jueves, 2 de agosto de 2018

Desindigenizar el país


Por Carlos Macusaya

Bolivia está a unos años de cumplir su bicentenario y aún se tiene el problema de diferenciar a los habitantes de este país entre indígenas y no indígenas a título de descolonizarlo. Empero, quitarnos las herencias coloniales debería ir por el lado opuesto, es decir por desindigenizar (dejar de catalogar y tratar como “indígenas”) a las poblaciones que han sido inferiorizadas a partir de diferencias en las relaciones de poder establecidas en la colonia, renovadas en la república y celebradas como la pluralidad del Estado boliviano actual (con sus indígenas). Incluso se puede decir que un Estado con “indígenas” es un Estado colonial.

Los argelinos o los vietnamitas, por ejemplo, fueron indígenas de los franceses, así como los “negros” de Sudáfrica fueron indígenas de los boers. En general, las poblaciones que fueron colonizadas por los europeos fueron convertidas en indígenas de los colonizadores, de los alienígenas (extranjeros). Pero, en distintos procesos, esas poblaciones dejaron de ser indígenas de los “blancos” y la indigenización producida por la dominación colonial terminó con el fin de la dominación de los colonos (lo que no significó una vuelta al pasado ni una vida sin problemas). Hoy los argelinos y los vietnamitas no son indígenas y los “blancos” y “negros” en Sudáfrica son simplemente ciudadanos de un mismo país.

En Bolivia, los “medio blancos” se han comportado como colonos y bajo diferentes pretextos han buscado perpetuar la indigenización. Para los bolivianos fuimos sus indígenas hasta mediados del siglo XX, luego pasamos a ser “campesinos” (a pesar de desenvolvernos, además, en otros ámbitos de la economía y de la vida urbana); aunque para ellos nunca dejamos de ser los “indios de mierda”, seres inferiores indignos de ser tratados como iguales.

La indigenización en el país volvió a tomar fuerza a finales del siglo XX por impulso de “blancos” culpabilizados que buscaron “indígenas” victimizados para captar recursos de organismos internacionales y desarrollar proyectos de “inclusión social”. Esa es la sustancia del Estado Plurinacional, un proyecto para minorías étnicas “indígenas” (pensado, producido y desarrollado por una parte de la minoría “blancoide”) y que para legitimarse apela a la indigenización. Así, seguimos entrampados en excluir y mantener en su lugar (sin que se pasen de la raya) a los “indígenas”.

Definir quién es o no indígena según la conveniencia del indigenizador, pero también, en algunos casos, según la connivencia del indigenizado (como los dirigentes que se han ocupado en “redistribuirse” recursos), es un problema en tanto impide la ciudadanía plena de los “indígenas”, lo que termina favoreciendo los privilegios de casta de los “medio-colonos” bolivianos. Por ejemplo, en participación política electoral los “pueblos indígenas” pueden actuar de forma local (“en su lugar”) pero no a nivel de todo el país y así se los mantiene en las reducciones de la “colonia electoral”.

Pensar el futuro del país obliga cuestionar la catalogación que se hace sobre parte de la población como “indígena” y a otra como “mestiza”, una tara del pasado que aun atormenta nuestro presente. Para ser más directo, debemos pensar en un país sin indígenas pero también sin mestizos, pues estas son identidades coloniales. Además, la condición de ciudadanía no supone algún requisito de pureza o mescla “racial” y cultural. Sería muy idiota preguntarle a alguien cuando quiere ejercer sus derechos si es indígena o si es mestizo.

Para votar en la Bolivia “mestiza” o en otro país ¿hay que presentar alguna prueba de “mezcla racial” que acredite el mestizaje del votante? No! La ciudadanía no se ejerce por condiciones biológicas. Por ello es inútil y hasta peligroso estar entrampados en ideas como “todos los bolivianos somos mestizos porque no hay razas puras”, pues supone una mezcla de algo que no existe: razas. Pero además, siempre se cae en el ejercicio idiota y venenoso de inquirir sobre quién es más o menos mestizo que quien, quien tiene más o menos de uno de los elementos mesclados, quien tiene más cara de “blanco” que de “indio” y por ello quien merece ser tratado mejor que… Ni la “indigenidad” ni el “mestizaje” son elementos que den consistencia a la ciudadanía.

Si bien hay circunstancias en las que asumir lo indígena ha sido una forma de mostrar procesos de racismo que fueron encubiertos por la ideología del mestizaje, la gran mayoría de esa gente que tiene “rasgos indígenas” no se queda en la pose de víctima (que denuncia algo) ni busca que un otro (un “salvador”) le haga justicia. Por el contrario, se ha posicionado en las distintas ciudades del país, en distintos ámbitos laborales. Por ello no basta con resaltar lo que se sufrió y dejar de lado lo que, a pesar de los problemas y el racismo, fuimos y somos capaces de hacer.


Pero además, en la actualidad, los problemas de racimos no son iguales a los que tuvieron que sufrir nuestros abuelos en sus comunidades o nuestros padres cuando tuvieron que migrar a las ciudades. Así mismo, la experiencia de esos problemas y la capacidad de enfrentarlos (sin actos  rimbombantes) nos lleva a apostar por un país donde las personas sean valoradas por lo que hacen, no por los que “son”. Un país donde no se margine a las personas bajo la etiqueta de “indígenas” ni se trate de ocultar los problemas de exclusión bajo el discurso del “mestizaje”, un país donde la pluralidad de lo nacional no sea pretexto, a título de “respeto”, para mantener privilegios de casta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario