lunes, 4 de noviembre de 2019

Esto no empieza con Evo ni termina con él



Por Carlos Macusaya

Algunas personas me han dicho que “si Evo se va los indígenas van a ser marginados otra vez”. Este tipo de ideas parecen florecer en la desesperación de varios militantes del “proceso de cambio”. He oído cosas similares antes y lo curioso es que tales ideas van justificadas con la apelación a los “avances históricos” que el MAS habría logrado para los “indígenas”, como el reconocimiento de símbolos y rituales así como la apertura de universidades indígenas y cosas por el estilo.

Recordemos que el reconocimiento de ciudadanía a los “indígenas” (a nuestros abuelos), con muchas complicaciones en su aplicación, se dio desde 1953, no en el gobierno del MAS. La gente practicaba sus rituales, por ejemplo, las wilanchas y las ch’allas, sin pedir permiso ni autorización. El reconocimiento de símbolos “indígenas” ha servido para remplazar a las personas de carne y hueso.
Por otra parte, ha sido una tontería, por decir lo menos, la apertura de universidades indígenas en un contexto en el que las universidades públicas y privadas están repletas de “indígenas” (con complejos identitarios que el propio Estado les ha inculcado). Téngase en cuenta que hay profesionales aymaras desde inicios de los años 70 del siglo pasado y eso no es obra del MAS. 

Además, el gobierno del MAS ha fomentado una imagen folclórica y racista sobre los “indígenas”: seres congelados en la historia que, de cuando en cuando, son utilizados como masa movilizable. Sus “indígenas” en cargos visibles, diciendo y haciendo payasadas para turistas, solo han reforzado las ideas racistas y se han vuelto en referentes de lo que no se quiere ser: “¿eso es ser indígena? Yo no soy eso ni quiero serlo”. Con esos “aciertos” gubernamentales no debería extrañar que muchos jóvenes nieguen y renieguen de sus orígenes.

Pero entonces, ¿“si Evo se va los indígenas van a ser marginados otra vez”? No. El avance de las poblaciones racializadas como indígenas, rompiendo barreras sociales, no empieza con Evo ni terminará con él. Sin embargo, es necesario hacer notar que esta dramatización sobre “los indígenas sin Evo” tiene que ver con la victimización en crisis electoral del gobierno y en esa situación buscan refugio en la denuncia del racismo de la oposición.

Aquí hay que notar que se convierten en “defensores de los indígenas” cuando les conviene. ¿Por qué no se pusieron como defensores de los “indígenas” cuando se conformaron los gabinetes ministeriales? ¿Por qué no se pusieron como defensores de los indígenas para posicionar nuevos liderazgos “indígenas” en el MAS? ¿Por qué no se pusieron como defensores de los indígenas cuando salían denuncias de racismo contra “indígenas” del propio gobierno?

Pero también se puede preguntar: ¿por qué condicionar todo en la figura de Evo? A todas luces, los jerarcas del gobierno se han ocupado, no inocentemente, en endiosar al presidente, evitando cualquier renovación “indígena” de liderazgo. Claro, con soportar a un “jefe indio” les bastaba; pero también, bajo la imagen de Evo, podían formar, en base a la dominación blancoide, sus bloques de poder dentro del propio gobierno, reproduciendo jerarquías racistas con los “indigenas” pero a título de “inclusión”.

Si bien el gobierno logró frenar procesos de renovación de liderazgo entre las poblaciones racializadas como indígenas, es necesario que se dé está renovación de liderazgo y para ello el fin del evismo es una condición, en un proceso más amplio. Tengamos claro que Evo no es el comienzo ni el fin de las transformaciones sociales que viene protagonizando la “indiada” desde hace décadas, transformaciones que no apuntan a reforzar las diferencias racializadas entre ciudadanos del país (“indígenas” y “no indígenas”), sino que las están erosionando.

Claro que esta erosión de barreras sociales racistas no es un proceso libre de fricciones, pero, desde mi punto de vista, es un proceso que debe ser fortalecido y para ello no sirve la búsqueda de legitimidad en una existencia anterior a la llegada de que tales o cuales a estas tierras, señalando sufrimientos centenarios, muchas veces solo por conveniencia. Y es que esforzarse por generar lástima para tener legitimidad solo refuerza la imagen racista de “pobrecitos e incapaces”; pero, tristemente, esto es lo que ha promovido el gobierno.

¿Necesitamos que nos den un espacio por lástima? ¿Queremos ser valorados solo por sufrir 500 años? ¿Nos vamos a conformar con ser el folklore del país? Ni nuestros padres ni nuestros abuelos han buscado eso. Y no se trata de negar la historia, se trata de superarla, de esforzarnos por construir una sociedad donde se nos valore por lo que hacemos, no por el color de nuestra piel o por nuestro apellido; una sociedad donde no sea raro que jailones e indios formen familias; una sociedad donde uno pueda ser ciudadano del país en cualquier punto del territorio, independientemente del lugar en el que nació.

Y en esto no estamos en “punto cero”, pero también hay mucho por hacer. Además, esto no empieza con Evo ni termina con él.

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