qullasuyu, del Tawantinsuyo) por su claridad de objetivos, su valor e inteligencia en el despliegue de estrategias militares y comunicacionales y sobre todo por la mística presente en cada acción.

En los albores de la República la mayoría de aymaras y qichwas aún vivían en comunidades. El ataque más feroz por robar las tierras comunitarias se dio en la presidencia del dipsómano y trastornado Melgarejo, quien repartió tierras de comunidades entre sus amigotes y parientes de su amante Juana Sánchez. Según Pearse “de acuerdo a relatos de esa época, ocurrieron episodios de genocidio y crueles matanzas, donde perecieron cientos de hombres, mujeres y niños campesinos”. Santibáñez relata cómo los soldados comandados por el q’ara general Leonardo Antezana, se dedicaban a cazar a nuestros abuelos como a animales, apostando dinero para quien mataba más indígenas.

En1899 las haciendas feudal esclavistas estaban consolidadas. Aymaras y qichwas luchaban para defender sus tierras. A fines del s. XIX surge un astuto representante del liberalismo boliviano, Juan José Manuel Inocencio Pando Solares, nacido en 1848 y asesinado el 17 de junio de 1917. Pando, un blancoide oriundo de Luribay, estudió medicina hasta sexto año y luego se incorporó al ejército. Fue presidente de 1899 a 1904 y enfrentó la Guerra del Acre, en la que Bolivia perdió 190.000 km2 por la voracidad del Brasil y la torpeza diplomática de los q’aras bolivianos.

La esposa Aymara Qichwa

La persona que haría de Pando el tata apoyado por un poderoso ejército aymara, el vencedor de la oligarquía sucrense, el jefe de la nueva oligarquía paceña y presidente de Bolivia, fue su esposa, Carmen Warachi Sinchi-Roca, descendiente de caciques aymaras y qichwas, oriunda de Sica Sica, uno de los núcleos de la nación aymara.

Los Guarachi en el s. XVII son los caciques más importantes de los Pacajes. Miembros de esta familia tuvieron estrecha relación con los señores del Cuzco, posteriormente se plegaron a los españoles convirtiéndose en colaborantes. El historiador aymara Roberto Choque menciona la importancia del “pacto aymara qichwa” que significa la familia Warachi, una de cuyas ramas tenía ascendencia inka. Esta familia gobernó un territorio comprendido desde el Desaguadero hasta lo que hoy es Potosí y Chuquisaca. En su investigación sobre Jesús de Machaqa, Choque menciona que algunos miembros de esta familia se convirtieron en abusivos caciques, sin embargo meritoriamente  conservaron el orden de los originales ayllus aymaras. Este mantenimiento -sobre todo en Pacajes y Omasuyos- facilitó el nucleamiento e irradiación de las luchas libertarias aymaras.

Por otra parte los Sinchi Roca son evidencia del relacionamiento entre aymaras y qichwas. El Cuzco antes de los inkas estaba habitado por aymaras. El primer Sinchi Roca, hijo de Manco Capac y Mama Ocllo, gobernó por más de 20 años, probablemente desde 1230. A él se le atribuye la ampliación del Intiwasi como inicio de los ritos al sol y la construcción de los primeros camellones escalonados en gran escala. El segundo Sinchi Roca, Apu Sinchi Roca, era hijo de Yamque Yupangue décimo Inka y hermanastro de Huayna Capac. Aparentemente los Sinchi Roca se limitan al Perú, sin embargo, es conocida la estrategia aymara para encarar el expansionismo Inka: el casamiento de aymaras con qichwas. Posteriormente la Nación Aymara se unió profundamente con la Qichwa en una hermandad forjada en un origen común y en una historia de similar sufrimiento ante el avasallamiento, explotación y genocidio de la invasión española.

Bajo estos antecedentes familiares de la esposa de Pando se comprende que el apoyo de los aymaras no surgió de la nada, como pretende cierta historia boliviana que buscan minimizar la importancia de los originarios. Cuando no pueden eludir algún hecho relevante protagonizado por un indígena, lo presentan como bárbaro, salvaje, y otros apelativos racistas.

