Carlos Macusaya Cruz
En la lucha de la tribu karai por resguardar su estructura de poder, la identidad regional camba
opera como parte de sus mecanismos de control y ordenamiento poblacional. Para
esto han hecho un trabajo previo de gambetas y malabarismos discursivos, quitándole
“lo indio” a “lo camba” para así (“purificado”) apropiárselo como su identidad.
A finales del siglo
XIX los karai presumían de ser “blancos puros” y descendientes directos
de los colonizadores españoles. En ese tiempo Gabriel René Moreno decía “el
artículo inviolable de doctrina popular cruceña: los enemigos del alma son
tres: colla, camba y portugués”. Veían como enemigos, entre otros, a los cambas
(los “indios” del oriente) y, por lo mismo, no se identificaban de ese modo,
menos aún como “nación camba” (eso hubiera sonado a “nación de indios”).
La cosa cambia
después de la llamada “revolución nacional” (1952) y de la ampliación formal de
la ciudadanía. Esto significaba un riesgo a la forma de reproducción (familiar
estamental) que ha sostenido la tribu karai; sin embargo, se ven
obligados a incluir a los indígenas en su retórica y en ese proceso
resignifican lo camba y lo “desindianizan”. Desde entonces van planteando como
“fundamento racial” propio un mestizaje en el que lo bueno de los colonizadores
y de los colonizados se habría conjugado a diferencia de lo que habría pasado
en la parte occidental del país.
En un tiempo de
“política de masas” resultaba contraproducente identificarse públicamente como
blancos puros. Además, los nuevos miembros de la tribu que fueron llegando
posteriormente (yugoslavos, árabes, etc.), que también recibieron con
entusiasmo el apoyo del Estado, no encajaban en la imagen de “españoles puros”;
entonces, resultó más útil reivindicar un “mestizaje bueno” en el que los
indígenas se diluyeron en el pasado.
En un tiempo en el
que se hablaba de “gobierno indígena” no fue casual que la tribu caria haya
recurrido a la movilización de las “emociones identitarias raciales” y a las
amenazas de independencia ya que su relación con el poder estatal no les era favorable,
por eso buscaron cambiar la correlación de fuerzas de manera violenta. Y esto
no es algo nuevo, por ejemplo, René Zabaleta apuntaba que, durante el gobierno
de Juan José Torres, cuando se había instalado una Asamblea Popular, desde
Santa Cruz “la derecha ‘calienta’ el golpe con una campaña regionalista,
racista y separatista”. Ese golpe (1971) llevó a Hugo Banzer al poder y su
dictadura, que benefició a la elite cruceña, nunca se vio amenazada por esa
misma elite.
La llegada del MAS
al gobierno, el 2006, fue un cambio en la correlación de fuerzas. Ante este
hecho, la tribu karai planteó la separación de la “media luna” y movilizó
el “odio racial” con sus medios de comunicación y su grupo paramilitar: la
Unión Juvenil Cruceñista. Buscaron que la Asamblea Constituyente aborte. Le
opusieron al proyecto de constitución sus estatutos autonómicos. Pero en las
siguientes dos gestiones del MAS asumieron una postura pragmática, en tanto se
veían beneficiados por el gobierno.
La temprana candidatura de Evo Morales para las elecciones generales de 2019, pasándose por alto lo que establece la Constitución y el resultado de un referéndum, obligó a la tribu karai a dejar el pragmatismo. Movilizaron su estructura para dirigir a sectores que tenían distintas razones para protestar contra el gobierno, pero que coincidían en su “antimasismo”. No hubieran podido articular a todos esos desencantos y protestas si expresaban abiertamente su racismo (como la habían hecho en la primera gestión del MAS o como lo hicieron después de la renuncia obligada de Morales).
Lograron una victoria al derrocar a Morales;
pero, siendo el poder detrás del “gobierno transitorio” de Jeanine Añez,
fracasaron y, al no entender el “país de indios” que desprecian, “le tendieron
la cama” al MAS. Ante su propio fracaso pasaron al repliegue regional,
reivindicando el federalismo.
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