Por: Carlos Macusaya
[Artículo
publicado originalmente en facebook, octubre del 2015]
“Primero están la aves, las
mariposas, las hormigas, los cerros, los ríos, las estrellas, todos ellos… Para
nosotros (“los” “indígenas”) el ser humano está en último lugar”[1], así “entiende” el canciller boliviano, David Choquehuanca,
lo que caracterizaría a los “indígenas”; mientras lo opuesto seria lo
característico de los “no indígenas”. Sin embargo, el pasado viernes 17 de
abril [2015] por la
noche se vio una gran movilización en la ciudad de La Paz, movilización en
protesta por la muerte a pedradas de un perro. En los últimos años en Bolivia
muchas personas han muerto asesinadas de forma muy cruel, pero nunca se dio una
movilización como la que vimos el viernes. ¿Será que “el ser humano está en
último lugar”?
Si consideramos que desde las
urbes muchos idealizan la vida de las personas que viven en áreas rurales y que
son consideradas, colonialmente, “indígenas” y que además, quienes se
movilizaron por la muerte de un perro el pasado viernes eran personas que viven
en la ciudad, vale la pena hacer notar que para quienes la vida de los animales
es más importante es para “los” citadinos. ¿Son los citadinos más “indígenas”
que los que son considerados “indígenas” (la gente que se cree vive por
naturaleza en el área rural y ese sería su “habitad”)?
Nunca se ha sabido, por ejemplo,
de “indígenas” que se movilicen contra la caza y comercialización de aves
exóticas en la Amazonía, lo que es muy esclarecedor si consideramos que es en
las ciudades donde se dio la movilización en protesta por la muerte de un can. Mientras
los pachamamistas (como Félix Cárdenas o Fernando Huanacuni) hablan del
“indígena” como alguien que “vive en armonía con la naturaleza y con todos los
seres vivos”, los hechos crudos, como era de esperarse, los desmienten hasta ridiculizarlos. Los “indígenas” que trabajan como cooperativistas
mineros contaminan el medio ambiente; las marchas “indígenas” (como cualquier
otra, incluidas las que se hicieron por el TIPNIS) dejan mucha basura; en
varios lugares de Bolivia “indígenas” cazan animales exóticos para venderlos;
etc. Valga decir que todos estos fenómenos pueden ser explicados por varios
factores, fundamentalmente económicos y políticos; no se trata de una
“naturaleza indígena”.
Por
otra parte, en el tema de la movilización contra el maltrato a los animales las
“redes sociales” (sería mejor decir redes virtuales) jugaron un gravitante
papel. Las imágenes (audio incluido) en las que una mujer daba muerte a un
perro circularon con profusión, afectando la sensibilidad de muchas personas.
Aun así es llamativo que en Bolivia no se hayan dado movilizaciones contra las
agresiones racistas que se daban en Santa Cruz u otros lugares contra personas
de piel morena, ojos rasgados, pómulos sobresalidos. Veíamos por tv, casi en
vivo y directo, imágenes crudas sobre las violentas agresiones racistas a
hombres y mujeres (incluso se tienen imágenes de los agresores, pero no se sabe
que estén siendo procesados por tales actos), pero solo unos cuantos (los
“alborotadores” de La Plaza de Los Héroes y algunos jóvenes de El Alto) se
movilizaron.
Cuando
muchos veían pasivamente como se pateaba “indios”, algunos “ponchos rojos”, en
su impotencia, degollaron un par de perros, lo que indignó a muchas personas,
que incluso hicieron una marcha por ello, personas que nunca se movilizaron
contra las agresiones racistas. Por entonces se decía en los debates de La
Plaza de los Héroes: “para los q’aras los perros son más importantes que los
indios”.
Pero
bueno, lo cierto es que vivimos problemas muy crudos, desde muertes violentas
por asaltos o celos, personas que “viven” agonizando esperando ser atendidas en
la caja, jueces y fiscales que operan a favor de delincuentes, violadores y
asesinos, etc., pero no hay movilizaciones para cambiar estos problemas…!!!
Si por
un lado nos hemos engañado, gracias a las estafas de los pachamamones, creyendo
que en el área rural las personas consideradas “indígenas” practican el “vivir
bien”, también ahora podríamos engañarnos con la movilización en contra del
maltrato a los animales, creyendo que se trata de que en las ciudades las
personas son “más humanas”. Pero si muchas personas se pueden movilizar por los
animales y no lo hacen por los problemas que afectan y degradan la vida de “los
humanos”, “algo” debe estar mal.
El caso
de la mujer que mató a un perro la semana pasada, lo que causo la movilización
del viernes, fue fácilmente instrumentalizado por los racistas. Se pretendió
mostrar como los “indígenas”, en este caso se referían a “las mujeres de
pollera”, son seres “cruelmente salvajes”. Podría decirse ridículamente –como
leí en algún comentario en facebook– que las mujeres de pollera larga (de La
Paz) no son iguales a las de pollera corta (de Cochabamba).
Aquellos
quienes imaginan un mundo de bondad y armonía con todos los seres en el área
rural, deberían tener muy en cuenta que la marcha por los animales se hizo en
las ciudades por personas que viven en la urbe. El ser “sin manchas ni pecados
occidentales”, del que hablan los pachamamistas (y ganan dinero y “prestigio”
por ello), no existe. La vida de quienes son nombrados colonialmente como
“indígenas” no está exenta de contradicciones y problemas que también podríamos
encontrar entre gente que se cree “blanca” o “mestiza”.
Habría
que recordar que en redes sociales han circulado imágenes y videos donde se ve
a “blancos” matando perros u otros animales por diversión.
Tengamos
en cuenta que en el área rural un perro acompaña en las faenas de trabajo y que
en áreas periurbanas, es el guardián de la casa. En familias de clase media un
perro es una mascota que incluso recibe tratamiento espacial, con peluqueros y
demás. En general, en todos estos casos, hay una relación sentimental con el animal,
pero el entorno económico condiciona tal relación.
[1] Entrevista a David Choquehuanca, en Balance y perspectivas. Intelectuales en el primer gobierno de Evo
Morales, Ediciones Le Monde Diplomatique (Bolivia), Julio del 2010, p. 227-228. Llama la atención
el subtitulo, Intelectuales en el primer gobierno de Evo Morales, pues al
parecer, los entrevistadores (Maristella Svanpa, Pablo Stefanoni y Bruno
Fornillo) consideraban a Choquehuanca “intelectual”, lo que es casi sarcástico.
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