Salvo el profundo estudio de Condarco, no explican cómo un ejército en desventaja de armas y con poca preparación para la guerra (el de Pando), venció al ejercito constitucional, mejor armado y en el que participaban militares entrenados. Pareciera que Pando fue el gran protagonista, el líder de excepcionales cualidades militares, estratégicas y políticas, cuando fue el Willka Pablo Zárate el de las impresionantes dotes guerreras, políticas y estratégicas. Como él era un indio aymara, los bolivianos le reconocen en su historia solo el papel de “salvaje come-q’aras”.


En realidad, la circunstancia que permitió a Pando cumplir sus ambiciones fue su matrimonio con una influyente aymara qichwa. La familia Warachi posibilitó ese diálogo intercultural entre la casta minoritaria blancoide q’ara y la explotada pero numerosa aymaridad, diálogo que se dio en pocas oportunidades en la historia boliviana.

El objetivo aymara del Willca

Durante el levantamiento Katarista de 1781, Sica Sica fue zona inicial de la rebelión. Los españoles intentaron convencer al ayllu urinsaya de Sicasica de engrosar sus tropas, a pesar de ello miles de aymaras se sumaron al ejército de Tupac Katari. La mama t’alla Bartolina Sisa nació en Caracato, pueblo vecino a Sica Sica, esta heroína el 20 de mayo de 1781 dirigió la acción militar que en La Paz derrotó a la “flor y nata” militar española.

En 1822 Tito Khuchha, junto a Juan Manuel Cáceres, dirigió un levantamiento en Sica Sica buscando restaurar el gobierno Incaico. Fueron masacrados, pero dejaron la semilla de una lucha que hasta hoy prosigue. La esposa de Pando era oriunda de la zona de Sica Sica. Lo mismo Pablo Zárate, de quien no se conoce su fecha de nacimiento. Estuvo casado con Aida Aguilar y tuvo cuatro hijos. La biografía de este aymara tiene lagunas, se ignoran las fuentes espirituales y teóricas que lo alimentaron; sin embargo, su origen en uno de los núcleos aymaras de más profunda raíz qulla, su comportamiento, pensamiento y esencia, lo vincula con el profundo nacionalismo Katarista.

El contexto en que se desarrolla la acción militar de Zárate y las ambiciones políticas de Pando es de masacres y saqueos a las comunidades por la soldadesca. Después de las matanzas los criollos usurpaban las tierras comunitarias, cometiendo abusos, robos y violaciones ayudados por el ejército, los juzgados e incluso la prensa.

La aproximación de Pando a los mallkus aymaras se inició en la propuesta de una nueva aplicación de la justicia hacia los problemas indigenales. Se trataba de corregir los abusos de corregidores, cobradores de impuestos y otros agentes del sistema q’ara. El 6 de mayo de 1896 se expresa el apoyo qulla a Pando. Miles de aymaras se asoman a la ciudad de La Paz para expresarle su favor. Serán violentamente reprimidos, golpeados y apresados por los militares bolivianos. Condarco relata que a los prisioneros, los soldados les introdujeron a la fuerza «puñados de ceniza a la boca de los infelices indios», obligándoles a vivar a Pando. Se sucedieron similares episodios de brutalidad en los que aymaras eran asesinados, excluidos a palos, apresados, o torturados por su apoyo a Pando.

Estos episodios advierten dos situaciones, primero que el Estado boliviano excluyó de todo derecho ciudadano a los indígenas, impidiendo que mostraran siquiera simpatía por algún candidato; segundo, que los tenaces aymaras pese a siglos de exclusión y genocidio, persistieron en el plan qulla de ser protagonistas de su historia.

Un antecedente del conflicto entre criollaje paceño y chuquisaqueño es que Chuquisaca fue el centro del realismo español y quiso mantener su hegemonía basada en una supuesta aristocracia y “herencia genética española”. Otro elemento fue la pugna entre conservadores y liberales. El antecedente fundamental fue que a fines del s. XIX e inicios del XX, las fuerzas económicas se concentraron en la región minera de Oruro, Potosí y La Paz.

