Por Carlos Macusaya
Se
ha publicado una nueva encuesta de Ciesmori, la cual, una vez más, favorece al
MAS con un 33.3 % de la intención de voto. El segundo lugar, por una diferencia
de 15 puntos con respecto al primero, lo ocupa Comunidad Ciudadana con un 18.3
%. Es decir que Carlos Mesa vuelve a ocupar, en la tendencia, el segundo lugar,
como ya sucedió el pasado año.
En
las encuestas previas a las elecciones del 2019 el primer y segundo lugar
fueron ocupados por el MAS y CC, respectivamente. El MAS estaba en el gobierno
y CC tenía a Sol.Bo como parte fundamental de su estructura electoral. Hoy el
MAS está en la “resistencia” y Sol-Bo abandonó a Carlos Mesa. Ambos están en
una situación de desventaja en relación a su anterior participación y aun así,
en la intención de voto, ocupan el primer y segundo lugar, nuevamente.
En
el caso del MAS, a pesar de no contar con la participación de su binomio histórico
(Evo Morales - Álvaro García), conserva un cierto funcionamiento de buena parte
de las estructuras organizativas sindicales y partidarias con las que gobernó. Se
podrían agregar otros apuntes al respecto pero, en esta ocasión, me interesa
lanzar algunas observaciones sobre la candidatura de Carlos Mesa.
Recordemos
que en las elecciones del 2019, tras los primeros resultados, nadie salió a
decir que Mesa ganó la contienda; sino que, sus partidarios y ocasionales
aliados, empezaron festejando una segunda vuelta. Es decir, festejaban el
segundo lugar (Luego vino lo del TREP y todo el asunto que hasta ahora, en el
país, no se dignan a esclarecer de manera oficial).
Esa
era la tendencia de la intención de voto y hasta donde se pudo ver no varió en
lo sustancial el día de las elecciones. La apuesta de CC era obtener una
diferencia menor al 10 % con el MAS para lograr un balotaje. No apostaron por
ganar las elecciones y eso se notó en su propia campaña. Su eslogan “Ya es
demasiado”, por ejemplo, mostró una campaña en la que no se priorizó seducir a
potenciales votantes, sino a desgastar al MAS. Pero concentrase en restarle
votos a un rival no garantiza que esos votos vayan a favorecerlo a uno y,
además, CC no mostró interés ni se esforzó por llegar a otros sectores sociales.
Con
una campaña de ese tipo a Mesa y a los suyos, muchos de ellos circunstanciales,
no les quedó otra que apelar al “voto útil”, como diciendo: “está bien, no
creen en mí, pero por lo menos denme su voto para que el MAS no siga en el
poder”. En otras palabras, no estaban preocupados por ganar las elecciones
porque no tenían la fuerza para ello, a pesar de que tenían un importante apoyo;
querían llegar a una segunda vuelta para verse favorecidos por el voto
antimasista que no lograban cautivar.
En
Santa Cruz, a pocos días de las elecciones, los cívicos dieron un giro e
hicieron campaña por el “voto castigo” al MAS. El candidato cruceño Oscar Ortiz estaba,
en la intención de voto, en el tercer lugar en su propia ciudad y en esa
situación fue dejado de lado y se apostó por el “voto castigo”, que, por las
circunstancias, favorecía a Mesa, pero no porque apostaran por él, sino porque
no tenían otra opción. En ese momento su apuesta era sacar a Evo Morales como
sea, aunque para ello tuvieran que votar por Carlos Mesa.
Mesa
en estas elecciones sigue con su actitud señorial y no da señales de querer
disputar otros nichos electorales. Así, con las diferencias de contexto, sigue
“segundeando” en la intención de voto como sucedió el 2019, pero ahora tiene
alguien que no solo podría pisarle los talones, sino que incluso podría desplazarlo:
Añez. Claro que para ello haría falta que Fernando Camacho se retire de la
contienda, lo que daría lugar a que la intención de voto que lo favorece en
Santa Cruz, en su mayoría, se vuelque en favor de Añez. Si esa fuera la
situación, Mesa, el segundo de ayer y hoy, puede ser el tercero de mañana.
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