lunes, 3 de octubre de 2016

A propósito del 12 de octubre

Por: Carlos Macusaya


El 12 de octubre debería ser un motivo no solo para cuestionar lo que se llamó “descubrimiento” y mucho después “día de la raza”, también deberíamos cuestionar y REFLEXIONAR acerca de cómo las formas de dominación que se establecieron con la colonización hoy por hoy se han renovado, han tomado formas más “aceptables”, más seductoras, y hasta se presentan como “cosas” propias de los “indígenas” y/o por las que deberían luchar. Esta reflexión es sumamente necesaria y urge hacerla, pues muchos en sus pretensiones “descolonizadoras” solo hacen parte del juego perverso de la dominación que se estableció con la colonia; caen cándida e inocentemente en la trampa. Otros, más astutos, se disfrazan de “descolonizados-descolonizadores” para perpetuar las relaciones coloniales y todo esto en nombre de la descolonización.

En tiempos en los que el Estado colonial boliviano sufrió la erosión de su institucionalidad (2000-2005) por varios factores, entre ellos por la explosiva insurrección de la Nación Aymara, las formas de dominación perdieron la “naturalidad” de sus manifestaciones cotidianas y se expresaron en formas desgarradoramente brutales. Se escuchó gritar frases tales como: “raza maldita”, “indios de mierda”, etc. Además, estas frases eran escritas en muros en diferentes lugares de Bolivia. Se vivió y se vio (en muchos casos por tv y casi “en vivo y directo”) agresiones que llegaban a los golpes llenos de odio y los agresores se mostraban orgullosos de sus actos.  Irónicamente muchos de los agresores eran tan o más morenos que sus víctimas, pues eran hijos de “indígenas”.

Esas formas desgarradoras hoy han cambiado porque la reproducción de la dominación, ante la insurrección de una nación sin Estado que ha logrado “desnudar” el carácter colonial del Estado boliviano, necesita para persistir en el tiempo de un nuevo “ropaje”. Ya no se muestra como un “ogro” agresivo y sediento de sangre; ahora se muestra de manera más agradable y hasta seductora: “reconocimiento “, “inclusión”, “respeto a la diversidad”, “tolerancia”, etc.

Ahora no se trata de insultar al “indio de mierda” sino de “coquetearle” para aquietar al sujeto insurrecto. Se trata de obnubilar al “indígena” con lo que la dominación ha hecho de él, pero dándole un vuelco valorativo con el cual deja de ser un “indio de mierda” y pasa a ser un “buen salvaje”, el que vive en “estado natural”, “preservando la naturaleza” y además, “salvará a la humanidad”. En esta “revolución valorativa” lo que opera es el juego de la apariencia, juego en el que se toma algo por lo que no es: la re-colonización por descolonización. Bolivia es un gran ejemplo de esto, de cómo la dominación colonial se “transfigura” y esto se evidencia en cosas tales como: “masticado tradicional de la hoja de coca”, “usos y costumbres”, etc.

¿Cómo funciona esto?

Por ejemplo, el tema de la coca y la forma en la que se la “defiende” lleva un problema no menudo. Hasta donde se sabe, la coca en tiempos precoloniales se la utilizaba con fines rituales, pero durante la colonia, con el fin de ahorrar recursos, los colonizadores optaron por dar a los “indios” coca en lugar de comida, pues eso les resultaba menos costoso. Es desde entonces que en los Andes la coca se consume para calmar el hambre y “sustituir” la comida. Defender el “consumo tradicional” de la coca, no es más que defender la tradición colonial, defender algo que es parte de los “usos y costumbres” de la colonia y que hoy se defiende en nombre de la descolonización. Cosas como estas son muy habituales en Bolivia y lo triste es que son tomadas por otros pueblos que ven a Bolivia como un referente político.

Pero lo más llamativo es –para mí– la exaltación que se hace del “indígena” como un ser que casi viviría en otro planeta o que sería un ser inmaculado. Esta exaltación, que viene bien financiada por países coloniales y que es reproducida por los propios “indígenas”, consiste en referirse al ser colonizado como un ser fuera de las relaciones de dominación y que por lo mismo debería seguir en la condición en la que está, pues “así está bien” (“vive bien”). Entonces adular al “indígena” es una estrategia colonial o neocolonial porque hace abstracción de las condiciones en las que la dominación colonial ha sumido a los pueblos colonizados; peor aún, no solo hace tal abstracción, sino que atribuye esas condiciones y los sentidos producidos en ellas como algo propio de los “indígenas” y por lo tanto, defender a los “indígenas” (paternalismo) seria defender lo que la colonización ha hecho de los colonizados… ahí está la trampa!


Es en esta lógica perversa que muchos “expertos” en cosmovisión indígena o “indio-logos”, se inventan cada cosa para sacar provecho, estafando a los que están hambrientos de algún referente cultural. Hay que estar alertas y cuestionar de manera reflexiva el cómo hoy se manifiesta la dominación colonial. En este afán de nada sirve el resentimiento o la bronca contenida. Proyectar una reflexión seria nos obliga a dejar de asumir el papel de víctimas y al a vez nos obliga a asumirnos como sujetos políticos. No se trata solo de recordar lo bárbaro que fue la colonización, ni de quedarse en idealizaciones de las sociedades precoloniales, esas actitudes harán borrosa, y hasta nos alejaran de, cualquier posibilidad de enfrentar los retos que este siglo implica para nuestros pueblos.

Nota: Artículo publicado originalmente en facebook en octubre del 2012.

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