La nueva burguesía paceña proyectaba su crecimiento. Pando mismo planeaba convertirse en gran terrateniente, propósito logrado con las leyes de 1874 y 1880. Pando representó esta nueva burguesía y usó como motor ideológico el rechazo al unitarismo centralizado en Chuquisaca. Por su parte los defensores de la constitución encabezados por el presidente Fernández Alonso, sustentaban el propósito de mantener una supuesta aristocracia.

Planteado el proyecto federalista por los liberales (como pretexto para hacerse del poder político, pues ganado el conflicto no lo concretaron) el presidente Severo Fernández Alonso se vio obligado a enfrentarse contra los sublevados liberales que pronto fueron encabezados por el oportunista Pando.

Alonso, nacido en Sucre el 15 de agosto de 1849, gobernó Bolivia de 1896 al 1899 con un lineamiento conservador. Su origen chuquisaqueño y su posición política, más que su propia voluntad, lo obligó a encabezar el ejército conservador. Las fuerzas de Pando, inferiores al ejército chuquisaqueño que avanzaba de Oruro hacia La Paz; no contaba con suficiente armamento; en pleno levantamiento recién realizaban tratativas para adquirir armamento del Perú. En estas condiciones Pando llegó a Sica Sica a solicitar apoyo aymara. Las negociaciones fueron facilitadas por la familia Warachi. Por su esposa Pando sabía que en esta región están concentrados los ejes más poderosos de la nación aymara: Omasuyos, Pacajes, Sica Sica, Inquisivi. Ella conocía el protocolo y simbolismo aymara, por lo que los mensajeros de Pando se acercaron a las autoridades tradicionales con respeto y ofrendas de coca a la Pachamama, para convencerlos de apoyar a los criollos paceños.

El apoyo del Willca Zárate y de otros líderes como Juan Lero, Feliciano Mamani, Ascencio Fuentes y Manuel Flores, se hizo a la luz de la historia Katarista que plantea el Autogobierno Aymara, reivindicación definida ya claramente en los manifiestos de Tupac Katari. Este lider, en misiva a los españoles tras la captura de su esposa, la generala Bartolina Sisa, les ofertó garantizar el retorno de los europeos a su tierra de origen; quienes quedarían para autogobernarse serían los originarios. Coincidentemente, en la declaración del sanguinario fiscal q’ara Vilaseca, quien ordenó la muerte de Lero, se lee que los guerreros del Willka Zárate “mataron porque se creían dueños de todo el territorio boliviano, y que la raza blanca usurpa sus derechos...”.

Prueba de esta continuidad es el reproche del águila aymara Pablo Zárate al corrupto traidorzuelo Pando cuando éste ordena la eliminación de sus aliados indios de ayer. Pando dejaba el palacio presidencial cuando se le acercó una sombra, era el Willka pidiéndole audiencia, el q’ara indigno se negó y Zárate le increpó: “no vengo a pedirte clemencia sino justicia. No cometí otro delito que seguir tus instrucciones y el de creer en ti y en tus promesas de emancipar a mi raza. Me has engañado y has engañado a mi pueblo!”.

Varios historiadores reconocen el propósito nacionalista aymara, Bautista Saavedra, por ejemplo, escribió que el Willka Zárate planificaba el alzamiento de toda la raza aymara y Salamanca La Fuente que Zárate buscaba el restablecimiento del imperio indígena.

Prueba contundente es el acontecimiento de Peñas donde “Los caudillos del levantamiento no sólo aspiraron a restablecer el dominio de las nacionalidades de origen... constituyeron un gobierno indígena presidido por Lero y formado por Ascencio Fuentes, Feliciano Mamani y Manuel Flores...”, escribirá Condarco.

