miércoles, 18 de enero de 2023

Sobre la tribu karai (Parte III)

 


Carlos Macusaya Cruz

Una de las más recientes hazañas de la tribu karai ha sido exigir censo para el 2023 y aceptar que este se realice el 2024. Para ello llevaron adelante un “paro general selectivo” entre ciudadanos de primera y de segunda, el cual duró más de treinta días. Esta medida mostró claramente su repliegue ya no solo a lo regional, sino a lo departamental. Si el 2019 le hablaban a Bolivia en general (y el 2008 hablaban de la “media luna”), ahora, tras su fracaso político con el “gobierno transitorio” de Jeanine Añez, se han ensimismado, incluso lanzando amenazas al resto del país si no se sumaba a su pedido.

Uno podría decir que en todo esto, a pesar de su retórica antiestatal, mostraron su estatalismo (pidiendo censo para recibir más recursos). Y es que, si bien se presentan como hombres valientes que heroicamente han forjado sin la ayuda de nadie todo lo que tienen (olvidándose, por ejemplo, del trabajo forzado al que sometieron a los “cambas cambas”), menos aún del Estado, lo cierto es que ese mismo Estado les dio un trato sumamente privilegiado; todo lo contrario de lo que hacía con los indios. No existirían como elite sin el apoyo estatal; claro que reconocer ese determinante apoyo significaría perder credibilidad, demoler sus propios mitos y erosionar la capacidad de cohesión que han logrado.

Empero, algo que no se debe perder de vista es que aquel paro fue también una forma de reordenar su trinchera en el marco de sus usos y costumbres: sentado la mano a quienes consideran sus “enemigos naturales” y a los “traidores”. Santa Cruz no es un espacio social homogéneo y menos aún está exento de problemas y contradicciones, la tribu karai lo sabe bien y por eso, para imponer sus decisiones y lograr sumisión de los “otros”, despliegan a grupos paramilitares y lanzan amenazas de “muerte civil”. Así frenan cualquier intento de desobediencia.

La imposición es su modo de hacer política y así oscilan entre el autoritarismo y lo dictatorial, enmascarado su accionar como movimiento cívico. Esto podría parecer contradictorio siendo un grupo que presume de modernidad; pero en su formación como clase han jugado un papel central elementos premodernos y estamentales que se expresan en su práctica política. Esto les ha permitido disciplinar eficazmente a su mano de obra y repartiese “tierras vaciadas”. No es algo extraño ni contradictorio que el capital se reproduzca con formas que no son fruto de la modernidad y esto pasa en distintos niveles y espacios (el “capitalismo con valores andinos” es otro ejemplo).

Esa forma de ejercer poder es legitimada con la construcción ideológica de un enemigo invasor, a quien se presenta como la razón de todos los males (como hacían los nazis con respecto de los judíos): los kollas. Desde luego, en muchísimos casos, son personas de origen andino o sus hijos quienes reproducen esta forma de entender Santa Cruz y quienes operan como “agentes de seguridad” de la tribu karai.

En esa situación, la población kolla asentada en Santa Cruz es objeto de asedio constante para mantenerlos a raya, para colocarlos en condición de ciudadanos de segunda en nombre de la “democracia”. Los medios de comunicación de esta tribu y sus opinadores despliegan intensas campañas para edulcorar sus prácticas autoritarias y dictatoriales. Así, por ejemplo, vimos que cuando paramilitares atacaban a comerciantes kollas los presentaban como “vecinos”.

Han venido ejerciendo violencia racista impunemente con el apoyo de los “defensores de la democracia” de la parte andina del país, porque para estos últimos los agredidos son “ciudadanos de segunda”.

