Por: Carlos Macusaya
Hay una gran variedad de formas
en las que se emplea el término indio, que en general coinciden en el aspecto
peyorativo, pues el uso habitual de tal palabra tiene motivaciones racistas y
estas motivaciones son lo que se descarga cuando se ataca a alguien empleando
el término indio. Se busca ofender, lo más posible, a quién se apunta con tal
palabra. Pero este uso nos indica que la palabra lleva ya la marca racial y se
refiere a un sujeto racializado, todo esto por la dominación “blancoide”; es
esto lo que la habilita en su habitual uso. Sin embargo, es también habitual el
cuestionamiento al uso de la palabra en términos tales como: “los indios están
en la India”, “no somos indios, Colón se equivocó…”. Y, por tanto, se concluye
simplistamente que quién hace uso del término indio lo hace por ignorancia[1] y está equivocado.
Hay otra implicación, entre
tantas otras, que vale la pena resaltar en el uso del término indio y ésta se
refiere a algo que hay que ocultar o mantener escondido. Esto se expresa
generalmente así: “se le ha salido su indio…”[2]. Es otro quién hace notar
que lo que se pretendía esconder ha sido percibido. El término indio viene en
segunda instancia, pues antes el indio como sujeto racializado ya se manifestó.
Esta manifestación escapa de la represión que en el fuero interno del sujeto se
ha constituido como negación de sí mismo y que al ser percibido es
inmediatamente “catalogado” como algo que corresponde a un indio.
La palabra indio lleva la marca
racial como consecuencia de la dominación colonial y es esto lo que determina
su uso como[3]
insulto. Lo que se busca al aludir el equívoco es eludir el insulto
inhabilitando la palabra (aunque la carga sigue “viva”). En sentido de
referirse a algo que hay que esconder, la palabra indio, a través de la
manifestación de lo escondido, nos pone frente a la condensación negativa de la
experiencia del sujeto racializado. Si como insulto se busca herir con la
palabra indio, con la alusión al equívoco se busca eludir tal intención, pero
en este caso, como en la situación en la que se manifiesta lo que hay que
esconder, la herida ya está por dentro del sujeto racializado y es ahí donde
apunta la intención de herir de quién insulta. La ruptura con respecto a este
uso habitual del término indio y sus implicaciones es un esfuerzo de los
indianistas y tiene su referente máximo en las obras de Fausto Reinaga[4].
En “La Revolución India” de
Fausto Reinaga, libro muy difundido e influyente[5], se pueden encontrar por
lo menos dos formas de pensar al indio: 1) como condición esencial[6] y 2) como condición
histórica. Estas formas, en el análisis que el autor desarrolla, se afectan
entre sí. Esta “afectación” mutua ha hecho que dichas formas sean para muchos
indiferenciables y por lo mismo los ha llevado a una actitud de
desentendimiento sobre el tema, “alejando” así la posibilidad de esclarecer el
vínculo que relaciona a estas formas y de este modo se ha desviado la atención
sobre el proceso en cual se producen, en el que operan y se vinculan.
La forma 1, el indio como
condición esencial, nos refiere a un sujeto pensado más allá de las relaciones
de poder. Un sujeto cuya vida sólo es posible sí entre los procesos político
económicos y él hay una distancia que lo mantenga en un estado de “intangibilidad”
y eso es imposible. Si esta imposibilidad es asumida como “realmente posible” anularía
la dimensión básica del discurso indianista: el énfasis en la dominación
colonial, pues si el sujeto estuviera distanciado, la colonización no lo hubiera
constituido como sujeto dominado, como indio.
“A primera vista” la forma 1 nos aleja
del sujeto histórico y por lo mismo de cualquier consideración de lo que hizo,
hace o proyecta (y a esto apuntan quienes descalifican el indianismo de Reinaga).
El antes, el después y el ahora pierden sentido y da la impresión de que no nos
queda otra que “atenernos” a la forma 2, desechando la forma 1, pues esta
última sería un “error”. Pero el error radica en esta actitud de desechar lo
que hay que explicar (error de los críticos del indianismo y de muchos
exindianistas) y para esta explicación no basta la forma 2, pues, junto a la
primera forma, son parte del proceso de constitución del sujeto político.
