Por Carlos Macusaya Cruz
En
algunos segmentos acomodados de Bolivia, con motivo del Censo 2022, se viene
generando algo así como una campaña que apunta a establecer, en última instancia,
una especie de “ciudadanía biológica”. Andan ocupados tratando de mostrar que
el ser de la bolivianidad sería el “mestizaje”, como si buscaran que este año
se haga una medición estadística de “lo que realmente son” los bolivianos.
Desde
luego, usan el pretexto cultural como base de sus pretensiones, que es una de
las formas en las que el racismo se mimetiza: se evita hablar directamente de
diferencias naturales entre “razas” (no porque se lo cuestionen, sino porque
está mal visto) y se opta por enarbolar diferencias culturales (cosa que, al
parecer, no suena racista). Así, se busca establecer vínculos de “naturaleza
cultural”, que operarían de manera determinante entre grupos heterogéneos y
jerarquizados. De esta forma, la población boliviana es “entendida” no por los
procesos de diferenciación social sino por vínculos “primarios” de naturaleza
cultural que en última instancia definirían a las “verdaderas” mayorías del país (los mestizos) frente a los “otros” (los
indios), las minorías de otro tipo de “naturaleza cultural”.
Sin
embargo, con la intención de dar contundencia a su idea de lo que definiría a
las mayorías y minorías en Bolivia, suelen recordar que alguien de la indiada
formó parte de su historia familiar en algún momento del pasado. Entonces, la
naturaleza cultural del mestizaje que defienden tendría su fundamento en la
“mezcla racial” y, por lo tanto, lo verdaderamente boliviano se definiría por
dicha mezcla.
No
es raro que cuestionen a alguien que se autoidentifica como indígena, tratando
de arrinconarlo moralmente, con frases como “te crees de raza pura” o “no hay
razas puras, todos somos mestizos”. Bajo las referencias vagas que se tienen
del nazismo, se trata de equiparar la autoidentificación indígena con la idea
de pureza aria (algo socialmente desaprobado), de tal manera que el cuestionado
termine asumiendo “su” mezcla racial para no ser catalogado como nazi. En el
fondo se trata de cuidar la permanencia de las jerarquías sociales entre
“mestizos”, de primera y de segunda: “como tú y yo somos mestizos, no nos
fijemos en nuestras diferencias económicas o de oportunidades laborales, eso no
es lo fundamental; lo que verdaderamente importante es que tú y yo tenemos la
misma naturaleza cultural y biológica”. Buscan que su mestizaje de primera se
mantenga puro y no se degrade mezclándose con los mestizos de segunda.
Por
eso, hablan de lo que los bolivianos son (apelando a las implicaciones raciales
que esto tiene); no de cómo se autoidentifican. Pero, para sus pretensiones, un
Censo no sería útil; lo que debería hacerse es un análisis masivo del ADN y así
establecer las muchas “mezclas raciales” de los habitantes de Bolivia. Y si
esto se hiciera, ¿tendríamos que clasificar a la población por sus variaciones
genéticas? ¿Ordenaríamos territorialmente a las personas a partir de ese
criterio? ¿Unos tendrían más o menos derechos según su información genética?
Seguramente, los “ex criollos” que ahora se definen como “mestizos” negarían ese tipo de medidas, que incluso pueden calificar de estupideces; sin embargo, a ellos no les interesa promover un análisis del ADN, lo que a ellos les interesa es movilizar los prejuicios sobre razas (puras y mezcladas) para salir de su situación de minorías políticas y en ese afán nos muestran su visión naturalista del orden social: sería la naturaleza cultural y biológica lo que daría sentido a la bolivianidad. Así, la “verdadera mayoría”, por su condición biológico-cultural, debería conducir el país. Eso se acerca a proponer una ciudadanía biológica y no es extraño que esto surja desde segmentos que han vivido de los privilegios en el orden social racializado.
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