Por Carlos Macusaya
El
iniciarse en las sendas indianistas ha estado marcado por asumir una cuestión
de principio: la identificación del indigenismo no solo como algo distinto del
indianismo sino como antagónico a él. Un indianista novel, como es de
esperarse, puede tener muchas lagunas sobre los sinuosos procesos que a lo
largo de su historia han atravesado los movimientos indianistas, pero tiene
bien presente que no se puede confundir indigenismo con indianismo y si alguien
lo llama indigenista esto es para él una ofensa. Y es que la oposición frente
al indigenismo es un aspecto que marca desde un inicio la militancia
indianista.
Por ejemplo, Ayar Quispe (1966-2015), inspirado en Ideologías indigenistas y movimientos indios
(1982), de Marie-Chantal Barre, dice enfáticamente que “el indianismo es el arma que sirve y favorece a los intereses del indio oprimido y el indigenismo es el
arma que sirve y favorece a los intereses del q’ara opresor”[1].
En la misma perspectiva y ubicando históricamente al indigenismo, Willi Copari, ex-miembro del Movimiento Universitario Julián
Apaza (MUJA), afirma:
…el indigenismo en países como Ecuador, Perú y
Bolivia tiene origen en el romanticismo literario criollo de fines del siglo
XIX y que evoluciona en el XX a una política estatal de protección de los
indios frente a los abusos del gamonalismo feudal republicano, hasta
convertirse en un programa de integración del indio a la vida nacional moderna
que en Bolivia aflora en el régimen de la Revolución Nacional del MNR. Pero el
indigenismo no se reduce al liberalismo y al nacionalismo MNRrista, sino que se
ve un indigenismo de izquierda marxista, en especial, en la postura del peruano
Mariátegui.[2]
En términos
muy generales, se puede decir que indigenismo llegó a ser una de las corrientes
culturales más influyentes de la primera mitad del siglo XX y alimentó los nacionalismos
de varios países del continente en base a una figura indígena específica, la
cual era tomada como raíz histórica y símbolo de tal o cual Estado: los aztecas
en México, los incas en Perú, los guarnís en Paraguay o los aymaras en Bolivia.
Los
debates sobre los “indios” que se dieron desde la colonización del “nuevo
mundo” pueden ser considerados como antecedentes del indigenismo en tanto
habían posturas de asimilación que buscaban argumentar la humanidad de los
indios y su derecho a recibir la palabra del Dios europeo para así ser
explotados “humanitariamente”, ello en contrapartida de quienes justificaban su
exterminio. Un ejemplo de ello fue la polémica entre Bartolomé de las Casas y
Juan Ginés de Sepúlveda en Valladolid (1550 y 1551).
Su
origen social está entre las poblaciones “no indígenas” que de una u otra
manera se referían o representaban a los indígenas de manera paternalista. Se
trata de artistas, escritores y políticos que al ser parte de las poblaciones
que dominaban a los “indígenas” tenían acceso a varios elementos que no estaban
al alcance de sus dominados, por ejemplo, la educación formal. En ese sentido,
se trata de la mirada de los “no indígenas” sobre los “indígenas”; pero además
es la expresión de una relación de
poder en la que unos podían decir, definir y caracterizar lo que son y no son
los otros. Si bien sus manifestaciones iniciales fueron artísticas y
literarias, también se expresó en políticas de asimilación estatal durante el
siglo XX. En Bolivia, como lo señala
Coapri, fue con el MNR que esta corriente llegó a tener trascendencia desde el
Estado.
En
contraste, el indianismo (como el katarismo) surge de entre las poblaciones
consideradas “indígenas” o “indias” en la segunda mitad del siglo XX en
Bolivia, pero no en el área rural, sino en la ciudad de La Paz. Con el proceso
de modernización estatal dirigido por el MNR desde 1952, los “indios” fueron
migrando a las zonas periféricas de las pequeñas urbes, ocupando espacios laborales
formales e informales; pero además empezaban a ser parte de la educación formal.
De entre esta población surge el indianismo, enarbolando la identidad inda como
arma de denuncia y combate, denunciando el racismo como mecanismo de poder, resignificando
elementos simbólicos, perfilando una voluntad política con el ideal de que los
indios deberían organizarse para gobernar Bolivia por ser mayoría,
etc. Los primeros indianistas tenían cierto grado de formación escolar e incluso
universitaria, lo que les permitió ir formando un discurso rudimentario pero cuestionador,
que además se estrelló contra el indigenismo por su papel en la dominación sobre
los indios.
