Por: Carlos Macusaya
El
canciller de Bolivia, David Choquehuanca, quien suele actuar, cómicamente, el
papel que más gusta a los gringos (el de “sabio indígena”), volvió con sus
ridiculeces. En esta ocasión, y como un hilarante y patético regalo navideño
del 2014, afirmó: "Yo soy el último inca, de verdad, investiguen"[1]. En
general, Choquehuanca expresa la ineptitud de alguien que, ejerciendo un alto
cargo, solo se refugia en ideas disparatadas para poder autoconsolarece en su
inca-pacidad.
A
diferencia de años anteriores, el 2014 Choquehuanca apareció muy poco en los
medios. La verdad que no se extrañaba su presencia, menos aún sus absurdas
palabras. De hecho, el bajo perfil político que ha ido tomando su figura ha
sido algo saludable para el gobierno, aunque el canciller se las ha arreglado
para llamar la atención, muy a su estilo indigenista (no indianista ni
katarista), con sus insultantes ocurrencias, tal fue el caso del reloj en la
Plaza Murillo.
Lo
importante sobre el papel de Choquehuanca en el gobierno parece ser que él es
la imagen internacional, la “imagen de exportación” de lo que es el “indígena”.
Su papel tiene fuerza simbólica hacia afuera y por ello aún sigue fungiendo
como canciller. Claro que este papel lo cumple sin descollar en negociaciones y
relaciones internacionales, aspectos fundamentales en la función de cualquier
canciller. Choquehuanca destaca, no por ser un gran diplomático ni por ser un
gran negociador (cualidades ajenas a este señor), sino por sus afirmaciones
desvinculadas de la labor que debería cumplir, afirmaciones que además se
enmarcan en los estereotipos que sobre los “indígenas” tienen los
“occidentales” y por ello es visto en el ámbito internacional como portador la
“sabiduría indígena”. Su palabra es tomada como válida y seria; sin embargo, él
expresa, no las aspiraciones, sueños o luchas de los “indígenas”, sino
simplemente una moda “occidental” en la que el “indígena” es algo exótico y
opuesto a lo “europeo”.
Desde
que David Choquehuanca se hizo famoso, cuando asumió el cargo de canciller de
Bolivia, el año 2006, muchos creen que respresnta la “sabiduría ancestral de
los pueblos indígenas”, lo que es puro prejuicio. El cargo que viene ejerciendo
fue la catapulta que lo posicionó a nivel internacional, pero su imagen es
puramente eso, imagen.
David
Choquehuanca, nacido en 1961, viene de una de las regiones más evangelizadas
del altiplano: Huarina. Más que ser portador de una “sabiduría ancestral” es
heredero de una sabiduría de la religiosidad “occidental”: el misionerismo
protestante, con todo y su rígida verticalidad. Ello es una evidencia, entre
tantas otras, de la vida terrenal de los “indígenas”, la cual dista mucho de lo
que se imaginan los “occidentales”. Sin embargo, cuando se habla de la sabiduría
“ancestral” del canciller y cosas similares, se olvida o se omite su cuna protestante.
Choquehuanca,
política e ideológicamente, es en realidad uno de los muchos individuos que,
después de la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución oficial de la
Unión Soviética (1991) abandonaron su fe en el marxismo y se refugiaron en las
ideas propias de la moda europea postmoderna sobre el indígena. Su
“sabiduría” no responde a las luchas históricas de los “movimientos indígenas”,
sino que es fruto del derrumbe soviético y de la preponderancia política de las
ONG’s. De hecho, su palabra representa no el “pensamiento indígena”, sino lo
que las ONG’s han trabajado y posicionado en función de proyectos “aceptables”
para ser financiados.
Su
acercamiento al marxismo se dio por la influencia en la escuela de un profesor
de filosofía, Juan Rodríguez, quien le regaló un libro marxista, del cual dice:
“el único libro que he terminado de leer ha sido ese, el de Georges Politzer”[2]. Conoció
a ese profesor cuando cursaba segundo medio, a finales de los años 70. En esos
años Choquehuanca no tenía nada que ver con las ideas que hoy pregona, menos
aun con los movimientos indianistas y kataristas que estaban ya formados.
