Por Carlos Macusaya Cruz
La pasada semana se generó cierta polémica tras que un
diputado de Comunidad Ciudadana sugiriera que en el Censo 2022 se incluya la
categoría “mestizo”. Desde luego, no explicó lo que permitiría esta inclusión
en términos de evaluar planes, distribuir recursos, implementar políticas
públicas, etc.; que es para lo que se suelen hacer censos. Eso sí, tras la
consulta de un periodista, salió con la muletilla de que tiene un antepasado,
muy lejano, de origen aymara; lo que expresa un aspecto del atrincheramiento
retórico y ocasional de ciertos estratos en el mestizaje.
En la creencia de que existen razas, enarbolan una mezcla
con “indios” que habría sucedido en tiempos muy lejanos y lo hacen desde una
situación cuantitativa de desventaja política frente a los “no mestizos”, los
“indígenas”. En su impotencia por generar mayorías (construyendo alianzas y
acercándose a sectores que pueden enarbolar un antepasado español, también en
tiempos muy lejanos) y ante el develamiento de sus privilegios premodernos
(color de piel, apellido, etc.), no les queda más que recordar su “mezcla
racial” en el pasado distante para tratar de aparentar en el presente un
acercamiento con aquellos sectores con los que no están dispuestos a mezclarse:
los “indios”.
Cuando lo indígena se constituyó en identidad política de
mayorías (desde 2000), operó como una forma de señalar, en términos generales,
jerarquías racializadas y en las que los “estigmas” indígenas limitaban el
ascenso social, las oportunidades laborales, etc.; de tal manera que sus
portadores eran relegados a puestos de subordinación. Entonces se fue
articulando una voluntad política para cambiar esa situación, apuntando
críticamente a los privilegios coloniales que gozaban (y aún gozan) las capas
altas de la sociedad boliviana.
Como forma de enfrentar este proceso de politización extensa
de la “indiada”, quienes antes se identificaban como “criollos” pasaron a
definirse como “mestizos”, tratando de movilizar en otros estratos la muy
arraigada creencia en razas (puras y mezcladas). Esto tiene su razón de ser: si
la identidad indígena operó exponiendo las jerarquías sociales racializadas, la
identidad mestiza es convocada por los “excriollos” para ocultar esas mismas
jerarquías. Se trata de un recurso ideológico para precautelar su posición en
la estructura social.
Claro que no está mal que recuerden que en su lejano pasado
familiar hay algún indio o india; pero sería mejor que trabajen para que ellos,
sus amigos y allegados formen familias con indígenas en el presente. ¿Es mejor
para ellos tener a un o una indígena en el pasado que tenerlo como cuñado o
esposa? ¿O solo reivindican su mestizaje (que supone la existencia de razas)
como un hecho pretérito que no debe volver a repetirse? ¿Reivindican su “mezcla
racial” del pasado para no mezclarse con los indios en el presente? Recurren a
esa mezcla, real o imaginaria, para minorizar a las mayorías que develaron sus
privilegios.
Más aún. Para estos señores, los problemas sociales que
sostienen la identidad indígena se habrían resuelto en la “mezcla racial”
lejana de algún antepasado suyo. Creen que las contradicciones históricas que
arrastra este país se solucionaron biológicamente. Exponen así su perspectiva
biologicista del orden social que buscan preservar, tratando de remover al
mismo tiempo los prejuicios racistas que han cultivado durante décadas en el
país.
Más aún. Para estos señores, los problemas sociales que sostienen la identidad indígena se habrían resuelto en la “mezcla racial” lejana de algún antepasado suyo. Creen que las contradicciones históricas que arrastra este país se solucionaron biológicamente. Exponen así su perspectiva biologicista del orden social que buscan preservar, tratando de remover al mismo tiempo los prejuicios racistas que han cultivado durante décadas en el país.
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