Sin
embargo, es bueno hacer notar que la postura de confrontación indianista hacia
el indigenismo no se encuentra en el documento fundacional del Partido Agrario
Nacional (1960), en cambio, si se la encuentra en las obras que Fausto Reinaga (1906-1094) escribió en su etapa indianista (1964-1971). Por ello es plausible pensar que
la confrontación indianista con el indigenismo tiene sus antecedentes más
importantes en estas obras, y de hecho, la formación ideológica de los
militantes indianistas ha estado signada por mucho tiempo por las lecturas de
los libros de Reinaga. Así, quienes leían La
revolución india, entre otras cosas, asumían sin dubitaciones el deslinde
que su autor hizo entre indianismo e indigenismo, por ejemplo, de las siguientes
maneras: “…el indigenismo es asimilación, integración en la sociedad
blanco-mestiza; a diferencia de esto el indianismo es: el indio y su
revolución”[3] o “…el
indigenismo es una subideología que va contra el indio. El indio por
naturaleza, principio y acto, debe y tiene que ser no solo anti-indigenista;
sino el indio tiene que ser enemigo del indigenismo”[4].
Los
lectores de Reinaga saben muy bien del antiindigenismo que se encuentra en sus
libros indianistas, lo que es una de las primeras cosas que se asume al iniciarse
en esta corriente. Empero, el indianismo de Fausto Reinaga lleva la huella del
indigenismo, pues buena parte de su perspectiva indianista tiene inspiración
indigenista. A cualquier lector medianamente atento no se le irá el hecho de
que, por ejemplo, Reinaga en su Manifiesto
del Partido Indio de Bolivia cita dos veces al reconocido indigenista
peruano José María Arguedas (1911-1969). Además,
otra de las personalidades del indigenismo peruano, Gamaliel Churata (Arturo
Peralta Miranda, 1897-1969) fue amigo suyo. Incluso, fue
Churata quien vinculó a Reinaga con un escritor que terminó influyendo mucho en
lo que fue posteriomente su pensamiento amáutico: el también peruano Guillermo
Carnero Hoke (1917-1985).
Ahondar
sobre las ideas de distintos escritores indigenistas que Reinaga fue asumiendo
y expresando en su indianismo[5]
es algo que rebasa los propósitos de este pequeño trabajo. Acá solo haré
algunos apuntes que se refieren a la influencia de otro conocido indigenista
peruano, Luis Eduardo Valcárcel Vizcarra (1891- 1987), y como estas ideas se relaciona,
en el indianismo de Reinaga, con lagunas interpretaciones de Guillermo Carnero.
Ya en
el primer trabajo publicado de Fausto Reinaga, Mitayos y Yanaconas (1940), Valcárcel es citado en muchas
oportunidades y en especial para caracterizar la sociedad inca. Los trabajos de
Valcárcel que se citan ahí son: Del Ayllu
al Imperio, Tempestad en Los Andes
y un artículo titulado Apuntes para la
filosofía de la cultura incaica, publicado en La Prensa, Buenos Aires (1931). En general, cuando Reinaga se
refiere al pasado precolonial en su primer libro, al pasado incaico en
específico, lo hace apoyándose fundamentalmente en las aseveraciones de
Valcárcel. Esto será algo de lo que no se desmarcará a lo largo de su vida y si
bien Valcárcel no es citado en muchos de sus trabajos posteriores, la
idealización que este hace del pasado incaico es algo tan interiorizado por
Reinaga que forma “parte intima” de su manera de pensar al “indio” precolonial
y lo que haría a su ser.
No
debe pasar inadvertido que Luis E. Valcárcel hace el prólogo del La Revolución India. Pero también es
citado al comenzar el capítulo primero (El
mundo y occidente) del mencionado libro y al inicio del acápite Preamérica del Manifiesto del Partido Indio de Bolivia. Sin embargo, estas
observaciones pueden ser muy formales y estériles si dejamos de lado dos
aspectos (además de los antecedentes de la influencia de Valcárcel en el
pensamiento de Reinaga): el contenido de la cita y la relación de ese contenido
con el discurso indianista.
A
este respecto, llama la atención la secuencia y relación entre lo que dice
Valcárcel sobre la periodización de la historia con lo que dice Reinaga en la Tesis India (1970) sobre el mismo
asunto, todo ello como crítica a la versión europea de la “historia universal”.
Valcárcel señala: “Para su etnocentrismo [se refiere a los europeos], la raza y
la cultura por excelencia son las suyas. La historia universal es la historia
de Europa: su clásica división en antigua, media y moderna se basa en
acontecimientos europeos”.[6] Por su
parte, Reinaga expresa que “La división de la historia de América que ha hecho
occidente, no es válida para el indio”[7]
y, por lo tanto, considera que “Burguesía, proletariado, campesinado, son las
clásicas clases sociales de occidente, de Europa; que en Indoamérica,
concretamente en Bolivia, no son más que una superestructura grosera y
ridícula”.[8] Esta
influencia tendrá cierta utilidad para cuestionarse la esquematización hecha en
los manuales sobre marxismo.
