Carlos Macusaya
Uno de los cambios más destacados
por los medios de comunicación, en relación a la reciente posesión de ministros
del gobierno del MAS, fue la sustitución de David Choquehuanca por Femando
Huanacuni. El hecho a llamado la atención a muchos e incluso no faltan quienes
creen ingenuamente que este cambio en la Cancillería sería la señal de un
“giro” en el gobierno. Sin embargo, este cambio o mejor dicho desplazamiento,
obedece a “mantener la línea” ya expresada oficialmente en el pasado congreso
del MAS, ir por la reelección de Evo Morales.
El resultado del referéndum del
pasado año (21 de febrero del 2016), es decir la derrota del Movimiento Al Socialismo,
puso en discusión varios aspectos problemáticos en el oficialismo, pero también
dio lugar a que las aspiraciones presidenciales de David Choquehuanca se han un
problema para la cúpula que maneja el gobierno. Aunque cabe señalar que el ahora
ex-canciller, que lee las arrugas de los abuelos y se estimula con papalisa,
nunca fue un peligro real para dicha cúpula, empero sí ponía en riesgo el “buen
funcionamiento” de algunas organizaciones, sean de El Alto o de las provincias
de La Paz.
Las disputas que se dieron a lo
largo de estos 11 años entre sectores encabezados por David Choquehuanca y
Álvaro García han sido motivo de comentarios “entre los pasillos” y hasta el
presente son un “secreto a voces”. De ello un ejemplo: la nominación de Felipa
Huanca como candidata del MAS a la gobernación de La Paz fue un logró de
Choquehuanca, en desmedro de García Linera y su candidato, Eugenio Rojas (quien
ahora es Ministro de Desarrollo Productivo, mostrado sesta designación como
está la correlación de fuerzas dentro del gobierno). Los resultados de aquellas
elecciones no solo evidenciaron la “lucidez política” de quien hoy es
ex-canciller, sino que lo debilitaron más todavía. Con el reciente desplazamiento
de Choquehuanca simplemente se ha coronado el final de una disputa que ya se
había resuelto tiempo atrás a favor del sector “occidental marxista”, a pesar
de los pataleos posteriores de quien salió perdiendo.
La designación de Fernando
Huanacuni como reemplazante de Choquehuanca tiene un sentido muy claro: apunta
a garantizar que desde la Cancillería no se busque promover otra candidatura ni
confrontar en el intento al grupo de García Linera. Es decir, este remplazo
apunta a que no se debilite el proyecto de reelección de Evo Morales (y García
Linera). Hay que tener muy claro que si bien Huanacuni y Choquehuanca pueden
ser considerados iguales en sus discursos, su relevancia o influencia en organizaciones
sociales no es la misma. Huanacuni solo influye en algunos grupos místicos que
políticamente son irrelevantes y no representan un problema real para quienes
dirigen el gobierno; mientras que Choquehuanca, a pesar de su retórica
comunitaria, no solo sabe de los “usos y costumbres” nada comunitarios de los
dirigentes de las organizaciones sociales, sino que ha acudido a ellos en más
de una ocasión en la disputa que ha tenido dentro del gobierno.
Algo que ciertamente reluce como
imagen en este cambio en la Cancillería es la similitud del perfil de Huanacuni
y Choquehuanca, siendo ambos personajes muy valorados en algunos espacios
esotéricos y por consumidores de toda la cháchara promovida por ONG’s sobre
“cosmovisión andina”. Esta similitud ayuda al gobierno alejar a Choquehuanca
y mantener a la vez la imagen “indígena” que ha promovido a nivel internacional.
No está por demás decir que a pesar
de que muchos consideran a ambos personajes como “investigadores de las
culturas andinas”, se trata más bien de dos personalidades promotoras de la
moda “occidental” del new ege “ancestral” y no tienen nada de investigadores (se trata de charlatanes). Son
personas que han difundido ideas que, en función de llenar expectativas
externas y de financiadores, han desfigurado los procesos históricos que se han
dado en las luchas en Los Andes. Sus planteamientos y afirmaciones sobre la
wiphala o el “año nuevo aymaras”, por ejemplo, y a pesar de que gustan a muchos
ingenuos, son expresiones de su monumental desconocimiento y de lo ajenos que han
estado con respecto a las luchas que se han dado en estas tierras.
Huanacuni, al igual que
Choquehuanca, es la personificación de los estereotipos “occidentales” sobre
los “indígenas”. Juega a ser un sabio, repitiendo ideas que no tienen sustento
histórico; habla de abuelos que no tienen nombre ni pueden ser ubicados ni en
el tiempo ni en el espacio; mistifica el pasado “indígena” para justificar los
dislates que le han dado fama en algunos círculos místicos; se regodea en una
ficción que ha servido para esterilizar los potenciales políticos de muchos
“indígenas”. ¿Qué nos podría decir Hunacuni sobre cómo emergió la wiphala,
enarbolada por jóvenes aymaras que, en medio de insultos y agresiones físicas,
se definían como indianistas? ¿Podría caracterizar los esfuerzos de jóvenes
aymaras, como German Choque Condori, por forjar el hoy llamado “año nuevo
aymara” como una espacio de afirmación identitaria a finales de los años 70 y
principios de los años 80? Por supuesto que no podría decir nada serio, al igual que
el señor Choquehuanca.
Me viene a la mente una
conversación que tuve con un amigo, al poco tiempo de pasada la anterior
reelección de Evo Morales: este amigo había asistido a unas charlas del señor
Huanacuni, charlas en las que el ahora canciller se refería a que este tiempo
era el tiempo del huanacu, el tiempo de Huancu-ni!. Claro que este anuncio
“profético” del supuesto sabio no apuntaba a desplazar a Evo Morales, sino a
que él, Huanacuni, era el “guía espiritual” designado por el cosmos. Huanucuni
expresaba ya entonces su ánimo de ocupar el espacio que hasta hace poco ocupaba
Choquehuanca.
Los dislates de Huanacuni, muy
bien acogidos por quienes cultivan prejuicios racistas que aparentan ser
“respeto al otro”, no tienen relevancia para comprender la situación de los
aymaras en el siglo XXI ni en ninguna época. La Alasita, por ejemplo, desmiente
rotundamente toda la cháchara proferida por este tipo de personajes de feria:
los aymaras no están preocupados por “preservar” ni “recuperar” su cultura, sino por estar
a tono con la época contemporánea. Pero en las ideas religiosas orientalistas de Huanacuni, con fachada andina, lo que no tiene lugar es, lógicamente, aquello
que lo desmiente, aquello que deshace esas fabulas.
Sin embargo, lo que importa a
quienes dirigen el gobierno en el desplazamiento de Choquehuanca no es la
“seriedad” del conocimiento sobre los “indígenas” que el reemplazante posee,
sino mantener una imagen y evitar que se generen dentro del propio MAS frentes
que debiliten al gobierno en sus intenciones de lograr que se habilite a Evo
Morales para una nueva reelección. Huanacuni es un Choquehuanca a nivel
discursivo, claro que con más delicadeza, pero sin aspiraciones presidenciales
ni vínculos con organizaciones sociales y ello le ha merecido ser la mejor
opción para alejar a Choquehuanca. Es decir que se puso alguien que juega un
papel que gusta al público exterior y que políticamente es inofensivo dentro
del propio gobierno, favoreciendo así a que el grupo que se ha impuesto ya hace
tiempo atrás en el gobierno continúe sin mayores inconvenientes en la
conducción del mismo.
Muy a pesar de la conocida
amistad entre Choquehuanca y Evo Morales, está claro, como se dice en varios
espacios, que si bien muchos son evistas, Evo es alvarista. En esta clara
postura del presidente, su amigo Choquehuanca ha salido perdiendo y Huanacuni
“ganó” un importante espacio para vender su charque, mientras deja tranquilos a
quienes mandan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario