Carlos Macusaya
Tuve la oportunidad de estar en
“el fin del no tiempo”[1],
el evento que el “gobierno indígena” llevó adelante en Copacabana y la Isla del
Sol, y debo decir que tal acto estuvo lleno de “contra-ejemplos” con respecto a
lo que se supone es el “indígena”, el “vivir bien”, la “descolonización” y
otros temas relacionados. De hecho en el evento la contradicción entre discurso
y hechos se hizo evidente de maneras hasta jocosas. En las líneas que siguen
quiero mencionar algunos de esos “contra-ejemplos” que espero sean útiles para
la reflexión, que sirvan como un “pretexto” para motivar un sano debate sobre
estos temas.
Curiosidades sobre la Organización
El evento empezó con una feria a
orillas del “lago sagrado” el miércoles 19 de diciembre, casi al medio día. Yo
llegué a Copacabana a las 10 am y vi que en la plaza principal estaban armando
las carpas para la feria, pero quienes se dedicaban a hacer este trabajo se mostraban
inseguros de ello, pues, aun no estaban seguros del lugar donde sería la feria.
Escuche decir a uno de ellos que debían esperar al “vice” (se referían al
viceministro de descolonización Félix Cárdenas) para estar seguros de lo que
hacían. Es decir que el mismo día del evento, los encargados no sabían dónde
sería armada la feria (téngase en cuenta que la playa está a unas cuadras de la
plaza del lugar). Esto muestra mucha improvisación y evidencia que se ocuparon
más en el impacto mediático del evento que en la organización misma.
Un detalle que no puedo dejar de
mencionar es que en el stand del viceministerio de descolonización se
encontraban varias muchachas, unas 6 me parece, una de ellas vestía pollera; lo
que me llamó la atención era que mientras la “cholita” se encargaba de la papelería
junto a otra muchacha el resto de ellas se ponían a bailar. Debo mencionar
también que varias personas, que decían estar invitadas a la feria como
expositores, no encontraban un lugar para mostrar su trabajo y es comprensible
por la improvisación y porque algunos empleados del estado se dedicaban a
bailar antes de atender a los invitados.
Más revelador fue el hecho de que
cuando el vice ministro Félix Cárdenas pronunció un discurso que gusto a la
mayoría de los visitantes[2],
las “bailarinas de la descolonización” hicieron unos gestos de burla y
desprecio por lo que oían. Ya casi por la media noche, vi alguna de “las
bailarinas de la descolonización” y sus acompañantes pasar cerca de la plaza,
caminaban tambaleándose (tenían “varias copas encima”) y mientras conversaban se
burlaban de lo que el viceministerio estaba haciendo en el lugar.
A los pocos minutos pasaron otras
personas (dos para ser exacto) que refunfuñaban porque, según lo que
comentaban, ellos estaban haciendo solos el trabajo. El reclamo más fuerte fue
el de haber dado dinero para el evento y ni siquiera haber recibido comida. Una
amiga de Lima me comento[3]
que ella había comido tres platos en el almuerzo y dos en la cena y que le
habían dado varias fichas para la comida, pero que ya no pudo comer más y
además me dijo que muchas personas comieron más de dos veces. El día jueves 20
de diciembre, al conversar con uno de los expositores de la feria, salió también
el tema de la comida y él decía que no recibió nada y que lo mismo pasó con
muchas personas. Hubo empleados del estado e invitados que no comieron mientras
otros ya no podían comer más.
Más indígenas que los “indígenas”?
Muchos de los que asistieron al evento
eran hipees, de hecho el lugar parecía “hipeelandia”, a ellos se sumaban
“simpatizantes” de la lucha “indígena”. Al momento de hacer algún tipo de
“ritual” estos eran los más “devotos” y hasta parecía que entraban en “trance”.
Bailaban la música andina con mucha energía, aunque era evidente que no
“agarraban” el ritmo ni el estilo del baile. A su lado estaban los “indígenas”
que no hacían nada de lo que ellos hacían. De hecho éstos últimos miraban
extrañados las actitudes de los más “devotos”. Los visitantes venían a
participar de algo que no encajaba con lo que los “indígenas” hacían.