En
lo que respecta a las citas que Reinaga hace de Valcárcel en La Revolución India y en el Manifiesto del Partido Indio de Bolivia,
las mismas apuntan a remarcar la radical diferencia, en sentido de superioridad
e inferioridad, de la cultura incaica con relación a la cultura europea: “[los
europeos] Nunca pudieron admitir que las otras culturas americanas produjeran
nada igual o superior a la europea… como la superioridad de la conducta moral
los peruanos…”.[9] Lo que no
pudieron hacer los occidentales fue logrado en la sociedad inca, y en
específico por el ordenamiento estatal incaico, pues “No hubo en el imperio un
mendigo… Nadie recibía más porque nadie debía recibir menos. El Estado [inca]
regulaba la vida económica en toda su extensión”.[10]
La
forma en la que Valcárcel entiende la sociedad inca, y en especial el papel del
Estado Inca, es algo que seduce a Reinaga y asume tal interpretación sin
dubitaciones. Refiriéndose a ese pasado, señala:
En el pasado el indio edifica
el Imperio de los Inkas. ¿Dónde, en que época el occidente ha logrado una
sociedad como aquella del Tawantinsuyu, en que no se conoce ni hambre ni frío;
ni dolor ni desesperanza? Una sociedad donde practica como un rito religioso el
principio de Marx: ‘de cada uno según su capacidad y a cada uno según su
necesidad’. O ¿qué otra manda sino eso el ‘ama llulla, ama sua, ama khella del
inkanato?[11]
Pero
incluso Reinaga cree que en el incario vivían “millones de seres sin mancha ni
pecado”[12].
En
el prólogo de La Revolución India,
Valcárcel hace comparaciones destinadas a mostrar la grandeza del pasado
incaico:
…ahí está como vivo testimonio
sus gigantes terrazas agrícolas que dejan minúsculas a los jardines de
Babilonia, y sus prodigiosas obras de irrigación muchísimo mayores a las de
Mesopotamia, y su agricultura, la más antigua del mundo según recientísimos
descubrimientos, y su ganadería de auquénidos antiquísima y única en América, y
sus plantas alimenticias domesticadas, como la papa que ha hecho la grandeza de
Alemania y ha salvado a Siberia de su mortal esterilidad, y sus técnicas y sus
artes que asombran hoy al mundo contemplando sus obras en los museos más famosos de todos los
continentes, superando nuestros tejidos a los de Persia… la no imaginada
grandeza de la Cultura Andina.[13]
Esta
es una de las características del indigenismo de Valcárcel: el esfuerzo por
mostrar un pasado superior al de los europeos, por eso el citado se pregunta
“¿Cómo no enorgullecerse el pueblo indio de su glorioso pasado?”.[14]
El
pasado glorioso que el indigenismo ha pintado es la fuente de inspiración del
futuro “indio”, pues se trata de ir “por la misma ruta que siguieron sus más
lejanos antepasados”.[15] Esto
sería algo irrenunciable para Valcárcel y el indio inafectado, no
“contaminado”, sería el tesorero de ese futuro engendrado en el pasado:
Jamás podríamos renunciar a
esa admirable herencia, pese a los siglos de cruel predominio de gentes ajenas,
que intentaron vanamente segar las fuentes de nuestro porvenir. El indio de
hoy, el comunero no infectado por la “Civilización’”, conserva el tesoro de sus
virtudes y es capaz de retomar el camino de su legítimo desarrollo.[16]
Esta
idea del pasado como fuente de inspiración, por haber sido, supuestamente, algo
carente de los problemas del mundo occidental, se articula con otras ideas en
el indianismo de Reinaga. En el introito de La
Revolución India, Reinaga coloca una extensa cita del libro Nueva teoría para la insurgencia (1968)
de Guillermo Carnero Hoke, cita en la que se afirma que: “Preamérica fue
socialista durante más de cien siglos y alcanzó un tipo de gobierno ético que
bien podría servir de modelo u orientación al hombre contemporáneo a fin de que
salga de su crisis”.[17]
Hoke
entiende que la sociedad precolonial en estas tierras llegó a ser un
“socialismo científico sin pasar por las violentas etapas del feudalismo y la
burguesía”[18] y Valcárcel
considera que “No hubo en el imperio (Inca) un mendigo”[19]
(Mariátegui, quien también influyó en Reinaga, se refiere a la sociedad inca
como “comunismo inkaico” y “comunismo agrario”).[20]
Estas ideas “retumban” en el indianismo de Fausto Reinaga, quien habla de un “socialismo
indio”[21].
Claro que la influencia de Valcárcel (como la de Mariátegui) es muy temprana en
su obra, a diferencia de la de Hoke. En el caso del libro de Carnero Hoke le
llega a Reinaga en un tiempo en el que él ya está trabajando en el indianismo y
le cae “como anillo al dedo”.
Si
bien Reinaga tiene una crítica contra el indigenismo, marcada por expresiones ácidas,
dicha crítica apunta básicamente a descalificar a quienes escriben sobre el
indio, pero no a criticar la forma en que el indio es idealizado por los
indigenistas. Para Reinaga el problema es que los “cholos-mestizos” viven
escribiendo sobre el “indio”, empero, deja intacta la imagen romántica que sobre
el indígena ha hecho el indigenismo del que se alimentó. Se puede decir que el
piso sobre el que se apoya el indianismo de Reinaga cuando se refiere al paso
está hecho de las ideas indigenistas, entre ellas, las más resaltantes, las de
Valcárcel.
No
debería “horrorizar” la influencia del indigenismo en el indianismo, aunque
muchos indianistas crean que el indianismo es algo “puro” o que debe ser
purificado. Lo cierto es que, en palabras de Gustavo Cruz, “los autores
peruanos son especialmente importantes para Reinaga, pues son los que desde el
indigenismo permiten a Reinaga avanzar hacia el indianismo”.[22] Además,
en la época en la que se forma el indianismo, el mundo de las ideas indigenistas
eran muy influyente y quienes se acercaban a “lo indio” lo hacían con esa influencia.
Es una cuestión social, no voluntad de un simple individuo. Si bien por una
parte el indigenismo puede ser visto como lo que los “otros” dicen de “nosotros”,
no habría que descuidar como influenció en el indianismo en general y en específico
en el indianismo de Fausto Reinaga.
El presente artículo es una versión arreglada de
un subtítulo del mi libro Desde el sujeto
racializado. Consideraciones sobre el pensamiento indianista de Fausto Reinaga,
Ed. MINKA, La Paz, 2014.
[2] Willy
Copari, El objetivo estratégico de la
descolonización. En Pukara n° 58, La Paz, junio del 2011, p. 3.
[3] Fausto
Reinaga, La revolución india, Ediciones
Fundación Amaútica Fausto Reinaga, 2a edición, La Paz, 2001, p. 136.
[5] Valdría
la pena estudiar la influencia que Franz Tamayo (uno de los representantes del
indigenismo en Bolivia por su Creación de
la pedagogía nacional) ha tenido en el indianismo de Reinaga. De hecho, en
su libro Franz Tamayo y la Revolución
Nacional, el cual es una crítica muy interesante a Tamayo, Reinaga dice:
“yo era un idólatra de Franz Tamayo”. Fausto
Reinaga, Franz Tamayo y la Revolución
Nacional, Ed.
Casegural, La Paz-Bolivia, 1956. p. 5. En el pensamiento indianista de
Reinaga se puede percibir la influencia de Creación
de la pedagogía nacional.
[6] Luis E.
Valcárcel, “El imperio de los incas y la
unidad de la cultura andina”. Citado en La
Revolución India, p. 81.
[7] Fausto
Reinaga, Tesis India, Tesis India, Ed.
Partido Indio de Bolivia (PIB), 3ra edición, La Paz- Bolivia: 2006, p. 28.
[9] Luis E.
Valcárcel, citado en La Revolución India,
p 83.
[10] Luis E.
Valcárcel, citado en el Manifiesto del Partido Indio de Bolivia, Ediciones Partido Indio de Bolivia (PIB), La Paz,
1970, p.
21.
[12] Fausto
Reinaga, Tesis India, p. 13.
[13] Luis E.
Valcárcel, citado en La Revolución India,
p. 12.
[14] Ibid.
[15] Ibid.
[16] Ibid., p.
10.
[17] Guillermo
Carnero Hoke, citado en el Manifiesto del
Partido Indio de Bolivia, p. 18.
[18] Guillermo
Carnero Hoke, citado en La Revolución
India, p. 16. Hay un detalle en el libro Nueva teoría para la insurgencia
de Carnero: en la nota a la segunda edición se encuentra la llamativa frase PODER
INDIO (así, en mayúsculas), lo que invita a problematizarse si esta idea, presente
en La revolución india, no sería una reformulación
de la idea de Poder Negro sino que tal vez fuera tomada del libro de Carnero o,
posiblemente, una combinación de ambas. Véase: Guillermo carnero Hoke, Nueva teoría para la insurgencia, Ed.
Amerindia, 1968, p. 6.
[19] Luis E.
Valcárcel, citado en el Manifiesto del
Partido Indio de Bolivia, p. 21.
[20] José
Carlos Mariátegui, Siete ensayos de
interpretación de la realidad peruana, p. 55.
[22] Gustavo
Cruz, De José Félix a Rupaj Katari: El
escritor indio. En revista Willka, n° 5, El Alto-Bolivia, 2011, p. 30.
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