A
mediados de los años 80 tenía vínculos con el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) (organización que había tenido una relación estrecha con
algunos militantes kataristas en años anteriores), quienes le facilitan una
beca para viajar y formarse políticamente en Cuba: “los miristas me dicen:
‘tenemos dos becas para Cuba’ y se abre esa posibilidad. Y yo digo, ‘quiero
ir’”[3]. Su
formación marxista, desde que un profesor suyo lo introdujo en esa corriente,
pesó de modo determinante en la forma en que él veía el país dirigido por Fidel
Castro: “Era un sueño llegar a Cuba”[4]. Por
aquel entonces, como tantos otros marxistas, Choquehuanca quería conocer la
Cuba socialista; no le interesaba el sexo de las piedras, los poderes
afrodisiacos de la papalisa o “leer las arrugas de los abuelos”.
Choquehuanca,
al referirse a él mismo y las personas con que trabajaba en aquellos años,
dice: “nosotros éramos marxistas”[5].
Abandona su fe a inicios de los años 90: “Cuando nosotros nos reuníamos en los
años 90, 92, los aymaras decían: ‘queremos volver a ser, porque nosotros hemos
dejado de ser, ya no queríamos ser’”[6]. Fue en
esos años que se “tropieza” con el problema del ser aymara, no cuando vivía en
su comunidad, sino cuando el muro de Berlín ya había caído y la Unión Soviética
se había disuelto. Es cuando pierde el referente material más importante de sus
certezas ideológicas marxistas, la URSS, que él se refugia en algo que no encontró
en su comunidad ni en su militancia marxista, sino en su trabajo en una ONG:
“El 89 empiezo a trabajar en la ONG Nina”[7]. Su
“encuentro” con el tema “indígena” y “su” identidad tiene que ver con su
trabajo y la búsqueda de financiamientos para sostenerlo. No se trata de una
“herencia ancestral”, sino de los problemas surgidos después de la caída del
“socialismo real” y del protagonismo político y económico que fueron tomando
los organismos no gubernamentales.
Ya
desde que en Bolivia se implementó el Decreto Supremo 21060 muchos dejaron el
marxismo, lo que fue coronado con la caída del Muro de Berlín el 1989 y la
disolución de la URSS en 1991. Muchos de estos marxistas “renegados” fueron
tomando los símbolos y discursos indianistas y kataristas, que ya estaban
siendo “purificados”, vaciados de su contenido político-subversivo y ello por
la obra nada inocente de varias ONG’s. Pero además es en los años 80 que el
indianismo empieza su decadencia y degenera hasta confundirse con el
indigenismo, contribuyendo en la formación del pachamamismo. Así las ideas
indianistas y sus símbolos, que antes eran despreciados y rechazados, serán
tomados por los ex-marxistas, pero no en su sentido histórico, sino místico. La
experiencia histórica de lucha en la que se formaron tales ideas y símbolos
será enterrada por ser “racistas” y solo se tomará lo menos peligroso para los
grupos dominantes en organizaciones e instituciones, lo más comercializable. De
ello se alimentará Choquehuanca en la búsqueda de mantener su trabajo.
Antes
de las elecciones de 1993, en las que Víctor Hugo Cárdenas llega a ser electo
como Vicepresidente, David Choquehuanca andaba en un proyecto político. Sobre
ello dice: “el líder, el ideólogo, era Víctor Hugo Cárdenas, y nosotros
aprendiendo”[8].
Es decir, Choquehuanca aprendía de Cárdenas, a quien veía como líder e
ideólogo, no habla de alguna supuesta “sabiduría ancestral”. Siendo Cárdenas un
militante histórico del movimiento kataristas no es de extrañar que alguien que,
como David Choquehuanca, recién estaba descubriendo su identidad lo haya visto
como líder, ideólogo e incluso como maestro. El proyecto no llegó a buen
término y Cárdenas fue por su camino, llegando a la vicepresidencia acompañando
a Gonzalo Sánchez de Lozada.
