miércoles, 13 de junio de 2018

A propósito del Inti Raymi


Por Carlos Macusaya



Las fiestas conocidas como  Willka Kuty (o Machaq Mara para otros) e Inti Raymi han provocado una lluvia de imágenes por facebook. Casi la totalidad de éstas venían acompañadas de frases referidas a “identidad”, “ancestralidad”, “cultura” y socas por el estilo. Las más compartidas de estas imágenes han sido las de la fiesta hecha en Cusco, Perú. Vale la pena plantear algunas observaciones a este respecto.

Lo más llamativo para mi es que se relacione ese espectáculo desplegado en Cusco, lleno de exotismo, pensado y armado para satisfacer los gustos de turistas, como la expresión de la “lucha indígena” por “su” identidad. Claro que esta observación se puede extender a otros espectáculos en otras partes, como en Bolivia o Ecuador, por ejemplo. En general, la forma en que han circulado las imágenes de esta fiesta para turistas, con frases referidas a “ancestralidad” y esas cosas, muestran un rasgo de suma importancia desde mi punto de vista: muchos confunden la folklorización que se hace de lo “indígena” en función de los apetitos de turistas como la expresión de la “identidad indígena”.

Las imágenes de construcciones precoloniales en las que se despliegan danzas, personas vistiendo “trajes típicos” y muchos colores desperdigados en el paisaje, son para muchísimos ¡“recuperación de la identidad”! Algunos han tenido la oportunidad estar en estos espectáculos y comparten con mucho orgullo las fotografías que han sacado en la ocasión. Pero cabe plantear un problema con respecto a cómo se asume este festejo y otros actos similares: ¿Qué papel juegan los “indígenas”?

Para responder a la pregunta planteada de manera contundente debemos llevar nuestra atención nuevamente a Cusco. El espectáculo turístico llamado Inti Raymi que ahí se desarrolla no es dirigido por los quechuas (los “descendientes de los incas”) sino que éstos solo son la imagen de portada de algunos afiches, además de material humano del espectáculo étnico para gringos. Los “indígenas” son el pretexto turístico del Perú pero “no tocan pito” ni en la dirección ni en la administración de este y otros espectáculos hechos a su nombre. ¿Cómo se puede tomar este tipo de fiestas como “recuperación de la identidad”, como expresión de la “lucha indígena”? En realidad estas fiestas son la clara expresión de cómo se usa a los “indiecitos” para hacer shows que diviertan a los gringuitos.

No quiero descalificar a quienes con muy buena intención, y con mucha inocencia también, buscan algún referente identitario que afirmar. Muchas personas que por su origen y sus rasgos físicos han sufrido distintas formas de racismo buscan rehacer su autoestima con algún tipo de ritual que es pensado como “herencia milenaria” y por ello participan en estos actos u organizan otros similares. Siendo que los procesos de lucha de los aymaras y quechuas ha degenerado en exotismo y actos folklóricos, en especial desde que Evo Morales llegó al gobierno de Bolivia (y este país es tomado por activistas “indígenas” de otros lugares como referente), no es de extrañar que muchos hayan caído en la trampa de los rituales y el simbolismo hecho para “cazar” turistas.

No quiero decir que entre los aymaras y quechuas, como en otros pueblos, no haya elementos rituales y simbólicos. Lo que quiero remarcar es que en la situación en la que nos encontramos estos aspectos, vaciados de su contenido histórico y desfigurados hasta el ridículo, sirven para que otros nos mantengan en juegos turísticos: divirtiendo a los “occidentales”. Pero además, y para decirlo en cierta forma metafórica, es como si nos emborracharan con nuestro propio trago. Me explico: imagínense que tenemos un bar u boliche y vendemos bebidas a nuestros clientes. Hasta ahí el negocio anda bien. Pero si nosotros nos ponemos a beber nuestra mercadería, y peor aún, hasta emborracharnos, terminamos regalando las bebidas. En esa situación, el negocio deja de ser negocio, dejar de ser lo que era. Así no vale la pena poner un bar pues todo sería pérdida.