El indio esencial visto como un ser
inmaculado es la forma en que se expresa la transición entre el sujeto
racializado y el que busca poner fin a esa condición. En este afán tal sujeto crea
y recrea aspectos simbólicos en los que se presenta a sí mismo como la bondad
personificada. En esta idealización se expresan las condiciones históricas que
vive tal sujeto, pues éste al encontrarse “divorciado” de su pasado[7], lo reconstruye reinterpretando
la historia y llenando los “vacíos”. Se construyen representaciones “románticas”
de lo que se fue, pero se las construye a partir de lo que se es. Y se es lo
despreciado, lo feo, lo ignorante, lo que no se quiere ser y por lo mismo se
construye una representación idealizada en oposición a lo que los “otros”, los “blancos”,
los “q’aras”, han impuesto como sentido común sobre lo que el indio es. En esta
actitud de crear y recrear pesa mucho la reacción ante la acción de los otros.
Para entender lo que esta idealización
significa en la constitución (no acabada) del sujeto político hay que invertir la
idea indianista clásica, que más o menos reza así: hay que buscar nuestra
esencia, que los occidentales escondieron, bajo la historia oficial. La
inversión a operar sería la siguiente: no es que se encuentra una esencia escondida
debajo de aquella historia de 500 años de sometimiento no contada, sino que el
indio esencial, idealizado, es la forma en la que el sujeto condicionado
históricamente se expresa en su afán de ser sujeto político. El indio esencial no
es algo que esté escondido bajo la historia oficial, sino que es la forma en
que se manifiesta el sujeto condicionado históricamente. Tales condiciones son las
que configuran un sujeto y se expresan a través de éste en forma de
idealización en función de crear y recrear representaciones que puedan dar paso
a la acción política.
El indio como condición esencial y
el indio como condición histórica guardan una relación en la que el primero es
la manifestación del segundo, pero esto sólo en tanto se intenta trasformase a
sí mismo en sujeto político. Es una especie de transición en la que rehacer la
autoestima es una tarea básica y elemental como elemental es la forma de
encarar esta tarea. Téngase en cuanta que ya el servicio militar, la escuela, los
monumentos, etc., funcionaron (y aun lo hacen) de tal manera que el indio
terminó despreciándose y se volvió en el “peor enemigo del indio”; por tanto
una tarea, encarada consciente o inconsciente, fue la de rehacer la propia
dignidad, pues para actuar por iniciativa propia hay que creer en uno mismo[8].
El sujeto político no puede constituirse
sin deshacer y rehacer las representaciones que de él se han hecho y por lo mismo
no se puede dejar de lado este aspecto. Si bien hablamos de una idealización que
se muestra anti histórica ésta ya está condicionada por la historia y lo que
sería realmente la idealización al extremo es pensar que el sujeto político está
ya constituido sin más ni más, cono se tuviera las cosas claras desde siempre,
“desde tiempos inmemoriales” y esto sólo es posible en las especulaciones indigenistas[9] y para muchos que se han
tropezado con la temática recientemente y no tienen una idea del proceso de
politización de la identidad en esta parte de América.
En la constitución del sujeto político
es fundamental reescribir la historia, ir atrás[10], pero no para quedarse o
pretender un “volver al pasado”, sino para retornar al presente en una operación
lógica clarificando el devenir de lo que fue y como se cristaliza en lo que es
hoy, es decir se trata de pensar al indio como condición histórica[11].
Pero esto no basta, pues lo haría
cualquier historiador y no es una tarea “académica” simplemente. Al pensar las condiciones
históricas y condicionado por las mismas también toma forma el indio
idealizado, pero como un esfuerzo por dar pie a la acción política[12] y no hay que perder de
vista la relación que entre uno y otro se da en el proceso en el que se va constituyendo
el sujeto político. Los ritos y aspectos simbólicos se vuelven en una
preocupación constante y eso ocupa mucho del tiempo y de los esfuerzos indianistas,
pero llega un momento en que esto se hace una pre-ocupación política y por lo
mismo no llega a ser acción política. Se pasa con mucha facilidad de la
valoración del sí mismo a la sobre valoración que conduce a acciones que
refuerzan los estereotipos que se han hecho y aun se hacen del indio. Por lo
mismo, pensar hoy lo que Reinaga nos plantea en su libro “La Revolución India”
y en este caso específico con respecto al indio, implica pensar las condiciones
históricas que deben ser rebasadas y las formas que se manifiestan en este
intento.
