Por: Marina Ari M.
[Este
artículo ha sido extraído del periódico
Pukara nº 5]
Son
propósitos de este artículo rendir homenaje al Willka Pablo Zárate, general
aymara que definió un importante capítulo de la historia boliviana; mostrar la
importancia del tejido de relaciones aymaras que persiste hasta hoy y analizar
la política de distorsión y ocultamiento de la participación indígena en la
historia boliviana.
Hay
quienes afirman que el pueblo aymara no tiene objetivos ni estrategias
políticas; que sus formas de organización se conectan al paleolítico o existen
sólo bajo forma espontánea e irreflexiva. El episodio Zárate demuestra la
persistente política nacionalista; nos emociona (a los originarios del Qullasuyu,
del Tawantinsuyo) por su claridad de objetivos, su valor e
inteligencia en el despliegue de estrategias militares y comunicacionales y
sobre todo por la mística presente en cada acción.
En
los albores de la República la mayoría de aymaras y qichwas aún vivían en
comunidades. El ataque más feroz por robar las tierras comunitarias se dio en
la presidencia del dipsómano y trastornado Melgarejo, quien repartió tierras de
comunidades entre sus amigotes y parientes de su amante Juana Sánchez. Según
Pearse “de acuerdo a relatos de esa época, ocurrieron episodios de genocidio
y crueles matanzas, donde perecieron cientos de hombres, mujeres y niños
campesinos”. Santibáñez relata cómo los soldados comandados por el q’ara
general Leonardo Antezana, se dedicaban a cazar a nuestros abuelos como a
animales, apostando dinero para quien mataba más indígenas.
En1899
las haciendas feudal esclavistas estaban consolidadas. Aymaras y qichwas
luchaban para defender sus tierras. A fines del s. XIX surge un astuto representante
del liberalismo boliviano, Juan José Manuel Inocencio Pando Solares, nacido en
1848 y asesinado el 17 de junio de 1917. Pando, un blancoide oriundo de
Luribay, estudió medicina hasta sexto año y luego se incorporó al ejército. Fue
presidente de 1899 a 1904 y enfrentó la Guerra del Acre, en la que Bolivia
perdió 190.000 km2 por la voracidad del Brasil y la torpeza diplomática de los q’aras
bolivianos.
La
esposa Aymara Qichwa
La
persona que haría de Pando el tata apoyado por un poderoso ejército aymara,
el vencedor de la oligarquía sucrense, el jefe de la nueva oligarquía paceña y
presidente de Bolivia, fue su esposa, Carmen Warachi Sinchi-Roca, descendiente
de caciques aymaras y qichwas, oriunda de Sica Sica, uno de los núcleos de la
nación aymara.
Los
Guarachi en el s. XVII son los caciques más importantes de los Pacajes.
Miembros de esta familia tuvieron estrecha relación con los señores del Cuzco,
posteriormente se plegaron a los españoles convirtiéndose en colaborantes. El
historiador aymara Roberto Choque menciona la importancia del “pacto aymara
qichwa” que significa la familia Warachi, una de cuyas ramas tenía ascendencia
inka. Esta familia gobernó un territorio comprendido desde el Desaguadero hasta
lo que hoy es Potosí y Chuquisaca. En su investigación sobre Jesús de Machaqa,
Choque menciona que algunos miembros de esta familia se convirtieron en
abusivos caciques, sin embargo meritoriamente
conservaron el orden de los originales ayllus aymaras. Este
mantenimiento -sobre todo en Pacajes y Omasuyos- facilitó el nucleamiento e
irradiación de las luchas libertarias aymaras.
Por
otra parte los Sinchi Roca son evidencia del relacionamiento entre aymaras y
qichwas. El Cuzco antes de los inkas estaba habitado por aymaras. El primer
Sinchi Roca, hijo de Manco Capac y Mama Ocllo, gobernó por más de 20 años,
probablemente desde 1230. A él se le atribuye la ampliación del Intiwasi como
inicio de los ritos al sol y la construcción de los primeros camellones
escalonados en gran escala. El segundo Sinchi Roca, Apu Sinchi Roca, era hijo
de Yamque Yupangue décimo Inka y hermanastro de Huayna Capac. Aparentemente los
Sinchi Roca se limitan al Perú, sin embargo, es conocida la estrategia aymara
para encarar el expansionismo Inka: el casamiento de aymaras con qichwas.
