Por Carlos Macusaya
La “tribu karai”
(la elite cruceña) formó una identidad regional, maquillado las jerarquías
sociales con el manto de la cruceñidad, con la cual cohesiona a distintos
segmentos poblacionales y en la que identifican como antípodas al Estado y a
los kollas. Se trata de un elemento central en su reproducción como grupo dominante
y que legitima sus rígidas prácticas autoritarias y estamentales. No es casual
que cuando hay “riesgos de democratización” movilicen las “emociones
identitarias” que cultivan con mucho cuidado, pues esto les permite resguardar
la estructura de poder que han construido con el (negado) respaldo del Estado y
el (también negado) trabajo de los kollas, colocando a la vez por fuera de foco
las diferencias y contradicciones internas de la población cruceña.
Más allá de su
retórica, el papel del Estado en la formación de la agroindustria cruceña ha
sido fundamental y tiene un antecedente importante en la "Misión Económica
de los Estados Unidos a Bolivia", más conocido como “plan Bohan”. Este
programa de cooperación económica empezó su trabajo en 1942, delineando el papel que el Estado debía jugar
para que se desarrolle una agroindustria en el oriente. No es casual que en
1943 se haya iniciado la construcción de la carretera Cochabamba - Santa
Cruz.
Con el arribo al
poder político por parte del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en
1952, ese plan encontró mejores condiciones para su aplicación, para lo cual se
usaron no solo los recursos provenientes de la “cooperación internacional”,
sino también los que generaba la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL). Con
la reforma agraria (1953) se dio un reparto de tierras en el oriente que
favoreció a la formación de grandes propiedades y a la consolidando de las ya
existentes. Asimismo, los ex-indios de la parte occidental del país se
convirtieron en la cantera de mano de obra barata que era desplazada de forma
planificada y por “rebalse” hacia “lejano oriente”.
En general, la
formación de la burguesía agroindustrial fue financiada con los recursos
económicos que generaba la actividad minera en el país y el dinero
norteamericano, entre donaciones y créditos. En este último caso, por ejemplo,
en la segunda mitad de la década de los 50, el gobierno del MNR destinó a la tribu karai más del 40 % del dinero del programa norteamericano Crédito Agrícola
Supervisado (SAI). Por su parte, Hugo Banzer Suarez, durante su dictadura
(1971-1978), también los benefició con un reparto “generoso” de tierras y
decretos para “aliviar” sus deudas. Un papel similar jugó el gobierno de Jaime
Paz Zamora (1989-1993). Es más, los gobiernos que se sucedieron entre la década
de los 80 y 90 favorecieron a la elite cruceña con canalización de créditos,
subvención al diésel, obtención de mercados y disminución de impuestos.
La tribu karai no mostraba cuestionamientos serios al poder estatal ni planteaba independencia; como sí lo hizo con los cabildos de los años 2004 y 2005. Este cambio se entiende si se considera que el año 2000 se produce la “guerra del agua” en Cochabamba y los bloqueos aymaras dirigidos, desde la Central Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), por Felipe Quispe Huanca. Se estaba cuestionando de manera masiva el modelo económico vigente y los indios habían empezado ponerse de tú a tú frente a los q’aras. Se produce un cambio en el escenario y la relación de la elite cruceña con el poder estatal empieza a correr peligro. Se iba poniendo en evidencia que los “partidos tradicionales” habían perdido la capacidad de mantener al margen de las decisiones políticas a las mayorías.