lunes, 3 de octubre de 2016

La idealización del “indio”: de la condición histórica al sujeto político.

Por: Carlos Macusaya


Hay una gran variedad de formas en las que se emplea el término indio, que en general coinciden en el aspecto peyorativo, pues el uso habitual de tal palabra tiene motivaciones racistas y estas motivaciones son lo que se descarga cuando se ataca a alguien empleando el término indio. Se busca ofender, lo más posible, a quién se apunta con tal palabra. Pero este uso nos indica que la palabra lleva ya la marca racial y se refiere a un sujeto racializado, todo esto por la dominación “blancoide”; es esto lo que la habilita en su habitual uso. Sin embargo, es también habitual el cuestionamiento al uso de la palabra en términos tales como: “los indios están en la India”, “no somos indios, Colón se equivocó…”. Y, por tanto, se concluye simplistamente que quién hace uso del término indio lo hace por ignorancia[1] y está equivocado.

Hay otra implicación, entre tantas otras, que vale la pena resaltar en el uso del término indio y ésta se refiere a algo que hay que ocultar o mantener escondido. Esto se expresa generalmente así: “se le ha salido su indio…”[2]. Es otro quién hace notar que lo que se pretendía esconder ha sido percibido. El término indio viene en segunda instancia, pues antes el indio como sujeto racializado ya se manifestó. Esta manifestación escapa de la represión que en el fuero interno del sujeto se ha constituido como negación de sí mismo y que al ser percibido es inmediatamente “catalogado” como algo que corresponde a un indio.

La palabra indio lleva la marca racial como consecuencia de la dominación colonial y es esto lo que determina su uso como[3] insulto. Lo que se busca al aludir el equívoco es eludir el insulto inhabilitando la palabra (aunque la carga sigue “viva”). En sentido de referirse a algo que hay que esconder, la palabra indio, a través de la manifestación de lo escondido, nos pone frente a la condensación negativa de la experiencia del sujeto racializado. Si como insulto se busca herir con la palabra indio, con la alusión al equívoco se busca eludir tal intención, pero en este caso, como en la situación en la que se manifiesta lo que hay que esconder, la herida ya está por dentro del sujeto racializado y es ahí donde apunta la intención de herir de quién insulta. La ruptura con respecto a este uso habitual del término indio y sus implicaciones es un esfuerzo de los indianistas y tiene su referente máximo en las obras de Fausto Reinaga[4].

En “La Revolución India” de Fausto Reinaga, libro muy difundido e influyente[5], se pueden encontrar por lo menos dos formas de pensar al indio: 1) como condición esencial[6] y 2) como condición histórica. Estas formas, en el análisis que el autor desarrolla, se afectan entre sí. Esta “afectación” mutua ha hecho que dichas formas sean para muchos indiferenciables y por lo mismo los ha llevado a una actitud de desentendimiento sobre el tema, “alejando” así la posibilidad de esclarecer el vínculo que relaciona a estas formas y de este modo se ha desviado la atención sobre el proceso en cual se producen, en el que operan y se vinculan.

La forma 1, el indio como condición esencial, nos refiere a un sujeto pensado más allá de las relaciones de poder. Un sujeto cuya vida sólo es posible sí entre los procesos político económicos y él hay una distancia que lo mantenga en un estado de “intangibilidad” y eso es imposible. Si esta imposibilidad es asumida como “realmente posible” anularía la dimensión básica del discurso indianista: el énfasis en la dominación colonial, pues si el sujeto estuviera distanciado, la colonización no lo hubiera constituido como sujeto dominado, como indio.

“A primera vista” la forma 1 nos aleja del sujeto histórico y por lo mismo de cualquier consideración de lo que hizo, hace o proyecta (y a esto apuntan quienes descalifican el indianismo de Reinaga). El antes, el después y el ahora pierden sentido y da la impresión de que no nos queda otra que “atenernos” a la forma 2, desechando la forma 1, pues esta última sería un “error”. Pero el error radica en esta actitud de desechar lo que hay que explicar (error de los críticos del indianismo y de muchos exindianistas) y para esta explicación no basta la forma 2, pues, junto a la primera forma, son parte del proceso de constitución del sujeto político.

