jueves, 13 de octubre de 2016

Incongruencia entre vestimenta, palabra y acción

Ramiro Reynaga*

Tras cinco siglos de noche, terror, colonia, se vislumbran las primeras luces del amanecer.

El Pachakuti, sin embargo, todavía no está en la vida diaria. La oligarquía, la casta militar policial, la burocracia, que son los grandes enemigos de la Nación Aymara, Qheswa, Amazónica, todavía no han sido tocados.

Los tres cambios más importantes son de imagen:

1.- Una cara india está en el palacio de gobierno.
2.- La wiphala va saliendo de la clandestinidad, aunque todavía se le cierra la entrada al palacio.
3.- Proliferan chamarras de awayu y cuero.

Es realidad social, ya no personal.

Tengo algo que ver con el asunto. Jamás lo mencionaría de no tratarse de un hecho histórico importante. Como tal debe ser registrado con veracidad para las generaciones siguientes.

Me indianicé en México. Llegué exiliado por estar mi nombre en el diario escrito por el Ché en Ñankawasú. Fracaso militar, político e ideológico causado por no ver lo patente: Bolivia es país indio.

Mi primer libro, Ideología y raza en América Latina, intentó pues construir un puente entre marxismo y pueblo andino. La derecha gobernante lo acogió con gasolina y fósforo. La teoría europea de izquierda, por su parte, descartó el retrato de la realidad andina como “desviación indigenista”.

Puse a un lado la bandera roja y agarré para siempre la wiphala. Lo prueba mi segundo libro, Tawa Inti Suyu, cinco siglos de Guerra India, publicado en Perú, México, España, Japón y también incinerado en Bolivia. Recordé mi primera lengua, paterna, el qheswa. Decidí afirmar mi identidad política con mi apariencia y mi ropa.

Regresé a Bolivia con una larga senk’a, trenza, como la usaba mi abuelo Genaro. Un amigo, Claudio Delgado, vecino de joqho joqho, barrio más conocido hoy como “Amor de Dios”, me cosió pantalón y jubón, camisa de wayeta blanca: Era la viva imagen del mestizo recién indianizado.

Otro vecino y amigo, Domingo Mamani, me cosió mi primera chamarra de awayu y cuero, a comienzo de los 80. Esta nueva ropa, como mi segunda piel me cubrió a diario por los caminos del mundo, sobre tierra y sobre alfombras de lujo. Como primer coordinador del recién creado Concejo Indio de Sudamérica me acompañó a Europa, Estados Unidos, Japón, Groenlandia, Cachemira, India, Islas Fidji, Nueva Zelanda y otras regiones.

En Paris una cantante boliviana me regañó: “El awayu es sagrado, no debe cortajearse”. Yo estaba seguro, el awayu saldría de los museos para estar en la vida diaria: en chamarras, pantalones, mochilas, maletines, produciendo mercado, trabajo, anuncio, premonición.

Después, un miércoles día de feria en Pocota, compré un costal de papas, con bandas cafés y blancas de diferentes anchos, hecha con lana pesada de llama, costales que hoy desparecen por la invasión de las saqañas de plástico, de a un boliviano cada una. Debido a su grosor no podía combinarse con napa, el cuero delgado apto para el awayu. Usé un cuero grueso y salió muy bien. Seguro me imitarán. La reacción de los aparapitas, q’epiris, cargadores fue de asombro y broma traviesa, al mirarme comentaban riendo: “Yä, kustalä”.

La actual chamarra presidencial de Evo Morales fue costurada por Beatriz Canedo Patiño, perteneciente a la costra blancoide, enemiga de la Nación Andina. Hubiera sido muy diferente si esta ropa novedosa hubiera sido confeccionada por un artesano aymara-qheswa y regalada al presidente aymara por un Ayllu.

Naturalmente me siento bien al ser imitado por un presidente y, en consecuencia, por mucha gente más, incluso en Europa y Estados Unidos. Me sentiría mejor, sin embargo, si Evo Morales me hubiera imitado también en algo más profundo que la costura:

Si hubiera dejado también a un lado la bandera roja extranjera y hubiera levantado solamente nuestra wiphala sagrada.

Si dejara de hablar de Bolivia, del Estado colonial centenario y comenzara a hablar en aymara, en qheswa, de la Nación Milenaria Andina, del Qollasuyu, del Tawa Inti Suyu.

Si recordara a Fausto Reinaga: “El hombre es tierra que piensa”; “Ni Cristo ni Marx”.

Entonces habría coherencia, complementación, armonía entre vestimenta, pensamiento, palabra, acción. Terminaría la incongruencia de un presidente indio ostentando awayu y levantando el puño izquierdo en señal se servidumbre al hombre blanco, a Occidente, al masacrador de sus abuelos.

Así Evo cumpliría. Cumpliría con su propio pueblo andino colonizado y no con los colonialistas extracontinentales.

* Escritor indianista, fue militante del MITKA, Movimiento Indio Tupak Katari y primer coordinador del CISA, Concejo Indio de Sudamérica.
wankareynaga@hotmail.com

Nota: Este artículo se publicó originalmente en el Pukara n° 20.

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