[1] No hay que perder de vista
que la ignorancia en Bolivia siempre se la relaciona con el indio: “indio
ignorante”, “no seas ignorante” (no seas indio), etc.
[2] Otra manera muy común es
la que sigue: “dale con todo tu indio”, se refiere a que se use toda la fuerza.
Una más: “de yapa”: cuando alguien golpea a su pareja se dice habitualmente “amor
a lo indio”.
[3] El sujeto ya tiene un
cúmulo de vivencias como ser racializado. Ha vivido constantemente violencia simbólica,
lo que le ha producido una “herida” y trata de que nadie toque esa herida. Así,
la palabra indio nos refiere a un sujeto racializado que vive tratando de
esquivar los señalamientos y escondiendo sus “marcas” étnicas. Estas vivencias
son exteriorizadas como insultos, es decir de forma negativa. Por eso no es
raro que la persona que ha sido agredida en términos racistas es una persona
que agrede en los mismos términos. ¿No son acaso los “hijos de chola” los que
más dicen “chola de mierda” o no es un hijo de “indio” el que con más saña dice
“indio de mierda”?
[4] La obra de Reinaga es poco
estudiada y tiene varias “etapas”, en este pequeño trabajo solo nos referíamos
a su etapa indianista y específicamente a su libro “La Revolución India”. Valga la oportunidad para hacer notar que por
gestiones de Pablo Velásquez, miembro del MINKA, Movimiento Indianista
Katarista, se publicarán (eso es lo que se anunció hace ya tiempo atrás) las
obras completas de Fausto Reinaga. Para enterarse de algunos detalles véase Pukara
Nº 69: http://www.periodicopukara.com/archivos/pukara-69.pdf
[5] La primera edición sale el
año 1970. Desde la segunda mitad del 2005 han salido a la venta en La Paz
ediciones “piratas”, lo que ha contribuido a su difusión no sólo en Bolivia. En
Puno (Perú) el año 2009, pude ver un libro que titulaba “Revolución
quechuaymara” y al momento de ojearlo me di cuenta que era “La Revolución
India” de Reinaga con otro título simplemente.
[6] En sentido de una
idealización, como un ser alejado del “mal”, pues también las ideas racistas
presentan al indio como un ser esencializado, pero como algo que no puede ser
humano, sino solo parecer.
[7] El devenir del proceso
colonial en estas tierras ha “divorciado” intencionalmente de su pasado a los
sujetos racializados y los ha expuesto constante mente a la violencia física y
simbólica. El estado boliviano como ente “postizo” ha magullado el cuerpo y la
mente del indio.
[8] “Es indudable que no se
puede formar hombres superiores ensenándoles desde el principio que son
inferiores.” Rene Zabaleta Mercado, El Desarrollo de la Conciencia Nacional,
Los Amigos del Libro, p. 54, 1990. Zabaleta ignora o deja de lado que el sujeto
indio (campesino para él) ya interiorizó “su” inferioridad y esto que no
considera es un aspecto fundamental en la obra de Reinaga.
[9] El indigenismo es la
manera en que se expresan los prejuicios, los temores, las taras, etc., del
colonizador con respecto del colonizado. De ser una expresión fundamentalmente
literaria, el indigenismo ha adquirido ribetes políticos a través de una articulación
con las especulaciones postmodernas dando lugar a las políticas para “pueblos indígenas”.
[10] No hay “memoria larga” como
afirman algunos indigenistas.
[11] “Nuestro nombre debe ser
la expresión de nuestra condición histórica”. Fausto Reinaga, La Revolución India, p. 142, 2007.
[12] Marx indicará: “... la
resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas y
no para parodiar las antiguas, para exagerar en la fantasía la misión
trazada...” Carlos Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, p. 16,
Latinas Editores, Oruro, 1999.
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