El ejército Aymara

El 20 de diciembre de 1898 el ejército constitucional recibe orden de marcha. La mimada y racista juventud blanca chuquisaqueña sale en guerra para “aplastar... a esos aimaraes almidonados a esos bárbaros sanguinarios que no han tenido la dicha de gozar de un ápice de civilización”, coreaban los periódicos Sucrenses. El de Alonso era un ejército bien pertrechado y con entrenamiento. Los liberales paceños sólo tenían desmesuradas ambiciones.

Logrado el apoyo aymara, miles de comunarios armados de q’urawas (hondas) e instrumentos rústicos de labranza se aprestaban al combate. Empero no iban a obedecer a un q’ara como Pando sino a un comandante aymara. Así el movimiento de Pando fue dirigirse a Sicasica donde estaba el ayllu de Zárate, entrevistarse con los Mallkus y hacer promesas que luego traicionaría. Los historiadores bolivianos discuten acerca de tales ofrecimientos: el nombramiento de general a Pablo Zárate, la codirección del ejército, la liberación de la población indígena y la restitución de tierras de origen. Augusto Guzmán reproduce esta versión cuando afirma que los federalistas prometieron a los aymaras tierras y libertad. Bajo la dirección de su comandante, Willka, los guerreros aymaras se enfrentan en desiguales condiciones con el elitista ejército chuquisaqueño. Sin embargo tenían la ventaja de conocer el terreno y contaban con la fortaleza qulla. El vigor de nuestra raza hizo que los luchadores de Willka pudieran resistir con escaso alimento. Pero sobre todo resaltó el valor indómito de la Nación Aymara, por el cual combatientes aún con seis balas en el cuerpo continuaban dando batalla al enemigo.

A medida que el ejército sucrense ingresaba en territorio aymara, era acechado por los guerreros desde las montañas. Cada paso de las tropas constitucionales era conocido por Pando gracias a los chaskis (emisarios aymaras), lo que permitió a los criollos paceños ejecutar acciones militares ventajosas. Los militares sucrenses pronto advirtieron el “cerco de indios” que los rodeaba. Su posición racista hizo que sus primeros objetivos fueran humildes comunidades aymaras. En Corocoro ingresaron robando, cometiendo abusos y disparando a los comunarios, pese a que fueron recibidos con hospitalidad. Estos abusos se repitieron alentando el levantamiento aymara, protagonista de la derrota del ejército de Sucre.

Las tácticas aymaras compensaron su inferioridad en armamento, a través de la vigilancia permanente al ejército enemigo; la información presta y detallada de sus movimientos; la negación al enemigo de información, alimentos, pertrechos y forrajes; el hostigamiento psicológico al perseguir al asustado ejército sucrense con el sonido de pututus y gritos. Estas tácticas, calificadas arrogantemente de “farsas de indiada” por los coroneles sucrenses (seguros que el pututu no podría enfrentarse a la ametralladora), lograron amilanar a las tropas sucrenses de forma que fueron totalmente derrotadas.

La ofensiva aymara era contundente: En caso de dispersión o distracción de las patrullas, éstas eran inmediatamente atacadas; en otros casos se rodeaba con movimientos envolventes al ejército sucrense agotándolo; alentaban la lucha cuerpo a cuerpo donde su bravura los hacía fáciles ganadores; percibían la vacilación de los contrincantes y los atacaban aterrorizándolos; sistemáticamente interrumpían la comunicación de las tropas constitucionales con sus mandos. A finales de enero de 1899 el levantamiento qulla se había extendido hasta Potosí.