Posteriormente la Nación Aymara se unió profundamente con la Qichwa en una
hermandad forjada en un origen común y en una historia de similar sufrimiento
ante el avasallamiento, explotación y genocidio de la invasión española.
Bajo
estos antecedentes familiares de la esposa de Pando se comprende que el apoyo
de los aymaras no surgió de la nada, como pretende cierta historia boliviana
que buscan minimizar la importancia de los originarios. Cuando no pueden eludir
algún hecho relevante protagonizado por un indígena, lo presentan como bárbaro,
salvaje, y otros apelativos racistas.
Salvo
el profundo estudio de Condarco, no explican cómo un ejército en desventaja de
armas y con poca preparación para la guerra (el de Pando), venció al ejercito
constitucional, mejor armado y en el que participaban militares entrenados.
Pareciera que Pando fue el gran protagonista, el líder de excepcionales
cualidades militares, estratégicas y políticas, cuando fue el Willka Pablo
Zárate el de las impresionantes dotes guerreras, políticas y estratégicas. Como
él era un indio aymara, los bolivianos le reconocen en su historia solo el
papel de “salvaje come-q’aras”.
En
realidad, la circunstancia que permitió a Pando cumplir sus ambiciones fue su
matrimonio con una influyente aymara qichwa. La familia Warachi posibilitó ese
diálogo intercultural entre la casta minoritaria blancoide q’ara y la
explotada pero numerosa aymaridad, diálogo que se dio en pocas oportunidades en
la historia boliviana.
El
objetivo aymara del Willca
Durante
el levantamiento Katarista de 1781, Sica Sica fue zona inicial de la rebelión.
Los españoles intentaron convencer al ayllu urinsaya de Sicasica de engrosar
sus tropas, a pesar de ello miles de aymaras se sumaron al ejército de Tupac
Katari. La mama t’alla Bartolina Sisa nació en Caracato, pueblo vecino a
Sica Sica, esta heroína el 20 de mayo de 1781 dirigió la acción militar que en
La Paz derrotó a la “flor y nata” militar española.
En
1822 Tito Khuchha, junto a Juan Manuel Cáceres, dirigió un levantamiento en
Sica Sica buscando restaurar el gobierno Incaico. Fueron masacrados, pero
dejaron la semilla de una lucha que hasta hoy prosigue. La esposa de Pando era
oriunda de la zona de Sica Sica. Lo mismo Pablo Zárate, de quien no se conoce
su fecha de nacimiento. Estuvo casado con Aida Aguilar y tuvo cuatro hijos. La
biografía de este aymara tiene lagunas, se ignoran las fuentes espirituales y
teóricas que lo alimentaron; sin embargo, su origen en uno de los núcleos
aymaras de más profunda raíz qulla, su comportamiento, pensamiento y
esencia, lo vincula con el profundo nacionalismo Katarista.
El
contexto en que se desarrolla la acción militar de Zárate y las ambiciones
políticas de Pando es de masacres y saqueos a las comunidades por la soldadesca.
Después de las matanzas los criollos usurpaban las tierras comunitarias,
cometiendo abusos, robos y violaciones ayudados por el ejército, los juzgados e
incluso la prensa.
La
aproximación de Pando a los mallkus aymaras se inició en la propuesta de una nueva
aplicación de la justicia hacia los problemas indigenales. Se trataba de
corregir los abusos de corregidores, cobradores de impuestos y otros agentes
del sistema q’ara. El 6 de mayo de 1896 se expresa el apoyo qulla a
Pando. Miles de aymaras se asoman a la ciudad de La Paz para expresarle su
favor. Serán violentamente reprimidos, golpeados y apresados por los militares
bolivianos. Condarco relata que a los prisioneros, los soldados les
introdujeron a la fuerza «puñados de ceniza a la boca de los infelices
indios», obligándoles a vivar a Pando. Se sucedieron similares episodios de
brutalidad en los que aymaras eran asesinados, excluidos a palos, apresados, o
torturados por su apoyo a Pando.
