Por Carlos Macusaya
Los actores que pueden llevar al
país a una salida no violenta de la actual crisis están esforzándose por todo
lo contrario. Jeanine Añez y su equipo apuestan por el revanchismo y “le meten
nomás”, mientras que los ahora opositores, los masistas, han volcado a sus
bases a las calles, buscando generar un escenario de “resurrección”. En todo
ello, el racismo como justificación de la anulación del otro, lo cual ya se
venía perfilando en el periodo electoral pasado, ha tomado mayor notoriedad.
Tristemente, hasta ahora, ninguna de las partes muestra voluntad política para
superar esta situación.
El gobierno transitorio prioriza
cualquier cosa menos llevar adelante la única tarea que tiene: llamar a
elecciones. Está más ocupado en justificar la represión que en generar
condiciones de diálogo y negociación. No extraña que en sus primeras declaraciones
la ministra de Comunicación, Roxana Lizárraga, haya advertido a periodistas
“sediciosos” que iba a “tomar las acciones pertinentes”, lo que fue criticado y
con justa razón. En esa misma línea se ubica la intención de crear un “aparato
especial de la Fiscalía” contra legisladores “subersivos”, anunciada por el
ministro de Gobierno Arturo Murillo (El bolas), sin dejar de lado el decreto
que exime de responsabilidad penal a los militares (¿licencia para matar?). ¿Y
los esfuerzos por llamar a elecciones?
Bueno, con una Jeaniane Añez que
antes descargaba su bronca contra los “indios” en varios de sus tuits, que
ahora ocupa un cargo que le cayó no por mérito propio y que parece olvidar que
el país se gobierna con la Constitución y no con la biblia, no es muy alentador
el panorama para salir de la crisis.
Por su parte, el MAS, que ha
pasado a ser oposición, trata de salir del shok que la renuncia de Evo Morarles
y Álvaro García le causó, apelando a la movilización de sus bases, pero sin
clarificar un objetivo que pueda ayudarle a cohesionar a los movilizados, lo
que además, empieza a generarle efectos contraproducentes en algunos sectores
que antes le eran simpatizantes. Con estos esfuerzos busca lograr torcerle el
brazo al gobierno, pero, lamentablemente, ya se han perdido varias vidas en
Sacaba, lo cual solo agudiza más aún el conflicto.
Hay que resaltar que las acciones
claramente racistas expresadas, por ejemplo, en la quema de la wiphala, poco
después de que Mortales renunciará, indignaron a mucha gente. Está indignación dio
lugar a movilizaciones de protesta, principalmente en El Alto, el lunes 11 de
noviembre; las mismas fueron aprovechadas por la dirigencia del MAS para
rearticularse en los siguientes días. Sin embargo, estos dirigentes no supieron
darle dirección a esa protesta y, por el contrario, la han estado
deslegitimando.
Esta dirigencia, carente de
ideas, se quedó en la consigna del “desagravio”, sin afectar a autoridades que
negaron este símbolo reconocido en la Constitución, como el comandante
departamental de la policía de Santa Cruz, Miguel Mercado, quien en el programa
La revista de Unitel desconoció la wiphala como símbolo del Estado. Hubiera
sido un objetivo más práctico pedir, en las movilizaciones, la renuncia de este
tipo. También bien hubiera sido más concreto movilizarse para pedir una sesión
parlamentaria con cuórum (al final de cuentas, el MAS tiene dos tercios). Pero
se quedaron en el inofensivo “desagravio” que ya se ha desgastado.
Caminando de acá para allá,
durante algunas las movilizaciones que fueron gasificadas en el centro paceño,
puede percibir la poca cohesión de los movilizados. Algunos hablaban de que
había que pedir la renuncia de la alcaldesa del El Alto, Soledad Chapetón;
otros aludían a temas más locales, pero también había quienes decían que la
demanda debía ser la renuncia de gobernador Patzi o el veto político a
determinadas personas; además de señalar el riesgo de que Añez, desde el
gobierno, sea una operadora política del posible candidato L. F. Camacho. Es
decir, un abanico de consignas que no terminaban de cuajar en un espíritu
común, lo que evidencia la ausencia de liderazgo y claridad política.
Por otro lado, entre otras cosas,
me tocó ver en una de esas movilizaciones como una marchista le reclamó a una
vendedora el hecho de no poner una wiphala en su puesto. Se armó una pequeña
discusión que terminó cuando la vendedora dijo: “¿cómo nos vamos a pelear entre
nosotros si somos hijos de la misma pollera? Hay que ir a la zona sur a
bloquearles”. Es decir que la movilización no ha logrado articular a sectores
que podrían sumarse y más bien va generando rechazo. En la propia ciudad de El
Alto las diferenciaciones sociales inciden en las limitaciones que esta
movilización tiene para ampliarse.
Además de lo dicho, hay que
considerar que en este conflicto el racismo se va haciendo cada vez más
explícito en las opiniones de muchas personas. Los “otros” vistos como
“naturalmente” diferentes son: “hordas”, “saqueadores”, “delincuentes”,
“narcotraficantes”, “vándalos”, “indios de mierda”, etc. Pero además, “hay que
meterles bala”. Es decir, se trataría de seres moral y bilógicamente inferiores,
sin educación y barbaros. Por lo mismo, el matarlos no podría ser condenable;
al contrario, sería un acto de “patriotismo”. Estas ideas racistas insinúan que
si esos inferiores fueran “depurados” de Bolivia el país estaría bien. Algo
similar a las ideas nazis que justificaban la matanza de judíos.
Claro que se debe notar que,
muchas de estas personas, prefieren tener a la indiada en una foto de postal a
la vez de decorar su hogar con algún elemento étnico (de esos despreciados
indios). Y es que el aceptar la “riqueza cultural” del país tiene una trampa
racista: que los indios no molesten y se queden en “su” lugar, porque ahí se
ven bonitos. Los indios movilizados les dan asco, les dan miedo y esto es lo
que hoy se hace más evidente en ciertos sectores de la población “democrática”.
Es indudable que las
movilizaciones han sido aprovechadas por muchos delincuentes, pero sería
irresponsable decir, como se viene haciendo, que todos los movilizados son
delincuentes. Eso solo sirve para descalificar y descargar, en muchos casos, un
odio visceral bien “cultivado”, pero no es útil para comprender la situación y afrontarla.
Pero, desde el otro lado, por
ejemplo, es resaltable que en la reivindicación de la wiphala había un espíritu
de igualdad, muy alejado de los esoterismos y romanticismo de algunos grupos.
Oí a una señora decir, respecto a la quema de la wiphala, “si eso hacen con la
wiphala, ¿qué me van hacer a mí?”. Ella pedía respeto a este símbolo de lucha
como muestra de que todos podían ser considerados iguales en el país. Una
aspiración de la inmensa mayoría de quienes son catalogados como indígenas,
aunque está claro que esta aspiración incomoda, por decir lo menos, a sectores
que han gozado (y aún gozan) de privilegios de casta.
Entonces, estamos en una crisis
en la que el racismo va tomando cada vez más preponderancia, pero ni el
gobierno transitorio ni el MAS dan señales de buscar salir pacíficamente de
esta situación. Los primeros siguen en su línea revanchista, mediante lo que ya
algunos llaman “política del terror”, y solo han decorado su gabinete con el
clásico gesto racista de incluir a una indígena en asuntos culturales, lo que
se enmarca en las pachamamadas a las que ya nos había acostumbrado el anterior
gobierno. Por su parte, el MAS ha degenerado la reivindicación de la wiphala en
el abuso, la amenaza y el miedo, obligando a que muchas persona coloquen este
símbolo en sus negocios o vehículos para no ser agredidos (lo que es
condenable).
En todo esto, la mayoría de los
medios contribuyen a la violencia gubernamental difundiendo una imagen negativa
sobre los movilizados, en un sentido que apunta a justificar las acciones
represivas. ¿Cuánto tiempo más puede seguir el gobierno transitorio con esa
actitud? ¿Será suficiente con que los medios, en el afán político de darle
estabilidad al gobierno, difundan noticias destinadas a descalificar las
movilizaciones, omitiendo otros aspectos? ¿El MAS podrá proyectarse dejando la
evodepedencia? ¿Saldrán de su escondite los luchadores por la democracia?
Lo cierto es que el gobierno debe
llamar a elecciones, conformando previamente, un nuevo Órgano Electoral. Pero
para ello debe sentarse con quienes son la mayoría parlamentaria, pues la
elección de vocales debe hacerse con dos tercios del parlamento y esos dos
tercios los tiene el MAS. Entonces, estos señores, gobernantes y opositores,
deben asumir que son los responsables de brindar una salida pacífica a la
crisis que vivimos.
Buenísimo análisis
ResponderEliminarMuy bueno el Artículo. Muy lamentable y triste la actual situación de nuestros hermanos Bolivianos y donde es muy clara la aplicación de "una política de terror". Con el solo encender la mecha y quemar deliberadamente y a sabiendas una wiphala...no hace falta mayores comentarios respecto a sectores interesados y dirigidos...atentan contra su propia nación y en contra de sus propios hermanos. No respetar la legislación corresponde la aplicación y movilización judicial. Pretender nuestros hermanos naturales sean marginados y con deseos de exterminio, la exhibidora de la biblia no le otorga derechos sobrenaturales y/o divinos para prejuzgar y maltratar de nuestros hermanos naturales (mal llamados indios...!!!)
ResponderEliminarEstimado Macusaya: Muchas gracias por ofrecernos un panorama equilibrado de la actual crisis boliviana, a los extranjeros. Es doloroso ver como se autodestruye un país por la ambición de una claque política sin escrúpulos, sean del bando que sean. Lo sabemos muy bien nosotros los venezolanos.
ResponderEliminar