Por
Carlos Macusaya
Cuando Áñez fue
posesionada (por un militar) como presidente de Bolivia, era aún “cara no
conocida”. Era una senadora mediocre de la que la mayoría de los bolivianos no
sabía nadan y que pasó a dirigir el país militarizándolo con la Biblia en la
mano (dudo que la haya leído). La manera que tuvo para afianzarse fue mandando
a “descansar en paz” a decenas de “ciudadanos de segunda”. El mensaje era claro
y se dirigía a esa población: “si no agachan la cabeza los baleamos”.
Poco después pasó
de “presidente transitoria” a ser “presidente candidata”. El ser “cara no
conocida” y su inclinación por el show
del fanatismo religioso le permitieron generar cierta expectativa en varios
segmentos poblacionales medios. Además, quienes la empujaron a lanzar su
candidatura tenían claro que, en su situación de poder, les era posible sacar
ventaja con los recursos del Estado.
Sin embargo, a
estas alturas, en tiempos de crisis e intensidad política, Áñez ha formado su
imagen. Ya es “cara conocida”, no solo por las masacres, sino también por los
escándalos de corrupción en su gobierno y porque ha tratado de usar,
sínicamente, la pandemia para prorrogarse, dejando la salud de los habitantes
del país en último lugar.
El momento político
es otro respecto de cuando empezó su gobierno. El bloque de poder que la puso
en ese cargo está dividido y su gobierno tiene rechazo, no solo entre sectores
identificados como “masistas”, sino también entre muchos “no masistas”. Esta
situación de decadencia desespera al gobierno de Áñez y por ello, en varias
ocasiones, se han preocupado por atacar al TSE con la intención de posponer las
elecciones.
Y es que la
candidatura de Áñez se está hundiendo gracias a las acciones de su gobierno.
Contrariamente a lo que habían calculado, la administración gubernamental y el cálculo
político sobre la pandemia, con un “gran equipo” de ineptos y
"rabiosos" ministros, además de las masacres y los escándalos de
corrupción, le van pasando factura. Su política de enviar policías y militares
a distintos barrios periurbanos, y no así, médicos o insumos para enfrentar la
pandemia, solo remacha su decadencia.
A ello se suma su
“estrategia” de cautivar al electorado culpando de todo lo que hacen mal (que
es lo único que saben hacer) al MAS. La población, en una situación de alta
sensibilidad frente a los problemas de salud y corrupción, no va inclinar su
apoyo por personas que, ejerciendo el gobierno, no se hacen responsables de sus
actos y solo saben culpar a otros.
Sin embrago, no es
descabellado pensar que, a toda costa, vayan a intentar hacer “un milagro” electoral
en base a la coerción y a las prebendas. Empero, en la situación en la que el
país se encuentra, eso sería explosivo. De hecho, pasar de la cuarentena rígida
a la dinámica le significó al gobierno de Áñez cierto oxigenamiento, pues la
bronca que se ha acumulado y que estaba entrando a una fase de “tentativa de
movilización”, quedó en el congelador porque las personas están priorizando
ganarse el pan de cada día, pero con la idea clara de que este gobierno es un
problema para salir de la crisis.
En esa situación,
la disyuntiva entre derecho a votar y derecho a la salud es falsa porque, de
hecho, la permanencia del gobierno de Áñez es ya un atentado contra la salud.
Esto está muy claro en varios segmentos de la población. Pero así como su
candidatura se está hundiendo, por mérito propio, su gobierno también está
hundiendo al país.
Estimado, escribo desde Santiago de Chile. Estaba buscando tu correo electrónico para hacerte una invitación a una entrevista, pues participo en una revista digital de estos lados, y queremos hacer un número especial sobre lo constituyente (proceso en que estamos acá).
ResponderEliminarNo encuentro tu contacto por otros lados, así que agradecería, si es que te interesa, si me puedes dar tu correo electrónico para enviarte más información en concreto de la revista y la invitación.
Te dejo el mío por cualquier cosa pkelly@ug.uchile.cl
Muchas gracias, saludos cordiales!
Patricia Kelly