Estos
episodios advierten dos situaciones, primero que el Estado boliviano excluyó de
todo derecho ciudadano a los indígenas, impidiendo que mostraran siquiera
simpatía por algún candidato; segundo, que los tenaces aymaras pese a siglos de
exclusión y genocidio, persistieron en el plan qulla de ser
protagonistas de su historia.
Un
antecedente del conflicto entre criollaje paceño y chuquisaqueño es que
Chuquisaca fue el centro del realismo español y quiso mantener su hegemonía
basada en una supuesta aristocracia y “herencia genética española”. Otro
elemento fue la pugna entre conservadores y liberales. El antecedente
fundamental fue que a fines del s. XIX e inicios del XX, las fuerzas económicas
se concentraron en la región minera de Oruro, Potosí y La Paz.
La
nueva burguesía paceña proyectaba su crecimiento. Pando mismo planeaba
convertirse en gran terrateniente, propósito logrado con las leyes de 1874 y
1880. Pando representó esta nueva burguesía y usó como motor ideológico el
rechazo al unitarismo centralizado en Chuquisaca. Por su parte los defensores
de la constitución encabezados por el presidente Fernández Alonso, sustentaban
el propósito de mantener una supuesta aristocracia.
Planteado
el proyecto federalista por los liberales (como pretexto para hacerse del poder
político, pues ganado el conflicto no lo concretaron) el presidente Severo
Fernández Alonso se vio obligado a enfrentarse contra los sublevados liberales
que pronto fueron encabezados por el oportunista Pando.
Alonso,
nacido en Sucre el 15 de agosto de 1849, gobernó Bolivia de 1896 al 1899 con un
lineamiento conservador. Su origen chuquisaqueño y su posición política, más
que su propia voluntad, lo obligó a encabezar el ejército conservador. Las
fuerzas de Pando, inferiores al ejército chuquisaqueño que avanzaba de Oruro
hacia La Paz; no contaba con suficiente armamento; en pleno levantamiento
recién realizaban tratativas para adquirir armamento del Perú. En estas
condiciones Pando llegó a Sica Sica a solicitar apoyo aymara. Las negociaciones
fueron facilitadas por la familia Warachi. Por su esposa Pando sabía que en
esta región están concentrados los ejes más poderosos de la nación aymara:
Omasuyos, Pacajes, Sica Sica, Inquisivi. Ella conocía el protocolo y simbolismo
aymara, por lo que los mensajeros de Pando se acercaron a las autoridades tradicionales
con respeto y ofrendas de coca a la Pachamama, para convencerlos de
apoyar a los criollos paceños.
El
apoyo del Willca Zárate y de otros líderes como Juan Lero, Feliciano Mamani,
Ascencio Fuentes y Manuel Flores, se hizo a la luz de la historia Katarista que
plantea el Autogobierno Aymara, reivindicación definida ya claramente en
los manifiestos de Tupac Katari. Este lider, en misiva a los españoles tras la
captura de su esposa, la generala Bartolina Sisa, les ofertó garantizar el
retorno de los europeos a su tierra de origen; quienes quedarían para
autogobernarse serían los originarios. Coincidentemente, en la declaración del
sanguinario fiscal q’ara Vilaseca, quien ordenó la muerte de Lero, se
lee que los guerreros del Willka Zárate “mataron porque se creían dueños de
todo el territorio boliviano, y que la raza blanca usurpa sus derechos...”.
Prueba
de esta continuidad es el reproche del águila aymara Pablo Zárate al corrupto
traidorzuelo Pando cuando éste ordena la eliminación de sus aliados indios de
ayer. Pando dejaba el palacio presidencial cuando se le acercó una sombra, era
el Willka pidiéndole audiencia, el q’ara indigno se negó y Zárate le
increpó: “no vengo a pedirte clemencia sino justicia. No cometí otro delito que
seguir tus instrucciones y el de creer en ti y en tus promesas de emancipar a
mi raza. Me has engañado y has engañado a mi pueblo!”.
Varios
historiadores reconocen el propósito nacionalista aymara, Bautista Saavedra,
por ejemplo, escribió que el Willka Zárate planificaba el alzamiento de toda la
raza aymara y Salamanca La Fuente que Zárate buscaba el restablecimiento del
imperio indígena.
