Pedro Portugal
Mollinedo*
Este 24 de enero se
repetirán escenas familiares. En el Campo Ferial de Alasitas y en las
principales plazas de La Paz, multitudes intentarán comprar objetos en
miniatura para hacerlos bendecir, si es posible justo a mediodía, por un yatiri
y al mismo tiempo por un sacerdote católico.
Esos objetos
representan los bienes materiales que se desean obtener durante el año: casas,
vehículos, vituallas diversas. También existen documentos diminutos:
certificados de nacimiento, títulos profesionales, libretas de servicio
militar… Todo bien no material que se espera lograr en el año en curso. Pero
sobre todo abunda el dinero en miniatura: bolivianos, euros y especialmente
dólares americanos.
Estas adquisiciones
tienen poco valor si no reciben la consagración de un oficiante nativo y el
agua bendita de un cura católico. Pululan los yatiris, muchos de ellos sin
conocer de la liturgia andina sino lo necesario para ganar bastante dinero en
esta oportunidad. Los sacerdotes católicos son desbordados por las demandas.
Algunos de buen grado asperjan las miniaturas que la multitud les tiende. Otros
lo hacen de manera reticente. En alguna esquina quizás miembros de algún grupo
evangélico fundamentalista, distribuyan panfletos condenando estos actos
“satánicos e
idolátricos”.
Esta actividad febril
llamada alasitas (del aymara “cómprame”) es presidida por un idolillo regordete
y bonachón, cargado de objetos que representan la abundancia y que, comúnmente,
tiende sus brazos hacia delante, no sabemos si para sugerir que lo adopte el
comprador o para mejor sujetar sus bártulos. Este amuleto es el eqeqo.
La mayoría de los
paceños no se interrogan sobre la naturaleza de esta festividad. No es
reverente inquirir sobre un acto que, por lo intenso, se lo vive y no se lo
debate. Entre los estudiosos unos ponen acento sobre el importante flujo
económico que representa. Otros insistirán en el sincretismo religioso que esta
fiesta parece proclamar. ¿Pero, qué es lo que hay realmente detrás del eqeqo?
Origen de las alasitas y del eqeqo
El eqeqo tiene
actualmente la figura de un hispano enano y obeso. Generalmente se lo
representa de tez blanca, con bigotes, tocado de un sombrero criollo. Esta
figuración actual tiene poco que ver con la de sus orígenes.
En sus inicios qolla
y pre incaico, era un personaje más bien magro, con joroba y con un prominente
órgano sexual. Era la deidad de la fortuna y de la prosperidad y su fiesta, el
22 de diciembre, coincidía con el solsticio de invierno. (Ver Navidad y
sociedades andinas, periódico Pukara Nº 2, diciembre- enero 2005).
El eqeqo, o eqaqo,
era una illa, fuente de poder mágico destinado a favorecer la reproducción
biológica del ser humano, del ganado y de los bienes materiales. Era hecha
principalmente de la piedra bezoar extraída del estómago de los auquénidos y
también de oro, bronce y otros metales. Después de la invasión española se
utilizó en abundancia la piedra y otros materiales menos nobles.
En la Fiesta del
Qhapaj Raymi, el 21- 22 de diciembre, se celebraba la chhala, el intercambio de
reciprocidad mediante el cual se obtenían las illas, entre ellas el eqeqo. El
eqeqo era adquirido desnudo. Vestirlo y ponerle encima accesorios en miniatura
obedecía seguramente a un ritual de magia por simpatía: La creencia de que la
evocación o reproducción de un ente u objeto provoca la posesión o influenci en
el mismo. De esta manera se pensaba que la vestimenta y miniaturas con que se
engalanaba al eqeqo se materializarían en el curso del año.
Esta idea sobre el
poder de las miniaturas perdura en el mundo andino estrechamente ligada a los
orígenes de alasitas. Hasta los años 80, aproximadamente, no era raro encontrar
en las calles de la ciudad, durante los meses de noviembre y diciembre,
pequeños puestos donde las niñas vendían miniaturas: prendas de vestir,
objetos, utensilios, etc. Los compradores adquirían los objetos a través de
sacar suerte en papelitos doblados.