Q’aras paceños igual a q’aras sucrenses

Una característica en la historia de las relaciones de criollos (que siempre han gobernado Bolivia) con indígenas, ha sido el choque de dos comportamientos y valores. Ejemplo reciente es el “caso de los tractores”. El año 2000, después de un levantamiento indio, el Estado boliviano firmó un convenio por el que, entre otros, se comprometía a entregar tractores para “modernizar” el agro (reivindicación primaria, pero comprensible cuando se sabe que en el agro se continúa utilizando herramientas pre hispánicas). Hasta hoy se ha cumplido en un 10%. Este incumplimiento buscó debilitar el liderazgo de Felipe Quispe y demostrar a los aymaras que su lucha y sacrificio de vidas humanas fueron “inútiles”. En el gobierno de Carlos Mesa, recién en 2003, llegaron 39 de los 210 tractores comprometidos, algunos se entregaron en el oriente cuyos agricultores no participaron en las movilizaciones. Como varios pueblos indígenas, los aymaras confiaron en la palabra del blanco. Sin embargo el blanco no respeta sus convenios, el blanco en su generalidad no honra su palabra. Lo mismo sucedió entre Pando y Zárate Willka. Los compromisos de Pando fueron incumplidos: el trato igualitario a los indígenas; el federalismo, con autonomía y autodeterminación para los aymaras; la restitución territorial. A costa de la vida de miles de aymaras, ganamos para Pando la guerra federalista, él arrojó a la basura su bandera de federalismo e hizo asesinar a Zárate Willka: Ese es el honor del blancoide boliviano.

La traición blancoide se insinuó prontamente. En Mohoza (Cochabamba) Clodomiro Bernal, comandante federalista de Pando, cometió varios atropellos: Azotó al corregidor Juan Bellot en la plaza pública por ser lerdo para proveer recursos a su tropa; exaccionó dinero al párroco del lugar; robó animales de los comunarios y su tropa torturó a los humildes indígenas qichwas. La arbitrariedad de los “socios” mestizos provocó un levantamiento de comunarios dirigido por Lorenzo Ramírez. Marcharon hasta Mohoza y después de perseguir y cercar a los abusivos acabaron con una veintena de ellos, proclamando que ya no obedecían más órdenes que las de Zárate Willka.

Este y otros levantamientos contra déspotas gamonales aceleraron los planes de traición de Pando quien ofreció a la comunidad de Umala ser el nuevo cuartel central indígena. Los umaleños, que ocupaban una posición vertical entre los aymaras por su control del mercado de coca en Oruro, aceptaron este ofrecimiento pensando ganar ventajas, cuestionando así el liderazgo del Willka.

El mayor sector indígena obedecía, empero, la comandancia de Zárate. Se expandió el levantamiento abarcando gran parte del territorio aymara. Los principales líderes fueron los Willkas, Feliciano Willka en Cochabamba y Potosí; Juan Lero y el Willka Manuel Mita (conocido entonces por la prensa como Cruz Mamani) en Oruro; Lorenzo Ramírez en Inquisivi, La Paz. Todos aceptaban la dirección de Pablo Zárate.

El 23 de marzo de 1899 el ejército aymara desarmado y sin apoyo de los bolivianos federalistas, se enfrentó al Batallón Alonso, la mejor unidad constitucionalista. Pese al valor de los aymaras que lucharon desde las 5 de la mañana hasta las 3 de la tarde, fueron pasados a cuchillo por los soldados. Este episodio se conoce como la masacre de Huayllas. El río de Huayllas, el Chunchullmayo, Río de Tripas, se llamó así por los restos de los valerosos qichwas descuartizados allí. Mientras la tragedia ensangrentaba Cochabamba, el 24 de marzo de 1899 un escuadrón selecto de unitaristas llega a Caracollo matando a 5 indígenas entre ellos mujeres y niños que se encontraban en un grupo de espectadores. El sonido profundo de los pututus les sorprendió anunciando que Willka se dirigía a Caracollo, a la cabeza de un ejército de 2000 Kataris. Los bandos chocaron en Vila Vila, donde los guerreros aymaras sin más armas que q’urawas enfrentaron los cañones y fusiles del ejército regular logrando una brillante victoria. Ese triunfo lejos de alegrar a Pando, lo inquietó. Mediante misivas secretas exigió armas a sus aliados blancos para enfrentar al ejército aymara.

Tras el triunfo de Caracollo, Zárate lanzó “La Proclama de Caracollo”, verdadero ideario aymara que plantea el objetivo de «regenerar Bolivia» a través del respeto a la identidad indígena: “...deben respetar los blancos o vecinos a los indígenas porque somos de una misma sangre e hijos de Bolivia, deben quererse como hermanos con los indianos... hago prevención a los blancos... para que guarden el respeto con los indígenas...”.