Prueba
contundente es el acontecimiento de Peñas donde “Los caudillos del
levantamiento no sólo aspiraron a restablecer el dominio de las nacionalidades
de origen... constituyeron un gobierno indígena presidido por Lero y formado
por Ascencio Fuentes, Feliciano Mamani y Manuel Flores...”, escribirá Condarco.
El
ejército Aymara
El 20
de diciembre de 1898 el ejército constitucional recibe orden de marcha. La
mimada y racista juventud blanca chuquisaqueña sale en guerra para “aplastar...
a esos aimaraes almidonados a esos bárbaros sanguinarios que no han tenido la
dicha de gozar de un ápice de civilización”, coreaban los periódicos Sucrenses.
El de Alonso era un ejército bien pertrechado y con entrenamiento. Los
liberales paceños sólo tenían desmesuradas ambiciones.
Logrado
el apoyo aymara, miles de comunarios armados de q’urawas (hondas) e
instrumentos rústicos de labranza se aprestaban al combate. Empero no iban a
obedecer a un q’ara como Pando sino a un comandante aymara. Así el
movimiento de Pando fue dirigirse a Sicasica donde estaba el ayllu de Zárate,
entrevistarse con los Mallkus y hacer promesas que luego traicionaría. Los
historiadores bolivianos discuten acerca de tales ofrecimientos: el
nombramiento de general a Pablo Zárate, la codirección del ejército, la
liberación de la población indígena y la restitución de tierras de origen.
Augusto Guzmán reproduce esta versión cuando afirma que los federalistas
prometieron a los aymaras tierras y libertad. Bajo la dirección de su
comandante, Willka, los guerreros aymaras se enfrentan en desiguales
condiciones con el elitista ejército chuquisaqueño. Sin embargo tenían la
ventaja de conocer el terreno y contaban con la fortaleza qulla. El
vigor de nuestra raza hizo que los luchadores de Willka pudieran resistir con
escaso alimento. Pero sobre todo resaltó el valor indómito de la Nación Aymara,
por el cual combatientes aún con seis balas en el cuerpo continuaban dando
batalla al enemigo.
A
medida que el ejército sucrense ingresaba en territorio aymara, era acechado
por los guerreros desde las montañas. Cada paso de las tropas constitucionales
era conocido por Pando gracias a los chaskis (emisarios aymaras), lo que
permitió a los criollos paceños ejecutar acciones militares ventajosas. Los
militares sucrenses pronto advirtieron el “cerco de indios” que los rodeaba. Su
posición racista hizo que sus primeros objetivos fueran humildes comunidades aymaras.
En Corocoro ingresaron robando, cometiendo abusos y disparando a los
comunarios, pese a que fueron recibidos con hospitalidad. Estos abusos se
repitieron alentando el levantamiento aymara, protagonista de la derrota del
ejército de Sucre.
Las
tácticas aymaras compensaron su inferioridad en armamento, a través de la
vigilancia permanente al ejército enemigo; la información presta y detallada de
sus movimientos; la negación al enemigo de información, alimentos, pertrechos y
forrajes; el hostigamiento psicológico al perseguir al asustado ejército
sucrense con el sonido de pututus y gritos. Estas tácticas, calificadas
arrogantemente de “farsas de indiada” por los coroneles sucrenses (seguros que
el pututu no podría enfrentarse a la ametralladora), lograron amilanar a
las tropas sucrenses de forma que fueron totalmente derrotadas.
La
ofensiva aymara era contundente: En caso de dispersión o distracción de las
patrullas, éstas eran inmediatamente atacadas; en otros casos se rodeaba con
movimientos envolventes al ejército sucrense agotándolo; alentaban la lucha
cuerpo a cuerpo donde su bravura los hacía fáciles ganadores; percibían la
vacilación de los contrincantes y los atacaban aterrorizándolos;
sistemáticamente interrumpían la comunicación de las tropas constitucionales
con sus mandos. A finales de enero de 1899 el levantamiento qulla se
había extendido hasta Potosí.
Q’aras
paceños igual a q’aras sucrenses
Una
característica en la historia de las relaciones de criollos (que siempre han
gobernado Bolivia) con indígenas, ha sido el choque de dos comportamientos y
valores. Ejemplo reciente es el “caso de los tractores”. El año 2000, después
de un levantamiento indio, el Estado boliviano firmó un convenio por el que,
entre otros, se comprometía a entregar tractores para “modernizar” el agro
(reivindicación primaria, pero comprensible cuando se sabe que en el agro se
continúa utilizando herramientas pre hispánicas). Hasta hoy se ha cumplido en
un 10%. Este incumplimiento buscó debilitar el liderazgo de Felipe Quispe y
demostrar a los aymaras que su lucha y sacrificio de vidas humanas fueron
“inútiles”. En el gobierno de Carlos Mesa, recién en 2003, llegaron 39 de los
210 tractores comprometidos, algunos se entregaron en el oriente cuyos
agricultores no participaron en las movilizaciones. Como varios pueblos
indígenas, los aymaras confiaron en la palabra del blanco. Sin embargo el
blanco no respeta sus convenios, el blanco en su generalidad no honra su
palabra. Lo mismo sucedió entre Pando y Zárate Willka. Los compromisos de Pando
fueron incumplidos: el trato igualitario a los indígenas; el federalismo, con
autonomía y autodeterminación para los aymaras; la restitución territorial. A
costa de la vida de miles de aymaras, ganamos para Pando la guerra federalista,
él arrojó a la basura su bandera de federalismo e hizo asesinar a Zárate
Willka: Ese es el honor del blancoide boliviano.
La
traición blancoide se insinuó prontamente. En Mohoza (Cochabamba) Clodomiro
Bernal, comandante federalista de Pando, cometió varios atropellos: Azotó al
corregidor Juan Bellot en la plaza pública por ser lerdo para proveer recursos
a su tropa; exaccionó dinero al párroco del lugar; robó animales de los
comunarios y su tropa torturó a los humildes indígenas qichwas. La arbitrariedad
de los “socios” mestizos provocó un levantamiento de comunarios dirigido por
Lorenzo Ramírez. Marcharon hasta Mohoza y después de perseguir y cercar a los
abusivos acabaron con una veintena de ellos, proclamando que ya no obedecían
más órdenes que las de Zárate Willka.
Este
y otros levantamientos contra déspotas gamonales aceleraron los planes de
traición de Pando quien ofreció a la comunidad de Umala ser el nuevo cuartel
central indígena. Los umaleños, que ocupaban una posición vertical entre los
aymaras por su control del mercado de coca en Oruro, aceptaron este
ofrecimiento pensando ganar ventajas, cuestionando así el liderazgo del Willka.
El
mayor sector indígena obedecía, empero, la comandancia de Zárate. Se expandió
el levantamiento abarcando gran parte del territorio aymara. Los principales
líderes fueron los Willkas, Feliciano Willka en Cochabamba y Potosí; Juan Lero
y el Willka Manuel Mita (conocido entonces por la prensa como Cruz Mamani) en
Oruro; Lorenzo Ramírez en Inquisivi, La Paz. Todos aceptaban la dirección de
Pablo Zárate.
El 23
de marzo de 1899 el ejército aymara desarmado y sin apoyo de los bolivianos
federalistas, se enfrentó al Batallón Alonso, la mejor unidad
constitucionalista. Pese al valor de los aymaras que lucharon desde las 5 de la
mañana hasta las 3 de la tarde, fueron pasados a cuchillo por los soldados.
Este episodio se conoce como la masacre de Huayllas. El río de Huayllas, el
Chunchullmayo, Río de Tripas, se llamó así por los restos de los valerosos
qichwas descuartizados allí. Mientras la tragedia ensangrentaba Cochabamba, el
24 de marzo de 1899 un escuadrón selecto de unitaristas llega a Caracollo
matando a 5 indígenas entre ellos mujeres y niños que se encontraban en un
grupo de espectadores. El sonido profundo de los pututus les sorprendió
anunciando que Willka se dirigía a Caracollo, a la cabeza de un ejército de
2000 Kataris. Los bandos chocaron en Vila Vila, donde los guerreros aymaras sin
más armas que q’urawas enfrentaron los cañones y fusiles del ejército
regular logrando una brillante victoria. Ese triunfo lejos de alegrar a Pando,
lo inquietó. Mediante misivas secretas exigió armas a sus aliados blancos para
enfrentar al ejército aymara.