¿Puede mantenerse sometida a una población de manera permanente? ¿No se está incubando una respuesta ante esta situación? La tribu karai se ha formado con el respaldo del Estado y no ha enfrentado grandes resistencias; pero la historia no se detiene y, en ciertas circunstancias, quienes la sufren suelen cambiarla.

domingo, 1 de enero de 2023

Sobre la tribu karai (Parte II)

 


Carlos Macusaya Cruz

En la lucha de la tribu karai por resguardar su estructura de poder, la identidad regional camba opera como parte de sus mecanismos de control y ordenamiento poblacional. Para esto han hecho un trabajo previo de gambetas y malabarismos discursivos, quitándole “lo indio” a “lo camba” para así (“purificado”) apropiárselo como su identidad.

A finales del siglo XIX los karai presumían de ser “blancos puros” y descendientes directos de los colonizadores españoles. En ese tiempo Gabriel René Moreno decía “el artículo inviolable de doctrina popular cruceña: los enemigos del alma son tres: colla, camba y portugués”. Veían como enemigos, entre otros, a los cambas (los “indios” del oriente) y, por lo mismo, no se identificaban de ese modo, menos aún como “nación camba” (eso hubiera sonado a “nación de indios”).

La cosa cambia después de la llamada “revolución nacional” (1952) y de la ampliación formal de la ciudadanía. Esto significaba un riesgo a la forma de reproducción (familiar estamental) que ha sostenido la tribu karai; sin embargo, se ven obligados a incluir a los indígenas en su retórica y en ese proceso resignifican lo camba y lo “desindianizan”. Desde entonces van planteando como “fundamento racial” propio un mestizaje en el que lo bueno de los colonizadores y de los colonizados se habría conjugado a diferencia de lo que habría pasado en la parte occidental del país.

En un tiempo de “política de masas” resultaba contraproducente identificarse públicamente como blancos puros. Además, los nuevos miembros de la tribu que fueron llegando posteriormente (yugoslavos, árabes, etc.), que también recibieron con entusiasmo el apoyo del Estado, no encajaban en la imagen de “españoles puros”; entonces, resultó más útil reivindicar un “mestizaje bueno” en el que los indígenas se diluyeron en el pasado. 

En un tiempo en el que se hablaba de “gobierno indígena” no fue casual que la tribu caria haya recurrido a la movilización de las “emociones identitarias raciales” y a las amenazas de independencia ya que su relación con el poder estatal no les era favorable, por eso buscaron cambiar la correlación de fuerzas de manera violenta. Y esto no es algo nuevo, por ejemplo, René Zabaleta apuntaba que, durante el gobierno de Juan José Torres, cuando se había instalado una Asamblea Popular, desde Santa Cruz “la derecha ‘calienta’ el golpe con una campaña regionalista, racista y separatista”. Ese golpe (1971) llevó a Hugo Banzer al poder y su dictadura, que benefició a la elite cruceña, nunca se vio amenazada por esa misma elite.

La llegada del MAS al gobierno, el 2006, fue un cambio en la correlación de fuerzas. Ante este hecho, la tribu karai planteó la separación de la “media luna” y movilizó el “odio racial” con sus medios de comunicación y su grupo paramilitar: la Unión Juvenil Cruceñista. Buscaron que la Asamblea Constituyente aborte. Le opusieron al proyecto de constitución sus estatutos autonómicos. Pero en las siguientes dos gestiones del MAS asumieron una postura pragmática, en tanto se veían beneficiados por el gobierno.

La temprana candidatura de Evo Morales para las elecciones generales de 2019, pasándose por alto lo que establece la Constitución y el resultado de un referéndum, obligó a la tribu karai a dejar el pragmatismo. Movilizaron su estructura para dirigir a sectores que tenían distintas razones para protestar contra el gobierno, pero que coincidían en su “antimasismo”. No hubieran podido articular a todos esos desencantos y protestas si expresaban abiertamente su racismo (como la habían hecho en la primera gestión del MAS o como lo hicieron después de la renuncia obligada de Morales).

Lograron una victoria al derrocar a Morales; pero, siendo el poder detrás del “gobierno transitorio” de Jeanine Añez, fracasaron y, al no entender el “país de indios” que desprecian, “le tendieron la cama” al MAS. Ante su propio fracaso pasaron al repliegue regional, reivindicando el federalismo.