Esta “regeneración” es en realidad el propósito de liberación fuertemente perseguido por los aymaras. La forma propuesta es la armonía, la justicia, el respeto entre la q’aritud y los indígenas. Detrás de esta propuesta se manifiesta el profundo nacionalismo aymara que busca hacer de Bolivia una nación basada en la tolerancia y equidad. La respuesta de los q’aras fue NO. No a la tolerancia. No a la equidad. No a la justicia. No al respeto.

La victoria de Zárate en Caracollo decidió a Pando por la toma de Oruro donde estaban Alonso y sus tropas. El 10 de abril de 1899, Pando parte de Caracollo. A su vez el ejército constitucional se moviliza hasta San Juan, espiado por los chaskis aymaras quienes informan el menor movimiento a Pando. Cerca de Oruro los sucrenses observan el despliegue en los cerros del ejército aymara comandado por Zárate. En esta batalla final participaron los Willkas, Cruz Mamani y Lorenzo Ramírez. Luego del primer enfrentamiento con los aymaras Alonso descubre que detrás se encuentra el ejército de Pando. Al amanecer las tropas de Alonso son derrotadas. El júbilo se apodera del criollaje paceño y la prensa boliviana proclama que los “indios” no participaron de la batalla. Días después Pando advierte a los “indios” se retiren a sus comunidades, ordenando a sus soldados desalojar violentamente a aymaras y qichwas que continuaran sublevados.

Menos de dos semanas después inicia una feroz persecución a los líderes aymaras que le habían dado el triunfo.

El 23 de abril de 1899, solo 10 días después de la batalla del 2do. Crucero, es detenido el anciano Apu Mallku Juan Lero quien proclamara el gobierno indígena en Peñas. La misma suerte corre Mauricio Pedro, el protagonista del levantamiento indígena de Sacaca. También son apresados Cruz Mamani y el mismo Willka Pablo Zárate. Noventa qichwas son aprehendidos y arrastrados a La Paz, por los sucesos de Mohoza. Cruz Mamani fue abatido a tiros por los soldados bolivianos. El 14 de enero de 1901 Juan Lero murió de frío y hambre, a los 70 años, en su inhóspita celda. En julio del mismo año Zárate dejó la cárcel en un episodio no aclarado y posteriormente fue asesinado por un grupo de blancos en Imilla Imilla, la comunidad donde había nacido. Sus tierras y las de su comunidad fueron –según el historiador Condarco–usurpadas por el traidorzuelo José Manuel Pando.

Han pasado 107 años después de ese 23 de abril cuando fueran arrastrados a la cárcel y a la muerte los Willkas aymaras. Mi homenaje al Apu Mallku Juan Lero, al admirable general Aymara Pablo Zárate, al valeroso Cruz Mamani y a los levantados qichwas. Han transcurrido 107 años y la situación no ha cambiado mucho. En septiembre y octubre del 2003 la q’aritud dueña del Estado boliviano realizó las masacres aymaras más recientes. Expulsado el kharisiri Sánchez de Lozada, su vicepresidente descendiente de españoles por padre y madre, Carlos Diego Mesa Gisbert, asumió la presidencia de Bolivia en representación del criollaje “moderado”. En diciembre de 2005 ganó las elecciones Evo Morales, un sindicalista de extracción aymara.


El año 2000 un aymara dijo que ya estamos cansados del inquilino abusivo del Palacio de Gobierno, refieriéndose a los presidentes q’aras. ¿El actual gobierno es un inquilino más o pertenece a la prosapia de los Willkas?

3 comentarios:

  1. ORGULLO AYMARA
    Hay que reinventarse con este bagaje de valentia del pueblo originario Aymara, un arazo

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  2. Nación Aymara o muerto.
    PD: Exclusivamente aymaras nada de quechuas o otra etnia en nuestra nación

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