Tras
el triunfo de Caracollo, Zárate lanzó “La Proclama de Caracollo”, verdadero
ideario aymara que plantea el objetivo de «regenerar Bolivia» a través del
respeto a la identidad indígena: “...deben respetar los blancos o vecinos a
los indígenas porque somos de una misma sangre e hijos de Bolivia, deben
quererse como hermanos con los indianos... hago prevención a los blancos...
para que guarden el respeto con los indígenas...”.
Esta
“regeneración” es en realidad el propósito de liberación fuertemente perseguido
por los aymaras. La forma propuesta es la armonía, la justicia, el respeto entre
la q’aritud y los indígenas. Detrás de esta propuesta se manifiesta el profundo
nacionalismo aymara que busca hacer de Bolivia una nación basada en la
tolerancia y equidad. La respuesta de los q’aras fue NO. No a la
tolerancia. No a la equidad. No a la justicia. No al respeto.
La
victoria de Zárate en Caracollo decidió a Pando por la toma de Oruro donde
estaban Alonso y sus tropas. El 10 de abril de 1899, Pando parte de Caracollo.
A su vez el ejército constitucional se moviliza hasta San Juan, espiado por los
chaskis aymaras quienes informan el menor movimiento a Pando. Cerca de Oruro
los sucrenses observan el despliegue en los cerros del ejército aymara
comandado por Zárate. En esta batalla final participaron los Willkas, Cruz
Mamani y Lorenzo Ramírez. Luego del primer enfrentamiento con los aymaras
Alonso descubre que detrás se encuentra el ejército de Pando. Al amanecer las
tropas de Alonso son derrotadas. El júbilo se apodera del criollaje paceño y la
prensa boliviana proclama que los “indios” no participaron de la batalla. Días
después Pando advierte a los “indios” se retiren a sus comunidades, ordenando a
sus soldados desalojar violentamente a aymaras y qichwas que continuaran
sublevados.
Menos
de dos semanas después inicia una feroz persecución a los líderes aymaras que
le habían dado el triunfo.
El 23
de abril de 1899, solo 10 días después de la batalla del 2do. Crucero, es
detenido el anciano Apu Mallku Juan Lero quien proclamara el gobierno indígena
en Peñas. La misma suerte corre Mauricio Pedro, el protagonista del
levantamiento indígena de Sacaca. También son apresados Cruz Mamani y el mismo
Willka Pablo Zárate. Noventa qichwas son aprehendidos y arrastrados a La Paz,
por los sucesos de Mohoza. Cruz Mamani fue abatido a tiros por los soldados
bolivianos. El 14 de enero de 1901 Juan Lero murió de frío y hambre, a los 70
años, en su inhóspita celda. En julio del mismo año Zárate dejó la cárcel en un
episodio no aclarado y posteriormente fue asesinado por un grupo de blancos en Imilla
Imilla, la comunidad donde había nacido. Sus tierras y las de su comunidad
fueron –según el historiador Condarco–usurpadas por el traidorzuelo José Manuel
Pando.
Han
pasado 107 años después de ese 23 de abril cuando fueran arrastrados a la
cárcel y a la muerte los Willkas aymaras. Mi homenaje al Apu Mallku Juan Lero,
al admirable general Aymara Pablo Zárate, al valeroso Cruz Mamani y a los
levantados qichwas. Han transcurrido 107 años y la situación no ha cambiado
mucho. En septiembre y octubre del 2003 la q’aritud dueña del Estado boliviano
realizó las masacres aymaras más recientes. Expulsado el kharisiri Sánchez
de Lozada, su vicepresidente descendiente de españoles por padre y madre,
Carlos Diego Mesa Gisbert, asumió la presidencia de Bolivia en representación
del criollaje “moderado”. En diciembre de 2005 ganó las elecciones Evo Morales,
un sindicalista de extracción aymara.
El
año 2000 un aymara dijo que ya estamos cansados del inquilino abusivo del
Palacio de Gobierno, refieriéndose a los presidentes q’aras. ¿El actual
gobierno es un inquilino más o pertenece a la prosapia de los Willkas?
ORGULLO AYMARA
ResponderEliminarHay que reinventarse con este bagaje de valentia del pueblo originario Aymara, un arazo
Nación Aymara o muerto.
ResponderEliminarPD: Exclusivamente aymaras nada de quechuas o otra etnia en nuestra nación
*Muerte
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