Por
el año 1998 Choquehuanca llegó a tener una conversación con Felpe Quispe, quien
recién había salido de la cárcel, para proponerle ser candidato a la dirección
de la CSUTCB. Una de las cosas que Quispe recuerda de esa conversación es que
David Choquehuanca se le acercó pidiéndole perdón por que él (Choquehuanca)
había plagiado varios pasajes del libro que Felipe había publicado en
1988: Tupaj Katari vive y vuelve carajo. Choquehuanca, según cuenta
Quispe, dijo en aquella oportunidad: “hermano me vas a disculpar, yo de aquí he
sacaw muchas cosas, no te he citado, no me vas a hacer me el juicio”[9] y
Quispe lo perdona y no le hace juicio.
El
hecho es importante porque muestra que Choquehuanca tenía alguna idea de sobre
los indianistas, pero no los citaba, como muchos otros han hecho, para ser
visto como el sabio; pero además, estaba plenamente consciente de que cometía
un delito. Choquehuanca también nutrió su repertorio con las ideas de Germán Choquehuanca,
a quien invitó a las actividades de la ONG en que trabajaba: “yo invitaba a
Germán Choquehuanca”[10].
Recordemos
que el padre de la actual wiphala es Germán (Choque Condori) Choquehuanca,
quien se hace llamar “Inka Waskar Chukiwanka” y escribió varios trabajos
tratando de dar un sentido precolonial y místico a este símbolo. Llaman la
atención las palabras de David Chquehunaca al referirse a la wiphala, pues
muestran al “autentico” personaje que ejerce el cargo de canciller en Bolivia;
él dice: “La wiphala está relacionada con el equilibrio, con el consenso, con
la complementariedad. Cuando levantamos eso queremos decir: ‘Queremos que las
decisiones se tomen mediante el consenso’, por eso levantamos nuestras
wiphalas”[11].
Cuando
nuestro patético canciller habla de la wiphala tiene el cuidado de no mencionar
a Germán Choquehuanca, a quien conocía e invitada a sus eventos. De esa forma
se asegura de evitar mencionar a su fuente de ideas y aparece como heredero de
una “sabiduría ancestral”. Seguramente, esta actitud hipócrita y oportunista no
tiene nada que ver con el “equilibrio”, el “consenso” o la “complementariedad”
que tanto cacarea. Pero, al mismo tiempo, está claro que ni siquiera tiene idea
de cómo fue emergiendo ese símbolo, allá a finales de los años 60, pues él es
alguien totalmente ajeno a la lucha indianista que simboliza la wiphala.
La
“sabiduría indígena” de la que presume Choquehuanca no la extrajo de sus
ancestros, sino que la fue copiando a algunos indianistas. De tal forma que
algunas ideas y símbolos del indianismo las fue acomodando a los intereses de
quienes financiaban su trabajo en la ONG Nina. Claro, como ya se dijo, este
plagio se hacía siempre dejando de lado el sentido subversivo y político de
tales ideas, dando únicamente atención a los aspectos más inofensivos, al punto
de esoterizar tales ideas y símbolos. Este trabajo no fue muy difícil
contando, por una parte, con financiamiento, y por otra parte, teniendo
indianistas ya perdidos, viviendo su decadencia. Lo mejor del indianismo, dado
entre los años 60 70, no se tomó en cuenta por peligroso, pero si las ideas de
la degeneración indianista, lo que se dio en los años 80. Claro que la
excepción fue el EGTK, el cual se formó a contra corriente. Mientras el
culturalismo emborrachaba a muchos indianistas, el EGTK volvió a poner el
acento en la lucha y no en el rito, rito folklorizado que los q’aras gustan
difundir como el indianismo “autentico”.
La
degeneración indianista, su fruto, fue el alimento para varios proyectos de
ONG’s y siempre se tuvo en cuidado de no hacer referencia a los indianistas,
quedando todo encubierto por la idea de “sabiduría ancestral”. Con ello los
indianistas quedaban fuera y su obra tenía ya otros dueños.
Pero
volvamos al caso del autoproclamado Inca. Recordemos que hace hincapié en que
los “indígenas”, por lo tanto él, siempre hacen las cosas en consenso,
comunitariamente. Esta idea, que repite constantemente, no tiene que ver con su
experiencia y vida política, sino que la expresa por la moda actual. En los
años 80, cuando tuvo la oportunidad de ir a Libia, nunca consensuo con nadie a
quienes podía invitar, simplemente escogía a sus amigos, como la gran mayoría
hace: “Hicimos varios viajes a Libia… he llevado a mis amigos, a mis amigas,
varias veces”[12].
