Por Carlos Macusaya
¿Han notado que cada cierto
tiempo se repite por televisión un spot contra el racismo?, uno en el que se
oye: “…si te fijas bien, debajo de la piel todos somos iguales ante la ley”. Se
trata de un material del Comité Nacional contra el Racismo y Toda forma de Discriminación
y esa frase, así como el resto del contenido del spot, expresa muy vivamente
como se ha “entendido” el racismo en el “proceso de cambio”: tratan de “ver
debajo de la piel” para no fijarse precisamente en la piel (en los rasgos
somáticos) de quienes son discriminados y así se desentienden del problema,
“mirando” otra cosa y no aquello que está relacionado directamente con el
racismo.
Tras participar, hace unos días,
en una charla sobre “Racismo y discriminación” (31/09/18) en el auditorio de la
carrera de Antropología de la UMSA, recordé ese spot y me quedé pensado en él,
donde aparece una conocida conductora de tv que viste pollera (“chola”), un
hombre vestido de militar, una mujer vestida con un tipoy (ropa tradicional de
la parte oriental del país) y un afroboliviano vestido con ropa para bailar
saya. La mujer de pollera representaría a la mujer del occidente del país y la
otra mujer (“blancoide” con traje “indígena”), a la del oriente; el militar, a
los “q’aras”; y el “negro” (reducido a folklore), a los bailarines de saya!
Si mal no recuerdo, el año 2011 o
2012 varios jóvenes participamos en una reunión en la que se discutió ese y
otros spots contra el racismo, antes de que salieran por los medios televisivos.
La mayoría de las observaciones fueron críticas a esos materiales, ante lo
cual, quienes los habían elaborado (que estaban presentes) reaccionaron de
forma defensiva y eludiendo las observaciones que se les hacían. Pero no solo
se dieron críticas, sino también sugerencias para mejorar esos spots o para
hacer otros con la misma intención de luchar contra el racismo; claro que esas
sugerencias no fueron tomadas en cuenta.
Yo había sugerido, por ejemplo,
una idea general para un spot más o menos así: un joven con los rasgos
predominantes en La Paz (moreno, pómulos marcados, pelo lacio, etc.), que
caminando deprisa choca con una mujer que viste pollera y dice “chola de
mierda”. En ese momento la imagen podría congelarse un instante, cambiando a
blanco y negro, y luego ir en retroceso acelerado, desde que choca con la mujer
hasta el momento en el que, antes de salir de su casa, se despide de su mamá.
Imaginé que en el momento de la despedida solo se veía al joven y se oía la voz
de la madre y una vez que el muchacho salía de casa recién se veía a la madre,
una mujer que vestía pollera, trabajando en su hogar. Podría funcionar también con
un joven que se despide de su mamá en su puesto de venta, por ejemplo.
La idea era que el racismo es
reproducido por personas que tienen raíces “indígenas” contra otras del mismo
origen social. Argumenté mi sugerencia en sentido de que, en mi experiencia
personal, las expresiones de racismo las vi (y las veo) más frecuentemente
entre personas con rasgos físicos muy similares. Y ello es entendible si se
toma en cuenta que la mayor parte de la población tiene esas características
físicas e interactúan de manera más constante (no únicamente) entre sí, pero en
un ambiente en el que el ascenso social implica diferenciarse de los “indios”. Ósea
que las personas con “cara de indio” han interiorizado un autodesprecio que se
expresa hacia un otro parecido somáticamente a él, pero del cual buscan
diferenciarse de algún modo. Y entonces, el racismo no es una cuestión tan
simple como que “los q’aras discriminan a los indios”; menos aún se trata de
“racismo invertido”.
Pero volvamos al spot que motiva
estas líneas y en específico a eso de “si te fijas bien, debajo de la piel
todos somos iguales” (como si pudiéramos interactuar mirándonos con rayos X).
Se trata de una idea que no ayuda en nada porque elude lo importante en cómo
funciona el racismo en sentido inmediato (no ante la ley), es decir, poniendo
atención en aspectos físicos como la piel. Habría que ir totalmente en sentido
contrario de dicha idea, habría que fijarse en esa piel que por procesos
históricos es tomada como signo de inferioridad. Podría hacerse una campaña en
la que no nos fijemos “debajo de la piel” de quienes son víctimas de racismo,
sino que se resalte esa piel pero en relación a hechos que deshacen las ideas
racistas y dejar así el venenoso juego de folklorizar a quienes son objeto de
racismo. Por ejemplo, destacar el papel de distintas personas con piel morena
que, con su esfuerzo y trabajo, logran incursionar exitosamente en ámbitos que
se creen propios de gente “blancoide”, sea en el deporte, la academia, el arte,
etc.
Ello, además, implicaría dejar de
disfrazar a las personas con trajes típicos y concentrarse en sus logros e
innovaciones. Es decir que implicaría romper con la imagen indígena que el
gobierno ha impuesto (seres ultratradicionalistas que vivirían fanáticamente al
margen de los cambios históricos) y trabajar sobre las formas cotidianas en las
que esas personas desarrollan su vida rompiendo a la vez los estereotipos
racistas. Pero además, se podría trabajar imágenes en las que personas diferenciables
somáticamente entre sí (“indios” y “q’aras”) interactúen, por ejemplo, en la
universidad, formando lazos y conociéndose no “debajo de la piel”, sino en las
cosas que hacen juntos y en las que se va diluyendo el sentido racista sobre
sus diferencias físicas (algo que sucede en lo cotidiano pero que no llama la
atención de quienes “luchan” contra el racismo).
No creo que con una campaña (aunque
esta vaya más allá de la miopía del Comité Nacional contra el Racismo y Toda forma
de Discriminación) se resuelva el problema del racismo (que implica varios aspectos).
No soy tan ingenuo. Pero creo que se podría contribuir un poco en ese sentido con
trabajos comunicacionales basados en análisis serios sobre el racismo y que no
se queden en la tontería de mirar “debajo de la piel”, como avestruz que mete
la cabeza debajo de la tierra (“debajo de la piel”) para no ver el problema.
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