Lo que resume y sintetiza lo que quiero expresar es que, ya en la Isla
del Sol, el día jueves, sucedió la desmitificación del indígena “ecologista”,
pues los platos desechables para la comida (incluidos los cubiertos y los
vasos) e incluso la comida eran echados al piso con toda naturalidad por los
“indígenas”, incluso escuché decir a un “indígena” de Potosí: “esto está bien
para el perro”, se refería a la cena que era algo parecido a un “majadito”;
mientras decía eso hecho la comida al piso y con ella el plato desechable. Los
que terminaban recogiendo lo que los “indígenas” votaban sobre la “madre
tierra” eran, además de los encargados, los que venían a aprender la cultura
“indígena”. Aquellos que supuestamente son los que cuidan a la “pachamama” no
hacían lo que se supone deberían hacer y los que venían a aprender de ellos
terminaban haciendo lo que no hacían sus “maestros”.
Vivir bien, NO! Ganar BIEN!
Se ha dicho mucho sobre el
carácter anticapitalista del “ser” “indígena” y su cosmovisión, pero los hechos
son duros para los que creen en esto. Cuando me tocó ir a la Isla del Sol, el
jueves al medio día, escuche dos discusiones por el mismo tema: el costo de los
pasajes (40 bs). Quienes querían ir a la isla reclamaban que un día antes, el
viernes 19, el costo era de 15 bs. La respuesta que recibieron quienes reclamaban
fue clara, los lanchistas decían que ellos se habían reunido con el canciller y
en tal reunión se acordó el precio. Era evidente que el “vivir bien” no les
interesaba a los aymaras dueños de las lanchas, lo que ellos querían era “ganar
bien”.
Pero el “vivir bien” fue el
“señuelo” que atrajo a muchos de los visitantes. En los puestos de venta, tanto
en Copacabana como en la Isla del Sol, muchas personas preguntaban sobre algún
material que se refiera al “vivir bien”, pues ellos habían viajado hasta
Bolivia para aprender sobre el tema en
cuestión. Lo llamativo era que la gran mayoría que buscaba ese tipo de material
eran “indígenas”, es decir que los que supuestamente son portadores de esta
idea la estaban buscando. No faltaron comerciantes aymaras que tenían entre sus
mercaderías libros referidos al tema y realmente ¡VENDIERON BIEN! su material y
los compradores fueron principalmente “indígenas” de otros países, quienes
estaban “sedientos” por algo que les dijera lo que son[4].
Coca: hoja sagrada?
El miércoles 19, por la noche, se
realizó una especie de encuentro entre productores de coca de Perú y Bolivia
(también había personas de Colombia), en el que se discutió el carácter
“sagrado” de la coca y lo importante de cultivarla. Se escucharon muchos
discursos sobre la identidad “indígena” expresada en la coca. Tristemente en
este acto, como en otros, se dejó de lado el hecho de que antes de la colonia
el uso de la coca tenía un carácter ritual y su consumo era restringido; fue en
la colonia que esta hoja se dio a los “indígenas” en lugar de comida, pues esto
era más barato para los españoles. Defender el “consumo tradicional” de la hoja
de coca es defender los “usos y costumbres” de la colonia y esto en nombre de
la “descolonización”, que contrariedad.
En el mismo coliseo, la coca
estaba regada por el piso y era pisoteada por quienes defendían el carácter
sagrado de la hoja, era evidente que eso de “sagrado” solo era una palabra
vacía. Pero tuvo mejor suerte el licor de coca, pues fue un producto muy
vendido en el evento; no sucedió lo mismo con los panetones de coca que un muchacho
de Lima (Perú) llevó al lugar, quien hasta el último día del evento no vendió
ni un panetón de coca. La coca en el
piso, en licor o en panetón no tenían el mismo significado para los defensores
de la coca, lo sagrado se diluía según la ocasión.
El modelo de la “descolonización”
El detalle más ilustrativo de
este evento fue para mí la llegada a la Isla del Sol por parte del
Vicepresidente, Álvaro García, en un helicóptero y la llegada del presidente
Evo Morales en una barca “ancestral” de totora. Era la simbolización de lo que
es la descolonización para el gobierno: los “indígenas” con lo “ancestral” y
los “blancos” con lo “moderno”. Esta es la noción sobre descolonización que
domina en el gobierno del MAS y es una idea muy colonial, pues el “indígena” es
entendido como un ser por fuera de la historia, antes por su carácter opuesto a
la “civilización” y ahora porque “así se respeta su cultura”.
En este evento “ancestral”,
creado muy recientemente para divertir a “blancos”, el “indígena” fue tomado
como el realizador de las fantasías de los no “indígenas”, por lo que el sujeto
político fue deformado hasta hacerlo objeto turístico[5].
El parecer algo que los otros buscaban
fue la norma de los organizadores, pero en este afán no ayudaron mucho los que
debían parecer el objeto deseado. El deseo de los otros fue la pauta para el
acto[6]
que se esperaba de los colonizados, pero estos sujetos hicieron lo que no se
esperaba de ellos, sin embargo, al parecer eso no importó, pues la idea era
hacer un show para las cámaras y mostrar al mundo la “descolonización” en
Bolivia.
Lo que quise hacer notar en estas
líneas es que los “indígenas” están contra las ideas de los indigenista, de
hecho las ideas de los indigenistas son ajenas a los “indígenas”. Esta es una
temática por esclarecer y espero que estos apuntes sean, como ya dije, un
pretexto” para ello.
[1]
“Los Aymaras sostienen que es
el fin de la Macha que quiere decir desequilibrio y oscuridad, egoísmo y
traiciones, para adentrarse a la Pacha que es el retorno al equilibrio, a la
luz y a la armonía.” Esto se puede leer en el material que repartieron y que
lleva el nombre de “Soberanía”. La idea de “macha” no es sostenida por “los”
Aymaras, sino por un Aymara: Germán Choquehuanca (quien solía hacerse llamar
“Inka” y fue parte del MUJA y diputado del MIP) en su libro “Wiphala Guerrera”.
Curioso es que los “descolonizadores” oculten el dato, pues además Germán
Choquehuanca es “padre” junto con otros del “Mara Wata” (hoy conocido como
Willka Kuty o Machaq Mara).
[2] La
mayoría eran hipees y místicos.
[3]
Me encontraba conversado con ella desde la 10 pm sobre la wiphala y la “hoja
sagrada”. Ella creía en lo milenario de la coca y la wiphala y lo sagrado de la
coca, pero yo estaba en contra de su idea, así que la discusión se extendió
hasta muy tarde; pero en la charla salto el tema de la desorganización del
evento y así el de la comida.
[4]
Muchos hacen fama hablando sobre lo que es ser “indígena” y sus ideas distan
mucho de la vida de los que ellos llaman
“indígenas”. Un ejemplo: la Fundación Boliviana Para la Democracia
Multipartidaria, en la primera mitad del año pasado (2012), organizó una
“charla” sobre el “vivir bien”, el invitado era un ecuatoriano que se hacía
llamar “Atawallpa” y que escribió un libro sobre el tema. “Atawallpa” presumía
de que era invitado a dar conferencias sobre el tema en Europa, pero a la hora
de los cuestionamientos que algunos
“indígenas” planteaban a sus ideas solo escapaba por la “tangente”. “Atawallpa”
era un “blanco” que decía como son los “indígenas” y casi nos invita a drogarnos
para entenderle y entender a los “indígenas”. De este tipo de estafadores hay
muchos y se los considera “sabios”.
[5]
No hay que dejar de lado que mientras el evento se realizaba, antes y después,
muchas personas de Potosí llegaban a La Paz a pedir limosna y entre ellos
muchos niños que nada saben de “vivir bien”, porque esa es una idea que “los
blancos” han hecho sobre ellos, sobre nosotros y nos es ajena.
[6]
Me gana la tentación de hacer una comparación: una mujer que quiere algo puede
obtenerlo exhibiendo su cuerpo en la forma que un hombre lo espera, es decir el
deseo del hombre es su pauta. Los indigenistas buscan exhibir a los indígenas
en función del deseo de exotismo de los gringos. Acá la diferencia es que los
indigenistas no exhiben su cuerpo sino el de sus “indígenas”.
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