¿Qué tiene que ver lo dicho anteriormente con el tema que estábamos tocando antes, el de jugar el papel de cosa turística? Decía que en los eventos tipo Inti Raymi nos emborrachan con nuestro propio trago. Imaginen que inventamos una serie de historias, aspectos simbólicos y rituales para lograr armar un negocio y obtener ganancias con el dinero de los gringos. Les hacemos cuentos sobre piedras u otras cosas que les vendemos para hacer que esas cosas sean más apetecibles para el cliente de ocasión. Si nosotros nos creemos los cuentos que hacemos para vender nuestra mercadería somos como el dueño de un bar que se emborracha con su propio trago y así el negocio no funciona. Si nos creemos los cuentos para atraer turistas estamos bebiendo un trago que era para hacer negocio y terminamos emborrachados.

En cierta medida esto es lo que ha pasado. Toda una serie de mitos formados desde los años 60, en el caso de Bolivia, se ha vuelto como un trago que nos emborracha. Pero la cosa no es tan simple, para que esto sucediera muchas organizaciones internacionales han metido su mano en estos “licores” y le han dado un toque más embriagador y esterilizante, casi narcótico. Tristemente esto es lo que ahora muchos toman como algo “propio” y lo defienden ciegamente.

Nuestra lucha no es cuestión de hacer rituales y levantar símbolos para divertir a “occidentales”. Cuando muchos niños aymaras mueren por desnutrición en el área rural, por ejemplo, el problema no se resuelve haciendo rituales (ni rezándole a la virgen María ni a dios). O cuando los jóvenes que han pasado por las escuelas de quinta son tratados como seres inferiores, el problema no se resuelve vistiendo “ropa típica”. Las mujeres del norte de Potosí que vienen a La Paz a pedir limosna, junto a sus wawas (niños) no resuelven su vida con “amautas” o fiestas para gringos.

Nuestra realidad es compleja y problemática pero la encubrimos, la esquivamos con ideas románticas que se “apoyan” en fiestas como el Inti Raymi. Ciertamente que el papel de lo simbólico fue muy importante en una etapa de la formación de un conciencia política entre nuestra gente pero en la actualidad estos aspectos son degenerativos. En cierta forma, el papel de lo ritual y lo simbólico son parte de un periodo que podría llamarse pre-político. Estos elementos en manos de la casta dominante se han vuelto contra nosotros y están dando lugar a que terminemos entretenidos en actos turísticos en lugar de clarificar nuestra lucha.

Imagínense que los quechuas que aparecen en las imágenes del Inti Raymi, vistiendo ropa “tradicional”, rompan el show turístico y empiecen a jugar un papel político, exigiendo administrar el acto, dirigir los números y determinar cómo funciona todo (la hotelería, los viajes, etc.). Eso sería un acto que echaría por tierra el rol que se les ha asignado, sería un buen síntoma… ¡sería “descolonizador”!

¿De qué sirve llenar de colores, aguayos o wiphalas, los espectáculos pensados y armados para turistas si no definimos nuestra vida política y económica? ¿De qué sirve vestir a algún “indígena” de inca si somos simple pretexto turístico?


Ante la forma en que muchos usan lo “indígena” (para entretener “indios” y así alejarlos de las verdaderas acciones políticas) y el cómo esto es algo que los propios “indígenas” defienden, lo hacen sentir a uno como solo en el “desierto”, deambulando en un terreno que causa miedo a otros.


Nota: el presente artículo fue escrito y publicado el 2015.

1 comentario:

  1. De la revision de datos, existen cuatro fiestas de acuerdo a los cuatro equinocios del ciclo agricola.
    Inti raymi de junio. Wilka Kuti de diciembre. Son opuestos.
    Auti Willka Chika en septiembre y Hallu Willka Chika en marzo. tambien opuestos dentro del ciclo climatico.
    Corresponden a las cuatro estaciones... Sin embargo el cliche...turistico, asimila el Inti Raymi con el Wilka kuti... y las otras fiestas ni se las conoce....

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