La colonización La
colonización española, en éste como en otros aspectos, perturbó la vida social
y espiritual andina. A nivel religioso la armonía conceptual fue dislocada por
la arremetida conocida como “extirpación de idolatrías”, sufriendo el conjunto
sistémico religioso y sobreviviendo los rasgos que podían ofrecer mayor asidero
para la resistencia espiritual andina. Uno de estos sobrevivientes fue el
eqeqo, al costo de acrecentar el carácter simplemente mágico de su concepción.
El eqeqo era venerado
en las áreas rurales y en los sectores urbanos donde vivían indios. Este
“culto”, al estar relacionado con la chhala, adquirió seguramente formas de expresiones
tan manifiestas e importantes que el poder español consideró bien
“legalizarlo”. Lo hizo, empero, trasladando su fecha de realización al 20 de
octubre, como “homenaje” a la fundación de la ciudad de La Paz en 1548.
Así esta festividad
empezó a adquirir aspectos de feria comercial. Sin embargo, la concepción
andina se mantuvo y terminó por impregnar las nuevas actividades económicas en
que estaba inmersa. Como rasgo ilustrativo señalemos que cuando la persona
andina realizaba la transacción de adquirir una figurilla de eqeqo, al no poder
efectuar la operación económica de reciprocidad de la chhala y utilizar dinero,
no empleaba el término “comprar”, sino “cambiar”, siendo el intermediario de
cambio el dinero. Actualmente se sigue utilizando el verbo “cambiar” cuando se
trata de adquirir imágenes u objetos de connotación religiosa, sean o no de
origen andino.
El cambio al 24 de enero. Otro
cambio en la fecha de realización se efectuará siglos después.
En 1781 la ciudad de
La Paz vive un cerco de decenas de miles de indios comandados por Tupaj Katari
y Bartolina Sisa. Los ejércitos indios controlan los caminos de acceso, garitas
y manantiales de agua, sumiendo a esta ciudad en una situación de desesperación
y hambruna que llevo a sus habitantes incluso a actos de antropofagia.
Cuenta una tradición
que una mujer aymara, empleada de la criolla Josefa Úrsula de Rojas Foronda,
esposa del Gobernador y Comandante de armas de la ciudad de La Paz, Sebastián
de Segurola Marchain, poseía una imagen del eqeqo, regalada antes por su
esposo, quién se encontraba ahora entre las huestes que cercaban a La Paz.
Durante el asedio,
éste combatiente aymara habría suministrado de manera clandestina y continua a
su amada raciones de alimentos, introducidos en incursiones por los desagües de
la ciudad.
Estos alimentos
habrían sido acumulados en la vivienda que tenía la empleada en casa de su
patrona. Entretanto se aproximaban desde Buenos Aires tropas españolas al mando
de Reseguin para romper el cerco y salvar a los españoles. Mientras, el cerco
hacía estragos. Úrsula, la esposa del gobernador Segurola, encontrándose en
estado grave de desnutrición, habría recibido la ayuda de su empleada quien la
habría alimentado con las vituallas almacenadas alrededor del eqeqo. De esta
manera Úrsula salvo la vida y habría adquirido reconocimiento íntimo hacia esta
illa.
El 18 de octubre de
1781 las tropas de Reseguin rompen el cerco indio. Para pacificar la región se
propone a los líderes indígenas la firma de un pacto que soluciones las causas
del conflicto.
A pesar de la firma
de ese pacto, o tal vez porque era solamente una treta, el 14 de noviembre de
1781 es descuartizado Tupaj Katari para escarmiento para los sublevados.
El cambio al 24 de
enero Algunos años después, en 1786, Segurola decide reinstaurar la feria de
alasitas cambiando su fecha de realización. Se la traslada del 20 de octubre al
24 de enero, como homenaje a Nuestra Señora de La Paz, a quien se atribuye el
milagro de haber salvado la ciudad de la arremetida indígena.
Las razones por las
que Segurola reinstaura esta festividad son motivo de especulación. Después de
una insurrección indígena lo común era exagerar esfuerzos para hacer
desaparecer toda traza de identidad indígena. Quizás existe alguna verdad en la
tradición relatada. O quizás el español se sentía bastante fuerte y seguro para
tolerar algo de “identidad indígena”…
De todas maneras se
intenta menoscabar la identidad indígena de esta festividad; intento focalizado
en la imagen misma del eqeqo. A partir de entonces esta illa deja de tener su
representación tradicional para asimilar la del español conquistador. Es
comúnmente aceptado que el eqeqo adquiere la facha rostro, aspecto e
indumentaria del gobernador Segurola, o bien de la de su suegro, el encomendero
Don Francisco de Rojas. Se impone también entonces la costumbre de vestir al
eqeqo y, progresivamente, cubrirlo de miniaturas antes de venderlo.
El eqeqo en la actualidad
La festividad del eqeqo es hoy día una de las más importantes en las ciudades
de La Paz y de El Alto. Se la realiza también, en otras fechas, en distintas
ciudades de Bolivia, así como en Puno y Cuzco (Perú), norte de Chile, Buenos
Aires y norte de la Argentina.
La difusión
internacional de esta festividad típicamente paceña, conduce a algunos
bolivianos a querer “patentar” esta tradición y seguramente cobrar “derechos de
autor”, pues sienten que la reproducción de esta fiesta es un “robo cultural”.
En realidad si hubo “robo”, fue del poder colonial y del Estado boliviano que
lo reemplazó, en desmedro del poblador aymara. Allí donde se impone alasitas es
sobre la base de una población aymara. Se trata de una influencia cultural
nativa que nada tiene que ver con la planificación “cultural” del Estado
boliviano.
La fuerza de esta
expansión cultural es tan intensa que alcanza a quienes no son étnicamente
aymaras o andinos. Es la intensidad de esta fuerza la que nos obliga a
considerar la proyección y el contenido consciente que debemos dar a esta
festividad.
¿Qué significan el
eqeqo y alasitas? El eqeqo y alasitas son parte de la resistencia cultural
andina, en la que es perceptible la añoranza de las épocas cuando la abundancia
y la prosperidad eran producto del libre accionar de estos pueblos. Pero no se
trata únicamente de rememorar.
Esta festividad nos
indica el valor que tenían las nociones de bienestar material y progreso social
en la etapa precolonial. La importancia ritual de los mirañtayaniri (lo que
hace multiplicarse a los ganados) y de los waljaptayiri (lo que hace
multiplicarse a los bienes materiales), se han mantenido hasta ahora,
adecuándose a los usos, costumbre y necesidades contemporáneas. Por ello la
abundancia en la venta y compra durante la feria de alasitas de casas,
vehículos y otros elementos en miniatura; la demanda impresionante de las
reproducciones en pequeño de dinero: bolivianos, euros y dólares.
Esta festividad
muestra el espíritu emprendedor del pueblo andino en su afán de apropiarse de
los medios que aportan confort, progreso y dinamismo económico. Desdice también
la imagen que se ha querido imponer de estos pueblos, como sociedades
estáticas, ancladas en la supervivencia y recelosas de integrar bienes y usos
contemporáneos. Esta imagen no corresponde al pasado ni al presente de estas
sociedades y nos indica que su futuro tampoco es aquel sobre el cual teorizan
algunos.
Para eliminar a los
pueblos nativos, aislarlos de la toma de decisiones; para tratar de impedir su
derecho a autogobernarse y gobernar, se han popularizado nuevos mitos. Uno de
éstos es que los pueblos originarios tendrían una aproximación radicalmente
diferente a los mecanismos de progreso económico contemporáneos; estarían
vigentes en estos pueblos prácticas románticas de coexistencia con la
naturaleza que implicarían una no transformación del medio y la ausencia de
mecanismos de creación y administración de excedentes. El eqeqo y las alasitas
son un desmentido de esta idea.
El peligro de esta y
otras ideas es que son asumidas por intelectuales indígenas pensando que se
trata de elogios y no de anatemas, de aportes para el cambio y no de recursos
inmovilizadores. Reivindicar al eqeqo, no es desandar a la magia de la
simpatía, creyendo que de manera maravillosa lo que adquirimos en pequeño se
convertirá en grande. Eso lo creen sobre todo los blancoides que asimilan sólo
la parte externa de esta festividad. Es reivindicar para el indio la conducción
de la economía, el desarrollo y el progreso en este país.
El presente artículo se publicó en el periódico Pukara, del 7 de enero al
7 de febrero de 2006, año 1, número 3.
* Fue exiliado a
principios de los años 70, en la dictadura de Banzer. Estudio historia en
Francia y al retornar a Bolivia en los años 80, fundo Chitacolla, medio escrito
que estaba vinculado al Movimiento Indio Tupaj Katari (MITKA). Actualmente es
director de periódico Pukara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario