Por
Carlos Macusaya
Algunas
personas me han dicho que “si Evo se va los indígenas van a ser marginados otra
vez”. Este tipo de ideas parecen florecer en la desesperación de varios militantes
del “proceso de cambio”. He oído cosas similares antes y lo curioso es que
tales ideas van justificadas con la apelación a los “avances históricos” que el
MAS habría logrado para los “indígenas”, como el reconocimiento de símbolos y
rituales así como la apertura de universidades indígenas y cosas por el estilo.
Recordemos que
el reconocimiento de ciudadanía a los “indígenas” (a nuestros abuelos), con
muchas complicaciones en su aplicación, se dio desde 1953, no en el gobierno
del MAS. La gente practicaba sus rituales, por ejemplo, las wilanchas y las
ch’allas, sin pedir permiso ni autorización. El reconocimiento de símbolos
“indígenas” ha servido para remplazar a las personas de carne y hueso.
Por otra parte,
ha sido una tontería, por decir lo menos, la apertura de universidades indígenas
en un contexto en el que las universidades públicas y privadas están repletas
de “indígenas” (con complejos identitarios que el propio Estado les ha
inculcado). Téngase en cuenta que hay profesionales aymaras desde inicios de
los años 70 del siglo pasado y eso no es obra del MAS.
Además, el
gobierno del MAS ha fomentado una imagen folclórica y racista sobre los
“indígenas”: seres congelados en la historia que, de cuando en cuando, son
utilizados como masa movilizable. Sus “indígenas” en cargos visibles, diciendo
y haciendo payasadas para turistas, solo han reforzado las ideas racistas y se
han vuelto en referentes de lo que no se quiere ser: “¿eso es ser indígena? Yo
no soy eso ni quiero serlo”. Con esos “aciertos” gubernamentales no debería
extrañar que muchos jóvenes nieguen y renieguen de sus orígenes.
Pero entonces,
¿“si Evo se va los indígenas van a ser marginados otra vez”? No. El avance de
las poblaciones racializadas como indígenas, rompiendo barreras sociales, no
empieza con Evo ni terminará con él. Sin embargo, es necesario hacer notar que
esta dramatización sobre “los indígenas sin Evo” tiene que ver con la
victimización en crisis electoral del gobierno y en esa situación buscan
refugio en la denuncia del racismo de la oposición.
Aquí hay que
notar que se convierten en “defensores de los indígenas” cuando les conviene.
¿Por qué no se pusieron como defensores de los “indígenas” cuando se
conformaron los gabinetes ministeriales? ¿Por qué no se pusieron como
defensores de los indígenas para posicionar nuevos liderazgos “indígenas” en el
MAS? ¿Por qué no se pusieron como defensores de los indígenas cuando salían
denuncias de racismo contra “indígenas” del propio gobierno?
Pero también se
puede preguntar: ¿por qué condicionar todo en la figura de Evo? A todas luces,
los jerarcas del gobierno se han ocupado, no inocentemente, en endiosar al
presidente, evitando cualquier renovación “indígena” de liderazgo. Claro, con soportar
a un “jefe indio” les bastaba; pero también, bajo la imagen de Evo, podían
formar, en base a la dominación blancoide, sus bloques de poder dentro del
propio gobierno, reproduciendo jerarquías racistas con los “indigenas” pero a
título de “inclusión”.
Si bien el
gobierno logró frenar procesos de renovación de liderazgo entre las poblaciones
racializadas como indígenas, es necesario que se dé está renovación de
liderazgo y para ello el fin del evismo es una condición, en un proceso más
amplio. Tengamos claro que Evo no es el comienzo ni el fin de las
transformaciones sociales que viene protagonizando la “indiada” desde hace
décadas, transformaciones que no apuntan a reforzar las diferencias
racializadas entre ciudadanos del país (“indígenas” y “no indígenas”), sino que
las están erosionando.
Claro que esta
erosión de barreras sociales racistas no es un proceso libre de fricciones,
pero, desde mi punto de vista, es un proceso que debe ser fortalecido y para
ello no sirve la búsqueda de legitimidad en una existencia anterior a la
llegada de que tales o cuales a estas tierras, señalando sufrimientos
centenarios, muchas veces solo por conveniencia. Y es que esforzarse por
generar lástima para tener legitimidad solo refuerza la imagen racista de
“pobrecitos e incapaces”; pero, tristemente, esto es lo que ha promovido el
gobierno.
¿Necesitamos
que nos den un espacio por lástima? ¿Queremos ser valorados solo por sufrir 500
años? ¿Nos vamos a conformar con ser el folklore del país? Ni nuestros padres
ni nuestros abuelos han buscado eso. Y no se trata de negar la historia, se
trata de superarla, de esforzarnos por construir una sociedad donde se nos
valore por lo que hacemos, no por el color de nuestra piel o por nuestro apellido;
una sociedad donde no sea raro que jailones e indios formen familias; una
sociedad donde uno pueda ser ciudadano del país en cualquier punto del
territorio, independientemente del lugar en el que nació.
Y en esto no
estamos en “punto cero”, pero también hay mucho por hacer. Además, esto no
empieza con Evo ni termina con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario