Por Carlos Macusaya
El anuncio de que Carlos Mesa
será candidato a la presidencia el 2019 fue la confirmación, a pesar de que él
lo negaba constantemente, de algo que “ya estaba cantado”; por ello no
conmocionó a los “defensores de la democracia”, menos al país. Además, su anuncio no fue el plato fuerte de
la mesa política de la semana y, de hecho, las reacciones han sido cautas.
Notemos que el viernes se habló,
por medio de un allegado suyo (nada casual), de que sí sería candidato y se hizo
saber que el FRI le había hecho una invitación para ello. Habría que ser muy
ingenuo para creer que todo esto fue reciente, pues a todas luces se trataba de
generar expectativa por lo que iba decir el “invitado” al siguiente día
(sábado).
Pero al cálculo político para
hacer este anuncio va más allá, pues, al parecer, Mesa, que estuvo “pasteando”
a los ciudadanos con su negativa de ser candidato, esperaba hacer su anuncio en
un ambiente triunfal, suponiendo que el fallo de La Haya iba a ser favorable a
Bolivia. Esperaba disputarle ese supuesto triunfo al gobierno a la vez de
lanzar su candidatura. Lamentablemente Bolivia perdió en la CIJ y Mesa tuvo que
explicitar su candidatura en un “ambiente semanal” marcado por una derrota que
lo involucra, lo que le quitó “resonancia”.
Pero lo que me llamó la atención
del video en el que hace su retardado anuncio fue muy poco: empieza con un
viejo tema, no usa corbata y no dice nada interesante. 1) Empezar con el tema
que caracterizó a su programa muestra que no está “cerca de la gente” sino
encerrado en su “gloria” pasada. Está mucho más cerca de la nostalgia, de su ayer.
2) Antes García Linera no usaba corbata
y ahora sí lo hace, como buscando simbolizar a la “clase media”; en contraste,
Mesa, que suele aparecer con corbata, en su video no la usa, como queriendo
quitarse un poco de la imagen que tiene y así coquetear a los “otros” (como
diciendo: “miren, no estoy tan lejos de ustedes”). 3) Su retórica no fue nada
novedosa y estuvo dentro de lo que lo caracteriza: más extensión que
profundidad. Pero además, dejó claro que su “proyecto” político es remplazar el evismo por el mesismo, lo que está
“dentro del vacío” de ideas que ha caracterizado a la oposición.
Por lo que ha expuesto el “nuevo”
candidato se puede decir que no va más allá de los berrinches propios del
antievismo, aunque expresados de modo “encorbatado”. No hay un proyecto político
(decir “cambio democrático fundamental” es pura palabrería) sino la aspiración a
ocupar el lugar que ocupa Evo. No hay una propuesta que deje atrás el Estado
Plurinacional. Mesa, que se imagina que Bolivia lo necesita, quiere ser la realización
del postevismo pero el país necesita una propuesta postplurinacional que surja
del propio proceso que estamos viviendo y en el que la “inclusión indígena”
(con todo y la retórica para hippies: “madre tierra”) es un paternalismo que reproduce
el racismo y que no necesitan su supuestos beneficiarios, pues han ocupado el país
y al hacerlo lo han construido y lo construyen.
En general, la candidatura de Carlos
Mesa, por lo menos por ahora, parece una mesa coja: como que le falta algo para
estar bien parada. No viene acompañada de un proyecto sino de la intención de reciclar
el evismo en el mesismo (quiere dar “contenido” a las ideas que el MAS
enarboló). Y en esto Mesa muestra que está a la altura de otras figuras
visibles de la oposición, pues todos ellos comparten apreciaciones que son una
especie de encierro en sus barrios. Como que ven un país reducido a sus vecinos
y allegados pero el resto se lo explican por puros prejuicios.
No es bueno poner los platos
servidos sobre una mesa coja y no hacer nada con la cojez de esa mesa, en algún
momento esos platos se van a ir al suelo.
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