Choquehuanca no tuvo una vida comunitaria, tiene un discurso comunitario por su
trabajo en ONG’s, por una moda.
Realmente,
David Choquehuanca es alguien que poco sabe de las luchas históricas que dieron
lugar a la aparición de símbolos como la wiphala o la figura de Tupaj Katari.
Su alusión a los ancestros, a los “abuelos”, es la mejor manera de encubrir su
lejanía y distancia con tales luchas, además que le sirve para ser visto como
“sabio” por quienes están en peor situación que la de él con respecto a conocer
los procesos en los que se configuró la voluntad política de formar un “gobierno
indio”. A nuestro canciller le hubiera servido mucho, por ejemplo, “leer las
arrugas” de Luciano Tapia para saber sobre luchas reales y concretas, más allá
de un imaginar místico; pero, lamentablemente, Tapia[13] murió
hace no mucho. Pero aún podría “leer las arugas” de Constantino Lima o de Felipe
Quispe, aunque posiblemente llegue a copiar algunas “arrugas”, y tal vez así
aterrice en experiencias ricas, duras, amargas y concretas de lucha, ello le
ayudaría mucho, no en su labor de canciller, sino en dejar de hacer el ridículo
y de ridiculizar a los “indígenas”. Pero Choquehuanca considera que “el ser
humano está en último lugar”[14], así
que de seguro él estaría más cómodo con una lechuga que tratando de aprender de
los líderes históricos de la lucha por un “gobierno indio”.
Tal
vez el problema este en que a este señor de niño le dieron coca en lugar de
leche; recuérdese que él sugería que a los niños se les debía dar coca en lugar
de leche. Eso podría explicar sus disparatadas frases. O tal vez, antes de
hacer alguna declaración pública, consume mucha papalisa. Recordemos que él
afirma que la papalisa es más efectiva que el viagra. Entonces, cuando habla en
público puede estar en un estado alto de excitación, por lo que dice cualquier
cosa. Tal vez, simplemente, hay que dejar de buscar justificativos para las
ridiculeces de este farsante.
En
definitiva, Choquehuanca no es un “sabio indígena”, actúa y habla sabiendo lo
que gusta ver y escuchar a financiadores “occidentales”. Hay muchos como él que
se las dan de sabios y “viven bien” estafando a la gente. Usar el lenguaje que
usa Choquehuanca es una forma de ganar dinero. Por ejemplo, Javier Medina,
quien se inventó el “vivir bien”, sabe muy bien que inventar disparates sobre
los indígenas genera financiamientos y permite “vivir bien”, aunque en ese
juego ni él ni su casta pierden; en cambio las payasadas de David Choquehuanca
contribuyen a la dominación blancoide, pues quitan crédito, ridiculizan y
refuerzan los estereotipos racistas sobre los “indios”, al ser un testimonio
del prejuicio de que los “indígenas” en la función pública no tienen la
idoneidad para estar donde están.
[1] Página Siete, martes 23 de
diciembre, 2014. http://www.paginasiete.bo/nacional/2014/12/23/choquehuanca-yo-ultimo-inca-investiguen-42097.html
[2] Entrevista a David
Choquehuanca, en Balance y perspectivas, Archipiélago
ediciones/Fundación Friedrich Ebert, Bolivia, 2010, p. 215.
[3] Ibíd., p. 217.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd., p. 219.
[6] Ibíd., p. 227.
[7] Ibíd., p. 219.
[8] Ibíd., p. 220.
[9] Entrevista en video a Felipe
Quispe por Jimena Costa. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=q6wmRvqrfUc
[10] Entrevista a David
Choquehuanca, en Balance y perspectivas, p. 222.
[11] Ibid., p. 228.
[12] Ibíd., p. 218.
[13] Véase Ukhamawa Jakawisaxa (Así es nuestra Vida), autobiografía de Luciano
Tapia publicada en 1995. Puede descargarse el libro en pdf ingresando a: https://jichha.blogspot.com/2015/02/ukhamawa-jakawisaxaasi-es-nuestra-vida.html?fbclid=IwAR3C_R4l-iFGjBkvpXPGKkH5T3jAH_tBC9Ppu-Dngx6zPjWd-MXAPZujo-8
[14] Ibíd., p. 228.
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