El indio esencial visto como un ser inmaculado es la forma en que se expresa la transición entre el sujeto racializado y el que busca poner fin a esa condición. En este afán tal sujeto crea y recrea aspectos simbólicos en los que se presenta a sí mismo como la bondad personificada. En esta idealización se expresan las condiciones históricas que vive tal sujeto, pues éste al encontrarse “divorciado” de su pasado[7], lo reconstruye reinterpretando la historia y llenando los “vacíos”. Se construyen representaciones “románticas” de lo que se fue, pero se las construye a partir de lo que se es. Y se es lo despreciado, lo feo, lo ignorante, lo que no se quiere ser y por lo mismo se construye una representación idealizada en oposición a lo que los “otros”, los “blancos”, los “q’aras”, han impuesto como sentido común sobre lo que el indio es. En esta actitud de crear y recrear pesa mucho la reacción ante la acción de los otros.



Para entender lo que esta idealización significa en la constitución (no acabada) del sujeto político hay que invertir la idea indianista clásica, que más o menos reza así: hay que buscar nuestra esencia, que los occidentales escondieron, bajo la historia oficial. La inversión a operar sería la siguiente: no es que se encuentra una esencia escondida debajo de aquella historia de 500 años de sometimiento no contada, sino que el indio esencial, idealizado, es la forma en la que el sujeto condicionado históricamente se expresa en su afán de ser sujeto político. El indio esencial no es algo que esté escondido bajo la historia oficial, sino que es la forma en que se manifiesta el sujeto condicionado históricamente. Tales condiciones son las que configuran un sujeto y se expresan a través de éste en forma de idealización en función de crear y recrear representaciones que puedan dar paso a la acción política.

El indio como condición esencial y el indio como condición histórica guardan una relación en la que el primero es la manifestación del segundo, pero esto sólo en tanto se intenta trasformase a sí mismo en sujeto político. Es una especie de transición en la que rehacer la autoestima es una tarea básica y elemental como elemental es la forma de encarar esta tarea. Téngase en cuanta que ya el servicio militar, la escuela, los monumentos, etc., funcionaron (y aun lo hacen) de tal manera que el indio terminó despreciándose y se volvió en el “peor enemigo del indio”; por tanto una tarea, encarada consciente o inconsciente, fue la de rehacer la propia dignidad, pues para actuar por iniciativa propia hay que creer en uno mismo[8].

El sujeto político no puede constituirse sin deshacer y rehacer las representaciones que de él se han hecho y por lo mismo no se puede dejar de lado este aspecto. Si bien hablamos de una idealización que se muestra anti histórica ésta ya está condicionada por la historia y lo que sería realmente la idealización al extremo es pensar que el sujeto político está ya constituido sin más ni más, cono se tuviera las cosas claras desde siempre, “desde tiempos inmemoriales” y esto sólo es posible en las especulaciones indigenistas[9] y para muchos que se han tropezado con la temática recientemente y no tienen una idea del proceso de politización de la identidad en esta parte de América.

En la constitución del sujeto político es fundamental reescribir la historia, ir atrás[10], pero no para quedarse o pretender un “volver al pasado”, sino para retornar al presente en una operación lógica clarificando el devenir de lo que fue y como se cristaliza en lo que es hoy, es decir se trata de pensar al indio como condición histórica[11].

Pero esto no basta, pues lo haría cualquier historiador y no es una tarea “académica” simplemente. Al pensar las condiciones históricas y condicionado por las mismas también toma forma el indio idealizado, pero como un esfuerzo por dar pie a la acción política[12] y no hay que perder de vista la relación que entre uno y otro se da en el proceso en el que se va constituyendo el sujeto político. Los ritos y aspectos simbólicos se vuelven en una preocupación constante y eso ocupa mucho del tiempo y de los esfuerzos indianistas, pero llega un momento en que esto se hace una pre-ocupación política y por lo mismo no llega a ser acción política. Se pasa con mucha facilidad de la valoración del sí mismo a la sobre valoración que conduce a acciones que refuerzan los estereotipos que se han hecho y aun se hacen del indio. Por lo mismo, pensar hoy lo que Reinaga nos plantea en su libro “La Revolución India” y en este caso específico con respecto al indio, implica pensar las condiciones históricas que deben ser rebasadas y las formas que se manifiestan en este intento.


[1] No hay que perder de vista que la ignorancia en Bolivia siempre se la relaciona con el indio: “indio ignorante”, “no seas ignorante” (no seas indio), etc.
[2] Otra manera muy común es la que sigue: “dale con todo tu indio”, se refiere a que se use toda la fuerza. Una más: “de yapa”: cuando alguien golpea a su pareja se dice habitualmente “amor a lo indio”.
[3] El sujeto ya tiene un cúmulo de vivencias como ser racializado. Ha vivido constantemente violencia simbólica, lo que le ha producido una “herida” y trata de que nadie toque esa herida. Así, la palabra indio nos refiere a un sujeto racializado que vive tratando de esquivar los señalamientos y escondiendo sus “marcas” étnicas. Estas vivencias son exteriorizadas como insultos, es decir de forma negativa. Por eso no es raro que la persona que ha sido agredida en términos racistas es una persona que agrede en los mismos términos. ¿No son acaso los “hijos de chola” los que más dicen “chola de mierda” o no es un hijo de “indio” el que con más saña dice “indio de mierda”?
[4] La obra de Reinaga es poco estudiada y tiene varias “etapas”, en este pequeño trabajo solo nos referíamos a su etapa indianista y específicamente a su libro “La Revolución India”. Valga la oportunidad para hacer notar que por gestiones de Pablo Velásquez, miembro del MINKA, Movimiento Indianista Katarista, se publicarán (eso es lo que se anunció hace ya tiempo atrás) las obras completas de Fausto Reinaga. Para enterarse de algunos detalles véase Pukara Nº 69: http://www.periodicopukara.com/archivos/pukara-69.pdf
[5] La primera edición sale el año 1970. Desde la segunda mitad del 2005 han salido a la venta en La Paz ediciones “piratas”, lo que ha contribuido a su difusión no sólo en Bolivia. En Puno (Perú) el año 2009, pude ver un libro que titulaba “Revolución quechuaymara” y al momento de ojearlo me di cuenta que era “La Revolución India” de Reinaga con otro título simplemente.
[6] En sentido de una idealización, como un ser alejado del “mal”, pues también las ideas racistas presentan al indio como un ser esencializado, pero como algo que no puede ser humano, sino solo parecer.
[7] El devenir del proceso colonial en estas tierras ha “divorciado” intencionalmente de su pasado a los sujetos racializados y los ha expuesto constante mente a la violencia física y simbólica. El estado boliviano como ente “postizo” ha magullado el cuerpo y la mente del indio.
[8] “Es indudable que no se puede formar hombres superiores ensenándoles desde el principio que son inferiores.” Rene Zabaleta Mercado, El Desarrollo de la Conciencia Nacional, Los Amigos del Libro, p. 54, 1990. Zabaleta ignora o deja de lado que el sujeto indio (campesino para él) ya interiorizó “su” inferioridad y esto que no considera es un aspecto fundamental en la obra de Reinaga.
[9] El indigenismo es la manera en que se expresan los prejuicios, los temores, las taras, etc., del colonizador con respecto del colonizado. De ser una expresión fundamentalmente literaria, el indigenismo ha adquirido ribetes políticos a través de una articulación con las especulaciones postmodernas dando lugar a las políticas para “pueblos indígenas”.
[10] No hay “memoria larga” como afirman algunos indigenistas.
[11] “Nuestro nombre debe ser la expresión de nuestra condición histórica”. Fausto Reinaga, La Revolución India, p. 142, 2007.
[12] Marx indicará: “... la resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas y no para parodiar las antiguas, para exagerar en la fantasía la misión trazada...” Carlos Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, p. 16, Latinas Editores, Oruro, 1999.

No hay comentarios:

Publicar un comentario